• 29/10/2022

El millonario filántropo

El millonario filántropo

Enrique Piñeyro, ítalo argentino, sobrino del dueño de Techint. Rescata ucranianos y africanos con sus dos aviones y su yate. Es actor, director de cine y cocinero.

Si a usted le preguntaran qué haría si tuviera una inmensa fortuna, seguramente diría:

“Compraría aviones que pudieran llegar desde un continente a otro” . O quizás “un yate inmenso para navegar por los mares”.

Bien, Enrique Piñeyro es millonario en serio. Y tiene no uno sino dos aviones Boeing. Y un yate de 65 metros de largo.

¿Se aburrirá de viajar?

Viaja mucho. Pero lo hace de un modo que no condice con la visión de un millonario aburrido.

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¿Cómo se hizo rico Piñeyro?.

El mismo lo explicó en una entrevista que hace poco le hiciera Luis Novaresio.

“Elegí bien a mi abuelo”, explicó con ironía. Su abuelo materno era Enrique Rocca, hermano y socio de Agostino Rocca, el fundador de Techint.

La rama de Agostino de la familia Rocca es la tercera más rica de la Argentina, según el ranking de la revista Forbes 2021.

Lo curioso es que Piñeyro dice que no le parece correcto disponer de tanto dinero. “No debería estar permitida la acumulación desmedida. Habría que fijar un tope por consenso. ¿Cuánta plata puedo acumular? El riesgo es que comience a comprar medios, políticos y policías”, sostiene.

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Aunque no lo crea el modelo de este multimillonario son los países nórdicos: “tienen un sistema productivo capitalista, pero un sistema fiscal totalmente socialista. Me parece que está bien eso. Simpatizo con la izquierda, pero estoy en una posición contradictoria porque entendí cómo funciona el sistema y cómo crackearlo”.

Por el sistema se refiere al capitalismo financiero, al que asegura haber aprendido a gestionar para que le rinda beneficios.

“Europa tiene una política ambigua cuando de refugiados se trata: ha abierto las puertas a todos los ucranianos que huyen de la guerra, pero no es igual de hospitalaria con los refugiados que escapan de conflictos en países de África”.

¿Qué hace un millonario en ese caso?

Heredero de una fortuna, estaba disconforme con el portfolio de empresas de la familia Rocca. “Son patrimonios inmovilizados, teóricos, de gente que termina teniendo castillos y problemas para pagar las expensas”, explica. “Yo tenía acciones heredadas de mi abuelo, pero ¿qué hago con eso? El negocio no me interesa, no lo conozco”.  Para salir de esa situación y poder disponer del dinero, Piñeyro vendió su participación en las empresas de los Rocca.

Piñeyro lo explica así: “Creo en un capitalismo disruptivo: convertir objetos de lujo en herramientas de transformación social”, explica.

Y es acá donde aparecen los aviones. En el caso de Piñeyro, lo transportan entre los tres lugares donde vive -el bajo de San Isidro, en Buenos Aires, Uruguay y Madrid-, pero también, sobre todo, embarcan a mujeres y niños ucranianos expulsados de su país.

“Podría tener un yate con 25 marineritos y salir a pasear”, se ríe sobre sus propias decisiones financieras. Su vocación social no le impide disfrutar de los beneficios que otorga el dinero.

Piñeyro nació en Génova, Italia, donde su familia estaba de paso. Su madre, Marcela, era instrumentadora quirúrgica y su padre, Enrique, cirujano pediátrico. Los Piñeyro Rocca tuvieron cuatro hijos y diferentes enfoques sobre cómo criarlos. Según Piñeyro, su madre lo alentaba en todos sus emprendimientos. Su padre, en cambio, era estricto. “Un tipo complicado, me desaprobó todas las elecciones”, cuenta. “Hubo algún que otro castigo corporal excesivo, incluso hasta para la época”, concede, sin abundar más.

Piñeyro cursó en el San Andrés, un viejo y exclusivo colegio fundado por descendientes de escoceses, y cumplió con el deseo paterno de destacarse con notas sobresalientes durante toda la primaria. Ya en la secundaria decidió que le había dejado de importar la aprobación de su padre y comenzó a pasar de año con lo justo.

Como no pudo irse de viaje de egresados, terminó haciendo voluntariado con una comunidad wichi en el Chaco. El golpe de tanta pobreza lo llevó a inscribirse en la carrera de medicina.

Pero su verdadera vocación, sin embargo, eran los aviones.

Piñeyro y su mujer, Carla Calabrese, se conocieron cuando ambos volaban para Lapa, ahora trabajan juntos en los vuelos humanitarios. Ella además es actriz, directora, productora y dueña del Teatro Maipo.
(Foto: Aníbal Greco en diario La Nación)

Luego de recibirse y ejercer un par de años como médico, entró a LAPA y comenzó su carrera. Un día entendió que lo había logrado: era piloto de aviones, había cumplido sus sueños de niño. Pronto, sin embargo, empezarían los problemas. La empresa comenzó a expandirse y los estándares de seguridad, a caerse. Piñeyro advirtió sobre los problemas a las autoridades, pero no hubo cambios. Un día se negó a volar un avión que consideró que no estaba en condiciones y el conflicto escaló. Mandó una carta advirtiendo que las deficiencias en los controles eran peligrosas, hizo públicas sus diferencias en los diarios y se terminó yendo. Al poco tiempo, se cumplió su pronóstico más horrible: el accidente de Lapa de 1999 aceleró el final de la compañía.

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‎ Piñeyro estuvo más de 20 años sin pilotear, pero los aviones siempre fueron su pasión

Por eso compró dos aviones en su poder y sus ansias de volar renovadas, solo le faltaban los pasajeros. Los encontró en los ucranianos, y otros desplazados del mundo.

Para llegar a ellos se alió con Oscar Camps, el líder de Open Arms, una ONG catalana que rescata del Mediterráneo a los africanos que naufragan intentando cruzar a Europa. Camps es famoso –hay cuatro documentales y una película de ficción basados en su trabajo con Open Arms- y Piñeyro llegó a él donando una cantidad de dinero suficiente como para llamar su atención. Tomaron un café y armaron la dupla que hoy está detrás de la evacuación masiva de ucranianos.

Para enfrentar la crisis migratoria, Enrique Piñeyro adquirió y cedió un barco de rescate a la ONG catalana Open Arms

En 2 misiones el nuevo barco de Open Arms rescató a casi 600 personas a la deriva en el Mediterráneo con Solidaire y Open Arms firmamos un acuerdo con la provincia de Saskatchewan en Canadá para que reciban más de 700 refugiados Nosotros ponemos la logística y ellos la acogida.

–¿Cómo surgió la idea de fundar Solidaire?

-Me cayó la ficha cuando viajé a Somalía a filmar un documental, dirigido por Juan Pablo Domenech. Es un país peligrosísimo. Hay que salir a la calle con chaleco antibala y casco, en blindados del ejército ugandés y de Naciones Unidas, atravesar distintos check-points y no detenerse más de diez minutos en ningún lugar. Al llegar a Mogadiscio, la capital, el Boeing 737 en el que viajábamos prácticamente se “planchó” sobre el mar para aterrizar. Era para evitar que nos dispararan con un cohete espaldero. Sin embargo, cuando tuvimos que despegar para ir al campo de refugiados de Dadaab, en Kenia, el Fokker 27 despegó y rápidamente se veía Mogadiscio abajo. Nos podían haber bajado de un hondazo. No tenía sentido. Fui a hablar con una persona de la ONU y me contestó que cada compañía tenía sus procedimientos. Me di cuenta de que la logística de las ONG que trabajan con emergencias humanitarias está librada a la buena de Dios. Lo que había que hacer, entonces, era crear era una ONG que trabajara con pilotos profesionales con criterios de línea aérea, con criterios para operaciones de riesgo, análisis, contramedidas, plan B, plan C, plan D, plan E…. Nosotros, en Solidaire, operamos con los estándares más seguros. Es un lujo poder hacer estos vuelos humanitarios en un avión como este y con una tripulación profesional como la que tenemos. Son expilotos de Emirates, de Norwegian y de KLM.

Piñeyro embarca a mujeres y niños ucranianos expulsados de su país.

-¿Trabajan para la ONU?

-No. De hecho, no hemos tenido relación con Naciones Unidas. Cuando el Programa Mundial de Alimentos pidió en cámara a la BBC el envío de alimentos a Madagascar, conseguimos 40 toneladas. Estábamos listos para llevarlos y el presidente del país no nos autorizó a aterrizar porque, teóricamente, el avión contaminaba. El mismo tipo que deforestó medio país, que sufría una hambruna tremenda. Al final, terminamos en Mozambique, adonde llevamos los alimentos a la población desplazada. En el pico de la pandemia, llevamos 24 toneladas de equipo médico a la India: respiradores, tubos de oxígeno, concentradores de oxígeno, entre otros insumos.

-¿Cómo fue la experiencia del vuelo con los refugiados desde Níger?

-Fue muy fuerte. En ese viaje, pude escuchar historias de personas, como la de un muchacho de 25 años que parecía de 40. Es gente reducida a esclavitud, sometida a tortura y persecuciones. Lo que pasa es que esa es una ruta que concentra todo el cuerno de África y todo el centro del continente, y desemboca ahí. Y Dios los libre y guarde si llegan a Libia, por lo que les puede pasar. También estamos viendo lo que sucede en Yemen. En el mundo, hay 15 o 16 focos de inmigración marítima por militarización de fronteras y ni siquiera es el Mediterráneo el peor de estos focos.

-¿Y el yate?

-El yate sirve para rescatar africanos que intentan llegar a Europa en busca de un destino mejor. Paralelamente a los vuelos de ayuda humanitaria, a fines del año pasado Piñeyro donó a la ONG catalana Open Arms una embarcación con 66 metros de eslora, que puede acoger a más de 300 personas. 

“Lo importante de hoy es entender y establecer que estos corredores humanitarios son muy importantes porque en el fondo todas las fronteras son divisiones artificiales, normalmente diseñadas sobre la base de sangre y violencia. Hoy trajimos a muchas mujeres que están siendo perseguidas por su sola condición de ser mujeres y niñas que han sido encerradas fuera de su propio futuro”.

-¿Por qué eligieron trabajar con Open Arms? ¿Cómo se acercaron a ellos?

-Yo quería trabajar con ellos porque hacen una labor impresionante. En cuatro años, rescataron del mar una cantidad enorme de personas. Están haciendo el trabajo que los Estados no hacen. Nosotros les brindamos apoyo aéreo y marítimo. Les compramos un barco y también vamos a volar para decirles dónde están las pateras con los migrantes, para que puedan llegar rápido. La mayor preocupación es que lleguen antes de la guardia costera libia. La colaboración con Open Arms y con su fundador, Oscar Camps, es muy cerrada.

“Nos preocupa la pesca clandestina, que es un desastre mundial. Por un lado, están depredando y generando un desastre ecológico tremendo. Como les importa el langostino, descartan la merluza negra, que es un pez de profundidad y a la superficie llega muerto”.

-Han hecho también otras actividades de monitoreo de los mares…

-Sí. Nos preocupa la pesca clandestina, que es un desastre mundial. Por un lado, están depredando y generando un desastre ecológico tremendo. Como les importa el langostino, descartan la merluza negra, que es un pez de profundidad y a la superficie llega muerto. Entonces, vienen las aves alimentarse y, a la vez, empiezan a depredar los huevos de las pingüineras en la costa. También empiezan a contaminar aeropuertos: el ave grande marina es un peligro para los aviones cuando se mete en el motor y, la realidad, es que no hay control. Por otro lado, la depredación de los mares lleva a la pérdida de trabajo y eso empieza a generar migración, que es marítima porque se da, a la vez, una militarización de las fronteras. Es una situación espantosa.

-También documentaron, con su avión, la pesca clandestina en el Mar Argentino. ¿Qué vieron ahí?

-Lo que nosotros mostramos en la milla 200 es lo que el Estado debería estar haciendo todos los días. Había barcos pescando en la zona económica exclusiva. De unos 500 barcos, solamente 170 tenían el sistema de identificación automática AIS encendido. La zona más grande de apagado de AIS es en Argentina. Después de ese vuelo, empezaron a pasar algunas cosas. Se compraron algunos aviones y se empezó a cuestionar a un astillero que reparaba esos barcos pesqueros. Pero todavía tienen que pasar muchas cosas más.

Enrique Piñeyro también cultiva otras pasiones: la actuación y la gastronomía.

Las otras pasiones de Piñeyro

Enrique Piñeyro también cultiva otras pasiones: la actuación y la gastronomía. Por eso, sigue con su espectáculo unipersonal Volar es humano, aterrizar es divino. Actúa en España y en Argentina.

Y, por el lado culinario, tiene “Anchoíta”, su restaurante ubicado en Villa Crespo.

-En su cuenta de Twitter, dice “fui cineasta”. ¿Por qué lo dice en pasado?

-Yo ya dije lo que tenía que decir. Ya está. Creo que uno tiene una película para hacer en su vida. Las otras empiezan a ser opiniones que uno tiene sobre cosas. Y si hacés muchas más, ya es tu oficio. Así como a mí me encanta volar, a otras personas les gusta filmar; se emocionan y vibran con eso. A mí eso no me pasa. De hecho, me divierte más actuar que dirigir. Cuando sos actor, sos niño; es lo que hacías cuando tenías ocho años.

Con “Whisky, Romeo, Zulu” y The Rati Horror Show, Piñeyro se posicionó como cineasta

-Otra actividad que lo apasiona es la cocina. ¿Cómo nació “Anchoíta”?

-Siempre me gustó cocinar. La primera vez que vi un huevo frito transformarse por efecto del calor, no lo podía creer. Ahí quedé tildado. Lo que me gustó, al lanzar “Anchoíta”, fue la idea de poner en valor los productos locales. Por ejemplo, el pescado de río o los quesos argentinos. Nosotros abrimos una cava, con 120 tipos de quesos distintos de productores argentinos. También empezamos a hacer fiambres de bellota. Argentina tiene un potencial tremendo en su vitivinicultura, su agricultura y su ganadería. Es algo apasionante.

Fuentes: La Nación, entrevista de Luis Novaresio, Perfil, La Vanguardia, Infobae