La querella como obligación ética del funcionario

No sin sorpresa me entero que un sujeto a quien sinceramente no registro dice haber mantenido un público enfrentamiento conmigo (estoy buscando en la prensa y la verdad no encuentro nada). Hecho que me parece extrañísimo pues siempre he gozado de buen gusto hasta para elegir con quien polemizar y, por lo poco que he averiguado, el sujeto no cumpliría con los requisitos.

Alguno podría pensar que habrá sido el enfrentamiento en un boliche entre chupados, pero no, pues quien me conoce sabe que soy un triste y aburrido adicto a la “Coca zero”.

Para peor, me dicen, que el hombre afirmaría haber estado 15 días preso por una causa en flagrancia, ello por mi decisión y capricho, cosa que no es solo mentira – que haya estado 15 días preso – sino que yo o cualquier Fiscal tenga poder para ello.

En el colmo de la desfachatez afirmaría que lo iban a buscar a su casa, lo sacaban esposado y lo hacían desnudar en flagrancia, todo lo que es objetivamente falso pero, que a más, no dependería ello de los Fiscales.

Les cuento que en una semana me han hecho llegar variado material referido al sujeto, algunos de puros amigos otros con, creo, la intención que lo descalifique en la campaña electoral, quede claro en ningún caso eso pasará, pues, correría el riesgo de actuar igual que él, lo que sería para mí imperdonable.

¿Lo querellaré? Si claro, pues creo tener la obligación de hacerlo, lo contrario sería tal como admitir la ocurrencia de los hechos lo que no es así, pero, y a más, porque la sociedad tiene derecho a saber quién es quién, sin omitir otra razón de peso, esto es, que la gente sepa que el Fiscal General tiene la personalidad suficiente para defender su cargo.

Aclaro, por último, sé que una posibilidad es dejarlo pasar, que soy el Fiscal General y no debo dar más por el pito que lo que el pito vale, que en todo caso el hombre me usa para hacer campaña, y muchos otros consejos de buena fe recibidos pero, reitero, todo tiene un límite y el sujeto lo pasó.