• 17/12/2022

Al pasar

Al pasar

Por Gustavo Ruckschloss

Caminaba con mi bolsito al hombro, cuando, al pasar por el Auditorio, me salí de la vereda para acercarme a la camioneta que exhibía melones y sandias. Le pregunté al vendedor si tenía algún melón chico y rico. Creyéndome músico me dijo que tenía unos feitos pero ricos.

Me trajo uno y sobre el pucho me dijo: «Profesor, dígale a Rolando que riegue la chepica si no, no la recuperará más.
Luego, al pagarle no me quiso cobrar porque «estaba con mala apariencia, como el Auditorio con el pasto seco; las cosas deben entrar por los ojos «. Le agradecí y, venciendo dudas, entre al hall del magno lugar. Allí, frente a un escritorio, un muchacho que parecía administrativo; una mujer y alguien más. No parecían apurados, para nada.

Aparecí de golpe, flaco, alto, canoso, con un bolso al hombro y blandiendo un melón en la otra mano. Supongo que no me esperaban. Con fuerte voz, les dije que le hicieran llegar a Rolando mi sugerencia de regar con urgencia la chepica de todo el predio. Asombrada, la mujer atino a justificar que tenían problemas con el agua.

«Hasta que lo resuelvan, pidan camiones a los municipios, lo que sea conducente…y si hay que pelearse con alguien, hacerlo. No se puede perder el césped de años», dije enérgicamente y agregué «entiendo del tema porque soy ingeniero agrónomo», mintiendo.
Recién allí me tomaron en serio y preguntaron mi nombre.
Vi cómo alguien de quien uno no se imaginaria, se preocupa mucho por un bien común. También, cómo los que se deben romper el alma para que las cosas se solucionen miran pasar el tiempo.

Se que a quien vende melones, no le corresponde, y, sin embargo, le duele…
Además, no soy músico ni ingeniero agrónomo.
Soy un flaco con un sombrero estrafalario y un melón en la mano.

Estaba muy rico el melón con historia.