- 23/12/2023
Ya pasaron 42 años pero nadie sabe quién mandó a matar a Juan Pablo ll
Una nota de Juan Carlos Bataller
Esta nota originalmente publicada en El nuevo diario integra el ligro digital Historias contadas con 2 dedos de JCB
Mis hijos habían vuelto de la escuela y estaban tomando la leche cuando el teléfono sonó en nuestra casa en Roma.
—¿Tenés la noticia?
—¿Cuál?
—Hace dos minutos atentaron contra el Papa. La noticia llegó por las agencias…
Era el 13 de mayo de 1981 y el mundo comenzaba a estar comunicado en vivo y en directo.
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Diez minutos después llegaba el taxi que había pedido por teléfono.
—Lléveme urgente a la Plaza San Pedro – dije al conductor que ya había iniciado su marcha.
—¿Qué pasó? ¿Por qué tanto apuro?
—Han atentado contra el Papa. Parece que está gravemente herido…
El hombre detuvo el auto y se puso a llorar.
—Discúlpeme pero no estoy en condiciones de manejar… Ya le pido otro taxi…
El hombre lloraba desconsoladamente.
En un mundo cada vez más descreído la fe seguía siendo importantísima para mucha gente…
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El atentado de aquel miércoles en la Plaza vaticana concentraría mi trabajo de corresponsal durante varias semanas. Y es uno de los temas sobre el que más me han preguntado amigos y conocidos.
—¿Por qué atentaron contra el Papa? ¿Quiénes fueron los autores intelectuales?
Han pasado ya 42 años. Y todavía las cosas no están claras. Son muchas las hipótesis que se han establecido sobre la autoría intelectual, las motivaciones e, incluso, se le ha llegado a catalogar como “misterio divino” pues correspondería con el Tercer Misterio de la Virgen de Fátima.
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Vamos a los hechos
El 13 de mayo de 1981 a las cinco y cuarto de la tarde Juan Pablo II daba la segunda vuelta a la Plaza de San Pedro en el papamóvil, vehículo que utilizan los Sumos Pontífices para sus desplazamientos entre la multitud y que, hasta ese momento, era descubierto.
De pronto sonaron varios disparos y se vio al Papa polaco Karol Wojtyła doblarse de dolor.
El Papa fue llevado inmediatamente al Palacio Apòstólico para un primer diagnóstico, ya que exteriormente la herida no parecía seria. Pero una vez que se midió su pulso y presión fue evidente que el Papa estaba en peligro y se avisó a una ambulancia.
A pesar de que la bala no había tocado la aorta abdominal ni la arteria mesentérica, Juan Pablo II perdió casi tres cuartos de su sangre, sufriendo un shock por desangramiento, debido a la perforación intestinal.
Juan Pablo II fue alcanzado por cuatro balas, dos de las cuales se alojaron en su estómago, otra le alcanzó en el brazo derecho y la última en la mano izquierda. Dos espectadores resultaron heridos a causa de las balas perdidas del sicario: Ann Odre, de Buffalo, Nueva York, recibió una bala en el pecho, y Rose Hill, de Jamaica, sufrió una herida superficial en el brazo.
El Papa fue operado por el Dr. Francesco Crucitti en el Policlínico Universitario AgostinoGemelli, el centro traumatológico afiliado a la escuela de Medicina de la Universidad del Sagrado Corazón. Este centro siempre tiene una serie de habitaciones reservadas para el uso del Papa.
Juan Pablo II pasó por casi seis horas de cirugía intestinal de emergencia, que requirió transfusiones y una colostomía (ano contranatura) temporal que luego fue eliminada.
A pesar de que la bala no había tocado la aorta abdominal ni la arteria mesentérica, Juan Pablo II perdió casi tres cuartos de su sangre, sufriendo un shock por desangramiento, debido a la perforación intestinal.
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Los problemas del Papa –uno de los más carismásticos que hayan pasado por la Santa Sede— no terminaron allí. Varios meses después tuvo una infección de citomegalovirus, debido a haber recibido transfusión de sangre fresca que no había sido suficientemente tratada, por la urgencia con la que se había efectuado dicha transfusión.
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Toda Italia estuvo convulsionada durante varios días.
El periodismo italiano es uno de los más incisivos y politizados del planeta. Pocos son los medios absolutamente imparciales. Cada partido, cada idea política, tiene un diario o semanario que responde plenamente a sus convicciones por lo cual es necesario leer varios diarios para tener una idea concreta sobre lo que sucede.
Desde un primer momento quedó en claro que el hombre que disparó fue Mehmet AliAğca, un sicario turco.
Al parecer, en agosto de 1980, bajo el seudónimo de VilperiAğca empezó a recorrer la región mediterránea, cambiando varias veces de pasaporte y de identidad, quizás para mostrar el origen de su viaje: Sofía, Bulgaria.
Entró en Roma el 10 de mayo de 1981 en un tren que había tomado en Milán.
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No fue fácil seguir el hilo de las investigaciones.
Las versiones se superponían y muchas veces se contradecían.
Alguna vez, Ağca dijo que “en Roma se encontró con tres cómplices: un compatriota turco y dos búlgaros. La operación estaba liderada por ZiloVassilev, un militar búlgaro que residía en Italia. Según Vassilev, la misión le había sido encargada por el mafioso turco BekirÇelenk en Bulgaria.
Según Ağca, el plan era que él y el pistolero Oral Çelik abrieran fuego contra el Papa en la plaza de San Pedro y después escaparan a la embajada búlgara aprovechando el pánico generado por una pequeña explosión”.
Si uno se guía por esta versión, el atentado había sido planificado por los búlgaros, en esos años firmemente alineados con la Unión Soviética.
Pero dejemos la especulación para más adelante.
Ağca contó que “el 13 de mayo se sentaron en la plaza escribiendo postales, mientras esperaban la llegada del Papa. Cuando el Papa pasó, Ağca le disparó varias veces con una pistola semiautomática Browning Hi—Power, calibre 9 mm. Una monja y varios testigos (dos vestidos de cardenales) le impidieron tanto disparar más veces como escapar.
Fue atrapado por CamilloCibin, el jefe de seguridad del Vaticano.
Çelik, presa del pánico, huyó sin poner la bomba ni abrir fuego.
¿Quién ordenó el atentado?
Reitero: fueron muchas las versiones en esos días.
Tres décadas más tarde pueden resumirse las distintas hipótesis.
Wikipedia cita textualmente las siguientes posibilidades:
“Hay varias teorías sobre el intento de asesinato llevado a cabo por Mehmet Ali Ağca. Una de ellas, fuertemente defendida desde los ochenta por el periodista estadounidense Michael Ledeen, entre otros, es que el intento de asesinato se había fraguado en la URSS y que la KGB había ordenado a los servicios secretos de la República Popular de Bulgaria y de Alemania Oriental llevar a cabo la tarea. El KGB habría ordenado al servicio secreto búlgaro asesinar a Juan Pablo II a causa de su apoyo a Solidarność, una federación sindical a la que se veía como una de las amenazas más significativas a la hegemonía soviética en Europa Oriental.
“El propio Ağca dio múltiples versiones contradictorias entre sí sobre el asesinato y sus motivos. Originalmente, Ağca dijo ser un miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), pero prontamente el FPLP negó cualquier vínculo con él.
Cuando el Papa murió, Ağca declaró estar de luto: “He perdido al Papa, mi hermano espiritual. Me sumo al duelo de mi pueblo cristiano católico”, afirmó en un texto distribuido por su abogado.
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“Algunos investigadores, especialmente Edward S. Herman, coautor junto con Frank Brodhead de “El alzamiento y la caída de la pista búlgara” (1986), y el periodista Michael Parenti, opinaron que la historia de Ağca era dudosa, resaltando el hecho de que Ağca no había mencionado la participación de agentes de Bulgaria hasta que fue aislado y visitado por agentes de la Inteligencia Militar Italiana (SISMI).
El 25 de septiembre de 1991, el exanalista de la CIA Melvin A. Goodman (que actualmente trabaja en el Center for International Policy) reveló que sus colegas, siguiendo órdenes jerárquicas, habían falsificado sus informes de análisis para apoyar la acusación. Declaró al comité de inteligencia del Senado de EEUU que «la CIA no tiene ninguna prueba» sobre esta llamada «pista búlgara». Ni el tribunal del juez Severino Santiapichi, ni la investigación del juez Franco Ionta, encontraron ninguna evidencia de que el SISMI “sembró” la historia de Ağca.
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“Un abogado francés, Christian Roulette, autor de varios libros que culpan a las agencias de inteligencia occidentales del intento de asesinato, testificó ante el tribunal que la evidencia documental a la que se había referido en realidad no existía.
Además los abogados franceses de Ağca consideraron muy dudoso que agentes búlgaros reclutaran a su cliente, pudiendo saber fácilmente que éste había militado en un grupo paramilitar de extrema derecha, e inverosímil que Bulgaria y la URSS se arriesgaran a patrocinar un atentado como éste, el cual podría más bien generar una grave crisis antisoviética en Polonia y perjudicar a la URSS a largo plazo.
Por su parte, los servicios secretos búlgaros siempre habían protestado contra la acusación de complicidad, argumentando que la historia de Ağca era un bulo puramente anti—comunista elaborado por los Lobos Grises, el servicio secreto italiano y la CIA, pues todos ellos habían cooperado en la red secreta de la OTAN denominada Gladio, consagrada a realizar impactantes atentados en Europa Occidental sembrando con ellos un presunto “nexo” de éstos con países del Pacto de Varsovia, para mantener artificiosamente en los países de la OTAN la “tensión” de la Guerra Fría.
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El entonces director de la KGB soviética, Yuri Andropov estaba convencido de que la elección del Papa Juan Pablo II era el producto de una “conspiración anglo—alemana” orquestada por Zbigniew Brzezinski, jefe de la CIA, para debilitar la hegemonía soviética en la Polonia católica y eventualmente para precipitar el colapso de la Unión Soviética al completo.
En 1983, Ağca y el Papa se vieron y hablaron en privado, en la prisión donde Ağca estaba preso. Ağca besó el anillo del Papa cuando terminó su encuentro.
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Se supo que Ali Ağca había hecho varios viajes a Sofía, la capital de Bulgaria y se quedó allí en un hotel frecuentado por agentes de los servicios secretos búlgaros. También había tenido contactos con un agente búlgaro en Roma, cuya cubierta era la oficina de la aerolínea nacional búlgara. Poco después del tiroteo, Sergei Antonov, un búlgaro que trabajaba en Roma para la aerolínea “Balkan Air”, fue arrestado a causa del testimonio de Ağca, siendo acusado de ser el agente búlgaro que diseñó la conspiración, pero en 1986 fue declarado inocente después de un juicio de tres años.
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De acuerdo con el periódico italiano Corriere della Sera, los documentos recuperados de la antigua Stasi de Alemania Oriental confirmaron que el intento de asesinato de 1981 contra el papa Juan Pablo II fue decidido por la KGB soviética y asignado a los agentes búlgaros y de la RDA, con la Stasi coordinando la operación y cubriendo los rastros dejados. Sin embargo, Markus Wolf, el exjefe de espías de la Stasi, ha negado cualquier vínculo y argumentado que los archivos ya habían sido “desclasificados” en 1995 sin probarse semejantes afirmaciones.
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En marzo de 2006, antes de las elecciones generales de Italia, la controvertida “Comisión Mitrokhin”, creada por Silvio Berlusconi y encabezada por el senador derechista Paolo Guzzanti de Forza Italia, volvió a apoyar la teoría búlgara, que había sido rechazada por Juan Pablo II durante su viaje a Bulgaria. El senador Guzzanti afirmó que «ciertos líderes de la antigua Unión Soviética estaban detrás del intento de asesinato», argumentando que «los líderes de la Unión Soviética tomaron la iniciativa de eliminar al papa por su apoyo a Solidarność, recayendo dicho encargo en los servicios secretos militares» (y no en la KGB).
Tanto Rusia como Bulgaria rechazaron enérgicamente el informe emitido en Italia. “Para Bulgaria, este caso se cerró con la decisión del tribunal en Roma en marzo de 1986”, dijo el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores,DimitarTsanchev, quien también aludió a los comentarios del Papa durante su visita a Bulgaria en 2002.
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En 2009, el periodista y antiguo oficial de la inteligencia del ejército estadounidense, John Koehler publicó Espías en el Vaticano: La Guerra Fría de la Unión Soviética contra la Iglesia Católica. Declarando haber “excavado” casi siempre en los archivos de la policía secreta polaca y en documentos de la Stasi, Koehler afirmó que el intento de asesinato contra Juan Pablo II sí estaba «respaldado por la KGB» y dio detalles sobre el tema implicando a agentes de la RDA y la URSS antes que agentes búlgaros.
El Papa, el turco y la Virgen
Ağca fue sentenciado en julio de 1981 a cadena perpetua en Italia por el intento de asesinato, pero fue indultado por el presidente Carlo AzeglioCiampi en junio de 2000, a petición del Papa.
Ağca fue extraditado a Turquía, donde fue encarcelado por el asesinato del periodista izquierdista Abdiİpekçi en 1979 y dos asaltos a bancos en los setenta. A pesar de la petición de ser liberado en noviembre de 2004, un juzgado turco dictaminó que no sería posible solicitar la libertad condicional hasta 2010. Pero el 12 de enero de 2006 un tribunal turco autorizó su liberación.
Sin embargo, el 20 de enero de 2006, el Tribunal Supremo Turco dictaminó que el tiempo que había estado encarcelado en Italia no podía ser deducido de la sentencia turca y lo volvieron a encerrar.
Ağca fue puesto en libertad el 18 de enero de 2010, después de casi 29 años tras las rejas.
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Después del tiroteo, el Papa Juan Pablo II pidió a la gente «rezar por mi hermano [Ağca], al cual he perdonado sinceramente.»
En 1983, Ağca y el Papa se vieron y hablaron en privado, en la prisión donde Ağca estaba preso. Ağca besó el anillo del Papa cuando terminó su encuentro. Asimismo, el Papa estuvo en contacto con la familia de Ağca a lo largo de los años: conoció a su madre en 1987 y a su hermano una década después.
Aunque Ağca había dicho: “para mí [el Papa] es la encarnación de todo lo capitalista” y había intentado asesinarlo, llegó a trabar amistad con el Pontífice. En abril de 2005, durante la agonia del Papa, Ağca rezaba desde su cárcel en Estambul por la mejoría de Juan Pablo II.
Cuando el Papa murió, Ağca declaró estar de luto: “He perdido al Papa, mi hermano espiritual. Me sumo al duelo de mi pueblo cristiano católico”, afirmó en un texto distribuido por su abogado.
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Hay un dato que tuvo difusión en su momento. Cuando estuvo con el Papa en la prisión Rebibbia de Roma la primera vez después de su intento, Ağca, un asesino profesional, le preguntó cómo había conseguido sobrevivir.
El Papa, que había estado consciente hasta el momento de entrar en el quirófano, presintió que sobreviviría, creyendo de corazón en la intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora de Fátima (quien, en una de sus apariciones a los tres niños había profetizado que un «Obispo de blanco» sería atacado).
El 26 de junio de 2000 el papa Juan Pablo II publicó el «Tercer Secreto de Fátima», donde decía que el intento de asesinato de Ağca fue el cumplimiento de este “Tercer Secreto”.
El 13 de mayo (la fecha del intento de asesinato) es el aniversario de la primera aparición de la Virgen María a los tres niños de Fátima, algo que al Papa siempre le pareció significativo, y por lo tanto atribuía su supervivencia ese día a su protección.
Un año después del atentado, el Papa viajó a Fátima para dar las gracias por haberle salvado la vida y le ofreció la bala que casi lo lleva a la muerte.