• 28/10/2023

Y un día se fueron

Y un día se fueron

Por Juan Carlos Bataller

Hubo un tiempo que marcas sanjuaninas competían en el mercado nacional.

De pronto, advertimos que se fueron.

Casi ni nos dimos cuenta.

Y nos quedamos un poco más solos.

Por ahí alguien dice:

-Son cosas que pasan; el tributo que debemos rendir al progreso.

Pero queda un sabor amargo porque, digámoslo claramente: algo no funcionó.

O se acabó aquella sangre emprendedora o llegamos a la conclusión que era mejor tener un cargo público que producir… O tal vez, simplemente, que nos distrajimos con tantos fuegos artificiales, espectáculos internacionales y un papá estado omnipresente.

El vaciamiento de marcas ha sido incesante.

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Hagamos un pequeñísimo repaso.

En los años 50, Talacasto fue sinónimo de vino sanjuanino.

Igual que años después lo fuera CAVIC, la corporación que reunía a los viñateros de la provincia.

Esas dos marcas, al igual que Uvita, pertenecen ahora a la empresa RAP fundada en 1959, por el entrerriano Rufino Pablo Baggio. Hoy, cuando uno lee las etiquetas descubre que el origen de los vinos Talacasto y CAVIC es Mendoza, donde esa empresa tiene su bodega y las plantas dedicadas a la producción de puré de tomates y aceite de oliva.

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La primera vez que un equipo de futbol utilizó publicidad en su camiseta fue el 26 de febrero 1983, cuando Boca Juniors salió a la cancha con la leyenda Vinos Maravilla en la casaca. Hoy aquellas camisetas son un recuerdo para coleccionistas que las compran y venden a través de cientos de páginas de Internet.

Eran los tiempos en los que Resero, el vino que hizo famoso San Juan, figuraba en los pantalones de los campeones mundiales de boxeo.

En las góndolas de los viejos almacenes del país uno podía encontrar el aceite de oliva Del Bono, el calvados Calingasta, la sidra La Capilla y el agua Pismanta embotellada.

Empresarios sanjuaninos instalaban diarios y canales de televisión en Mendoza, había tres o cuatro bancos de capitales sanjuaninos.

Y ni hablar de los cognac que siempre fueron sinónimo de San Juan con marcas como Ramefort, Otard Dupuy, Reserva San Juan. Y la única elaboradora de calvados, que competían con los fraceses.

La primera vez que un equipo de futbol utilizó publicidad en su camiseta fue el 26 de febrero 1983, cuando Boca Juniors salió a la cancha con la leyenda Vinos Maravilla en la casaca.

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Comentamos el tema con amigos y vuelven a decir:

-Es el progreso.

Otros en cambio afirman:

-Son empresas privadas, nada se puede hacer.

Igual me choca que CAVIC y Talacasto, marcas mendocinas y sean un simple recuerdo de viejos memoriosos.

Hace tiempo que juramos no tomar jamás vermouth ni cognac. Tienen otro sabor, sobre todo en el paladar de los sentimientos.

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Estamos hablando de grandes marcas. Pero… ¿sabe la cantidad de empresas que se instalaron con la promoción industrial y levantaron sus fábricas inmediatamente terminaron los beneficios?

¿Alguien le informó sobre la cantidad de hectáreas abandonadas por empresas foráneas que aprovecharon los diferimientos impositivos y luego abandonaron los cultivos, además de inventar empresas fantasmas para que no les pudieran reclamar lo que evadieron?

Es realmente absurdo que se haya hecho una autollamada Promoción Agrícola, en realidad un simple diferimiento del pago de impuestos, solo para grandes empresas. Esas empresas, lógicamente, no eran sanjuaninas y en su mayoría nada sabían de producción agrícola. ¿Sabe cuánto difirieron? Se habla de 900 millones de dólares.

Con una inversión de esa magnitud San Juan tendría que ser California. No solo no invirtieron lo que prometieron –se habla de sólo 300 millones incluidas las coimas que pagaron- y, lo que es tanto o más grave, la mayoría no devolvió el dinero al Estado o lo hizo a valores irrisorios.

O se acabó aquella sangre emprendedora o llegamos a la conclusión que era mejor tener un cargo público que producir… O tal vez, simplemente, que nos distrajimos con tantos fuegos artificiales, espectáculos internacionales y un papá estado omnipresente.

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Otro tanto pasó con la llamada Promoción Industrial.

Hubo empresas de gran nombre nacional que ni siquiera invirtieron un peso.

Una fábrica de lavarropas tenía como dirección un galpón del ex ferrocarril Belgrano.

Otra “fábrica” tenía sus instalaciones en medio del campo, en Caucete.

En Trinidad se “hacían” formularios continuos. En realidad se vendían a empresas locales a precios bajos las bobinas de papel que traían de Buenos Aires. Al poco tiempo desaparecieron. Y aun siguen siendo uno de los líderes en formularios continuos.

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Seamos claros: apoyamos fervientemente los planes de promoción.

Un país como el nuestro, con una geografía tan extendida y una población extremadamente concentrada, reclama tratos diferenciales que compensen las desventajas que la naturaleza impone.

Sería muy importante que exista un plan de integración y equilibrio poblacional y territorial promoviendo actividades genuinas, asentadas en las condiciones de cada lugar  y en el que se tenga en cuenta a las empresas que trabajan en cada sitio.

Esto no es chauvinismo.

No estamos en contra de los capitales foráneos.

Es más, los necesitamos.

Pero es hora que comencemos a distinguir a los inversores serios de los vivillos.

Y que cuando se le otorgue beneficios a empresas foráneas, el funcionario que no tomó todos los recaudos o que no controló como debiera, responda por su desidia.

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No todo es malo.

Está también la otra cara. La de los que se quedaron y enfrentaron todos los problemas de un país donde no es fácil producir.

Que una empresa cambie de propietarios, es parte del juego empresario.

Lo que no hay derecho es a convertir en escombros a parte de nuestra historia.

En fin.

Hay cosas que nos ponen luto en el alma.