• 11/03/2023

Los “dueños” de la Luna

Los “dueños” de la Luna

Uno puede pasar por “lunático”. El otro por pícaro. Pero lo cierto es que la Luna tiene “dueños”. Uno ya murió y la legó al “pueblo chileno”. El otro ya vendió miles de lotes. En estas páginas la historia de esos personajes.

Jenaro Gajardo, el dueño chileno de la Luna. | Foto: E.M

El chileno al que Nixon pidió permiso para el alunizaje de la Apolo XI

Jenaro Gajardo Vera nació en Traiguén, provincia de Malleco, Chile, el 18 de noviembre de 1919 y murió en Santo Domingo, Provincia de San Antonio, 3 de mayo de 1998. Fue un abogado, pintor y poeta chileno conocido por haberse proclamado, desde el 25 de septiembre de 1954 hasta su muerte, el propietario legal de la Luna.
Ahora bien: ¿por qué se hizo famoso este hombre ignoto para la mayor parte de la humanidad?

Sencillamente porque fue el protagonista de una insólita historia: en 1954 acudió a una notaría y registró la luna a su nombre. Es más, la leyenda cuenta que Richard Nixon le pidió permiso para posar el apolo xi en su propiedad. Y don Jenaro se lo dio.

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Usted dirá: es la historia de un lunático. Y es posible que lo sea.
Jenaro era el sexto de nueve hermanos, cantaba óperas, amaba los telescopios y se casó tres veces: la primera vez con una chilena, luego con una española y finalmente con una suiza.
Dicen que era amigo de Salvador Allende y que tenía las cejas pobladas. Aseguran que un día recitó en casa de Pablo Neruda un poema escrito por él. Y lo hizo exactamente a las tres de la mañana. Pero, además, como decíamos, era poeta. Y pintor. Y músico. Pero se ganaba la vida, bastante mal, por cierto, con pleitos pobres de abogado.

Se llama Jenaro Gajardo Vera y acaba de salir de una notaría con un papel para la Historia: ha registrado a su nombre el único satélite de la Tierra.

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Parece algo delirante y quizá lo sea. Pero en la sociedad Los Cóndores de Talca cuentan la aventura insólita del que fuera uno de sus fundadores, una historia que, a mediados del siglo XX, cuando las naciones del mundo aún no habían desarrollado legislación alguna sobre la no apropiación del espacio, invadió Chile, se extendió por América, dio la vuelta al mundo y, probablemente, llegó a la Luna.

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Supuestamente, el 25 de septiembre de 1954, ante el notario de Talca César Jiménez Fuenzalida, Gajardo pidió que se dejara constancia de su declaración como dueño de la Luna, «desde antes del año 1857» —fórmula legal utilizada entonces para sanear terrenos sin título de dominio—, mediante la inscripción de una escritura:

Escritura certificada constatando que la Luna era propiedad de Jenaro Gajardo

“JENARO GAJARDO VERA, abogado, poeta, es dueño desde antes del año 1857, uniendo su posesión a la de sus antecesores del astro, satélite único de la Tierra, de un diámetro de 3.475,99 kilómetros, denominado Luna, y cuyos deslindes por ser esferoidal son: Norte, Sur, oriente y poniente: espacio sideral. Fija su domicilio en calle 1 oriente 1270 y su estado civil es casado.
Jenaro Gajardo Vera
Carné 1.487.45-K Ñuñoa
Talca, 25 de septiembre de 1954.”

Según Gajardo Vera, este documento fue inscrito en el Conservador de Bienes Raíces de Talca, pero tal institución no tiene registro alguno de tal documento.

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Jenaro Gajardo Vera fue el sexto de nueve hermanos, hijos del médico Delfín Gajardo Merino y de N Vera. Aunque también ejerció como pintor y poeta, Gajardo estudió castellano en el Instituto Pedagógico y posteriormente leyes en la Universidad de Chile.
Con el fin de ejercer su profesión de abogado, a principios de 1951 se radicó en Talca; allí creó la llamada Sociedad Telescópica Interplanetaria, uno de cuyos fines era «formar un comité de recepción a los primeros visitantes extraterrestres que llegaran a la Tierra. Uno de los integrantes del directorio de esta Sociedad fue el reconocido obispo Manuel Larraín Errázuriz, cuya participación consiguió mitigar las burlas y críticas hacia esa agrupación.​
Publicó dos ensayos, «Algunas cosas sencillas» y «Copas de fuego», y, además, fue director de la revista Grupos. Sin embargo, se hizo conocido por haber sido el dueño legítimo de la Luna durante más de 43 años.

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Según el mismo Gajardo, fueron dos los objetivos para inscribir la Luna como su propiedad:
Realizar “un acto poético de protesta interviniendo en la selección de los posibles habitantes del satélite”, pues en sus planes estaba vivir en un mundo sin envidia, odio, vicios ni violencia.
Adquirir la Luna para “poder formar parte del Club Social de Talca, para el cual era requisito de afiliación tener alguna propiedad”.

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A todo esto y si queremos que la nota tenga cierta seriedad, digamos que la noticia se masificó y se dio a conocer a través de los diarios locales; luego, traspasó las fronteras de Chile por medio de publicaciones internacionales. La noticia también llegó a oídos de Don Francisco, animador del programa Sábado gigante, quien lo entrevistó en su programa posteriormente transmitido en el extranjero. En el espacio televisivo, como razón de inscribir la Luna a su nombre, Gajardo señaló:
“No me agrada la gente que habita el planeta Tierra. No me gusta que no hayamos podido eliminar el odio, la envidia, la maledicencia, el rencor…”

“No me agrada la gente que habita el planeta Tierra. No me gusta que no hayamos podido eliminar el odio, la envidia, la maledicencia, el rencor…” dijo Jenaro Gajardo Vera en el programa de Don Francisco

Ricardo Melgarejo, uno de los miembros de Los Cóndores, durante una comida en la sede de la sociedad narró con detalle la ocurrencia más brillante de un ser humano para reírse del capitalismo.
Porque don Jenaro registró la Luna por 42 pesos, pero nunca la vendió. «No la inscribí con ese afán. Si obtenía dineros por ella, la historia se echaría a perder. Quise hacer un acto poético de protesta interviniendo en la selección de los posibles habitantes del satélite y sacarle partido para que la Humanidad tuviera un poco más de paz».

Según la historia, una noche de septiembre de 1954, Jenaro Gajardo Vera entró en el Club Talca con intención de hacerse socio. Durante la cena, los responsables le dijeron que por su condición de abogado podía ser aceptado, pero que al carecer de patrimonio quedaba excluido.
«Cuando salí, me fui caminando hasta la plaza. Me molestó que se le diese tanta importancia a las cosas materiales. Me detuve y miré al cielo. Y vi la Luna llena. Qué curioso, me dije, el satélite pertenece a la Tierra, tiene dimensiones y nadie lo ha inscrito a su nombre».

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Seguramente. Jenaro se fue a dormir, pero nadie sabe si lo consiguió. El caso es que al día siguiente llevó al conservador de Bienes Raíces y notario de Talca, César Jiménez Fuenzalida, unos documentos con sus pretensiones y los datos de las medidas de la Luna.
El profesional revisó los formularios y la argumentación.

  • Tienes toda la razón del mundo. La Luna pertenece a la Tierra y tiene deslindes. No creo que nadie la haya inscrito, pero de aquí en adelante te van a tildar de loco.
  • No importa.
    Jenaro hizo tres publicaciones de aviso en el Diario Oficial y, como nadie contestó oponiéndose, volvió a la notaría de Talca para registrar una mítica escritura.
Extracto del Times del 15 de julio de 1969

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Pero acá no termina la historia.
La leyenda dice que, en mayo de 1969, antes del alunizaje de la misión espacial Apolo 11, el presidente estadounidense Richard Nixon hizo llegar, a través de un representante de la embajada de Estados Unidos en Santiago, un comunicado a Gajardo que decía:

“Solicito en nombre del pueblo de los Estados Unidos autorización para el descenso de los astronautas Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que le pertenece.
Richard Nixon, 1969.

A lo que Gajardo habría respondido:

“En nombre de Jefferson, de Washington y del gran poeta Walt Whitman, autorizo el descenso de Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que me pertenece, y lo que más me interesa no es sólo un feliz descenso de los astronautas, de esos valientes, sino también un feliz regreso a su patria. Gracias, señor Presidente.
Jenaro Gajardo Vera, 1969.

Richard Nixon hizo llegar un comunicado a Gajardo, a través de la embajada de EE.UU en Chile, solicitándole “permiso” para descender en la Luna.

Gajardo cuenta que tramitó la revalidación de su propiedad en Washington D.C.1 por medio del abogado Enrique Monti Forno.
Sin embargo, esta historia es apócrifa pues no existe registro de tal documento, el cual habla erróneamente de un permiso para alunizar a tres astronautas, cuando en realidad solo Armstrong y Aldrin iban a descender a la Luna.
Parte de la misma historia anexa en un tono jovial que cualquier gasto o erogación que se derivara del permiso sería pagado in situ.
Como toda historia que se precie de tal, Jenaro hasta pensó en los derechos sucesorios. En la notaría de Ramón Galecio en Santiago, Gajardo legó la Luna al pueblo chileno:

Dejo a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus penas.
Jenaro Gajardo Vera, 1998.

Amigo de Salvador Allende, autor de tres libros y creador de varios clubes, Jenaro Gajardo, abogado y poeta, decidió una noche inscribir el satélite a su nombre. Hizo todo el papeleo legal y su nombre se dio a conocer en todo el mundo.

A todo esto, ¿qué valor tiene lo hecho por el abogado chileno?
Digamos que en 1967 se suscribió el tratado del espacio exterior, actualmente ratificado por 981 países y firmado por otros 27, que prohibió la compraventa de objetos en el espacio exterior. Pese a lo anterior, en 1980 el estadounidense Dennis Hope formalizó en San Francisco la «compra» de la Luna, dedicándose a vender parcelas en terreno selenita desde entonces.
El 1 de julio de 1984 entró en vigor un acuerdo internacional en que se considera a la Luna como Patrimonio Común de la Humanidad, y como tal nadie puede apropiarse de ella.

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Con la entrada de empresas privadas en la exploración lunar, hay voces que reclaman una actualización de aquel acuerdo, redactado en plena Guerra Fría. Recientemente, los senadores de EEUU Gary Peters y Ted Cruz han presentado un proyecto de ley en su país para preservar y proteger el lugar histórico del aterrizaje del Apolo 11. «Con empresas comerciales y más países con capacidad de aterrizar en la Luna», dice el texto, «es necesario asegurarse de la protección de este territorio y otros lugares históricos de los alunizajes por el esfuerzo humano y de innovación que representan».

Dennis Hope vive en Oregon, y desde 1980 vende terrenos del suelo lunar. El desopilante negocio que le permitió ganar 11 millones de dólares.

El pícaro estadounidense que vendió terrenos
lunares a más de 6 millones de personas

El actual “dueño” de la Luna vive en Oregon, en la costa oeste de Estados Unidos. Se trata de Dennis Hope, CEO desde 2014 de Lunar Embassy, la empresa que vende lotes en la Luna desde 1980.
El 27 de enero de 1967 la Asamblea General de las Naciones Unidas firmó el “Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes”, conocido a secas como Tratado del Espacio. El artículo 2 dice que “El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera”. Nada dice, pensó Hope, sobre los individuos.
Entonces Hope escribió tres cartas: a la Organización de las Naciones Unidas, al gobierno estadounidense y al soviético. En todas pedía lo mismo: reclamaba la propiedad de la Luna.
No dijeron que sí, pero tampoco dijeron que no. Desde 1980 ha vendido lotes en la luna a más de 6 millones de personas.

Las zonas rojas son los acres vendidos en la Luna

Las opciones de compra van desde 1 acre por 24 dólares -poco más de 4.000 metros, algo así como media manzana– a 20 acres. Por 2,50 dólares más se puede agregar el nombre al título de propiedad. El comprador recibe el certificado, un mapa fotográfico del terreno y cuando estás por pagar, Lunar Embassy te tienta con el pasaporte extraterrestre por 21,99 dólares más.
Según la web, “el sitio del aterrizaje del Apolo 11, así como el cráter en la Luna en el que aparentemente se ha encontrado agua, pero aún no se ha confirmado” no están a la venta porque “sería irresponsable que la Embajada Lunar vendiera estas áreas históricas y recursos naturales únicos”.
Para celebrar el 50° aniversario de la llegada del Apolo 11 a la Luna, si alguien compraba un lote antes del 21 de julio, se llevaba otro a mitad de precio.
 
Antes de asumir como CEO –Celestial Executive Officer, no Chief Executive Officer-, Hope trabajó en bancos y en bienes raíces. Antes de hacerse de la Luna, Hope fue ventrílocuo. Le vendió lotes a John Travolta, Tom Hanks y Tom Cruise, George Lucas y Clint Eastwood. Asesores de los presidentes Ronald Reagan y George Bush compraron terrenos para sus jefes.
¿Argentinos? Hope dice no tener datos discriminados por país. Luciano Giugno, el mediático primo de Marcelo Tinelli conocido como El Tirri, compró 4 acres “en el lado de la Luna que tiene vista a la Tierra”, dijo en un almuerzo de Mirtha Legrand en 2016. Y mostró su pasaporte de la embajada lunar.

Luciano Giugno, “El Tirri” compró 4 acres de la Luna

En el año 2004 la Embajada Lunar creó su propia Constitución, pero como gobierno nació tres años antes, en el 2001. El Gobierno Galáctico se creó, explica la web, en respuesta a las consultas de los dueños de la Luna que preguntaban cómo protegerían sus lotes de visitas ajenas.

La bandera galáctica

También pensaron su propia moneda: Delta. Hope solicitó su reconocimiento al Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2008. El organismo no ha respondido aun pero Hope ya dijo que ofrecerá a todos los ciudadanos galácticos 10 mil Delta por 1.000 dólares apenas el FMI responda.