• 17/02/2024

Verdades que duelen

Verdades que duelen

POR GUSTAVO RUCKSCHLOSS

Una tarde de enero en San Juan.

Era una cruel siesta donde ni aquellas lagartijas de las que hablaba mi abuela, se atrevían a salir. 

El calor era enorme y un impiadoso viento Zonda lo potenciaba.   

Caminaba, como podía, cuando vi, sentado en la vereda, apoyado contra la pared, a un muchacho que, con las piernas cruzadas, como los orientales, miraba el infinito.   

Cuando pasaba cerca, me miró y dijo «…cabeza con canas y barba blanca…significan experiencia…inteligencia». 

Ya me pasaba de largo cuando retrocedí y le pregunté qué era lo que quiso decir. Pegándole a la palma de una mano con el puño de la otra, como frenándola, me dijo que las canas vienen con los años y traen experiencia y… si tenía muchas, debe ser más inteligente. 

Le pregunté qué hacía allí sentado en el piso con tanto calor, «el piso es el lugar más fresco si está a la sombra…espero a mi viejo que salga de trabajar y nos vamos a casa» dijo y agregó, «es el único con quien vivo…y él también tiene algunas canas…menos que usted» 

Pegándose con el puño en la palma, me miró de arriba a abajo y agregó «tiene menos canas, pero debe ser más inteligente que usted porque no anda caminando en esta siesta infame con la que Dios nos castiga.» 

Al ver mi cara agregó «…gracias a usted señor, vi que debo corregir lo que yo creía que era una ley de la vida—usted me enseñó que las canas, solamente, indican el paso del tiempo».