Pegando la vuelta

Por Juan Carlos Bataller

A veces –especialmente en la juventud- creemos que la vida es un constante ir.

Los años nos van enseñando que hay un ir y un regreso.

Y bien: ¿Cuál es el exacto punto en que comienza ese regreso?

Digámoslo: no hay un momento exacto.

Quizás sea cuando comprendemos que nos comienzan a sobrar cosas.

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El momento exacto puede ser cuando advertimos que nos hemos atragantado con tantas pautas convencionales, con tantos estudios innecesarios, con tantas lecciones de pseudomoralidad y con tantas cosas materiales, que nuestras vidas quedaron completamente condicionadas.

Es entonces cuando caemos en la cuenta de que es tan difícil desvestirse como vestirse.

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Aclaremos algo: no es necesario matar todas las ilusiones para encarar el regreso.

Alcanza con Simplemente advertir que ya no es necesario que nos pasemos la vida aprendiendo idiomas, haciendo dietas para adelgazar, rindiendo culto de lo “políticamente correcto” ni sonriendo a todo el mundo para que nos acepten.

Que no es necesario ganar todas las discusiones.

Ni tan siquiera es necesario discutir.

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Pasan como un torbellino por nuestra memoria todas las pautas recibidas a través de los padres, la escuela, la religión, la publicidad, la política…

Sí, todas fueron necesarias en su momento.

Pero ya está, vamos pegando la vuelta. Es como decir:  acá estoy; esto soy; me acepto definitivamente con mis virtudes y defectos.

No esperen de mi genialidades. Hasta mi ego se fue de vacaciones.

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Y es entonces cuando adquieren otro sentido los versos de Sabina:

“que ser valiente no salga tan caro;

que ser cobarde no valga la pena;

que no te compren por menos de nada;

que no te vendan amor sin espinas;

que no te duerman con cuentos de hadas;

que no te cierren el bar de la esquina”.