• 09/03/2024

El hombre que transformó el boxeo en arte

El hombre que transformó el boxeo en arte

NICOLINO LOCHE, EL INTOCABLE

¿Qué es el boxeo? ¿Un deporte como cualquier otro? ¿Una demostración de que en varios milenios de “civilización” poco hemos avanzado? ¿Una demostración de la existencia de los gladiadores romanos versión moderna?

Uno piensa en boxeo y cruzan por la mente sangrientos combates, cortes en las cejas, orejas repolladas, golpes, alguien que cae pesadamente mientras una multitud delira y aplaude al campeón.
Eso no es todo. Aparecen también denuncias, peleas arregladas, grandes campeones que murieron en la miseria, personajes tenebrosos.

Todo puede ser cierto. O no. Estas y otras definiciones encuentran defensores y detractores.

Pero de pronto aparece alguien que dice: el boxeo puede también ser arte. Es el momento en el que uno recuerda a Nicolino Locche, “el intocable”. Y exclama: ¡Claro que puede ser arte!

Pero vamos a la historia.

Nicolino Locche fue sin lugar a dudas uno de los personajes más pintoresco y trascendentales en la historia del boxeo.

Nació en Tunuyán, provincia de Mendoza, y en su provincia natal dio los primeros pasos antes de emprender el viaje a Buenos Aires y convertirse en una fija en las veladas de boxeo en el Luna Park.

La estatua de Nicolino en su tierra natal. Fue varias veces vandalizada, pero la gobernación provincial la sigue restaurando

La maestría defensiva de Locche para esquivar los golpes lo convirtieron en un ídolo popular sin precedentes para el deporte y ese estilo «showman» que parecía que bailaba sobre el ring fue lo que lo convirtió en la máxima atracción del boxeo argentino durante muchos años. Tal fue la relevancia histórica que se lo ha mencionado en canciones de su época hasta en tiempos modernos.

Dicen que el apodo se lo puso Piri García, periodista de El Gráfico en una clara referencia a su manera de defenderse dentro del ring y un guiño a la serie de televisión de la época «Los Intocables».

 

La revista El Gráfico, la más importante publicación deportiva, lo tuvo 23 veces en tapa.

Fue campeón mundial apenas cuatro años (1968 a 1972) pero reinó por más de una década (desde 1963 hasta 1973) pues su incomparable estilo sedujo al público de tal manera que aun cuando los puristas negaran que aquello que ofrecía fuera boxeo ortodoxo lo incorporaron como una mezcla de arte taurino con atisbos de ballet, algo de sensualidad en los esquives y mucho de artista en los desplazamientos.

Ringo Bonavena y Locche

Para llegar a disputar el título mundial debió recorrer un largo camino. En aquella época había un solo campeón del mundo por categoría y éste tenía diez retadores en fila del 1 al 10 esperando una chance. A los campeones los reconocían sólo la Asociación Mundial de Boxeo y la revista The Ring. Nicolino era la estrella del Luna Park y derrotaba a todos los rivales extranjeros que el promotor Tito Lectoure le traía para entrar y avanzar en ese famoso escalafón.

 

Los guantes que usó Nicolino Locche cuando se consagró campeón venciendo a Takeshi Fujii, en Tokio, Japón están en la Difunta Correa, de la que el campeón era muy devoto. Varias veces estuvo Nicolino en San Juan y en Vallecito.

Llegar a enfrentar a Paul Fujii fue una enorme tarea de Tito Lectoure ante la Asociación que siempre lo postergaba. Es que todos dudaban del espectáculo que fuera capaz de ofrecer un boxeador no convencional, alguien a quien no había manera de pegarle, que a su vez no atacaba ni se paraba a cambiar golpes, que no peleaba cuerpo a cuerpo y que ante cualquier propuesta de fajarse salía a los costados con un leve y veloz paso mágico, pegaba y se iba de la zona de fuego.

La típica pose de Locche, con la guardia baja y mirando fijamente al rival

En tales condiciones nadie quería venir a exponer su título al Luna Park por más dinero que se le ofreciera y puesto que por entonces la ganancia del empresario estaba en la venta de las entradas, pues la televisión casi no incidía en su rentabilidad a cualquiera de ellos les resultaba riesgoso contratarlo.

Tras retirarse, el alcohol y el cigarrillo fueron los mayores enemigos de Nicolino

La consagración mundial llegó un 12 de diciembre de 1968. Ese día el boxeo alcanzó otra definición.

Su oponente Takeshi Fuji, no logró conectar al argentino y sufrió tal castigo que no salió a disputar el décimo round. Locche se consagró campeón del mundo por primera vez en su carrera y logró defender su corona en siete oportunidades antes de caer con el panameño Alfonso Frazer.

36 años después de su triunfo sobre Fujii fue presentado por primera vez con el verdadero cinturón de campeón mundial; dado que aquella noche en el Kuramae Kokugikan se le fue otorgada una réplica.

Luego de colgar los guantes en 1976 con un récord de 117 victorias, 14 empates y solo 4 derrotas en una carrera que duró 18 años, Locche volvió a vivir en su Mendoza natal donde fallecería a sus 64 años en septiembre del 2005 producto de sus problemas debido a sus adicciones al alcohol y al cigarrillo. La última vez que el público argentino vio al Intocable fue en un momento más que emotivo, ya que 36 años después de su triunfo sobre Fuji fue presentado por primera vez con el verdadero cinturón de campeón mundial; dado que aquella noche en el Kuramae Kokugikan se le fue otorgada una réplica. 

Locche obtenía el título mundial de los welters juniors, uno de los triunfos más brillantes de toda nuestra historia pugilística

Una increíble lección de boxeo

Nicolino Locche se consagró campeón del mundo de peso medio mediano liviano cuyo límite son 63 kilos con 500 gramos el 12 de diciembre de 1968. Fue en el estadio Kuramae Sumo de Tokio ante el hawaiano nacionalizado japonés Paúl «Takeshi» Fujii, quien exhausto y sin visión periférica por los hematomas en sus ojos y pómulos, prefirió quedarse en su banquillo y no salir a combatir hacia el 10° asalto. Ese día Nicolino exhibió todo cuanto se espera de un boxeador esteta o de un esteta boxeador que se defendió atacando y castigó defendiéndose en el sector del cuadrilátero que eligiese sin que ninguno de sus movimientos en uno u otro sentido perdieran la armonía plástica del atleta en estado de gracia.

Su maestro Don Paco Bermúdez

 

Llegar a ser el número uno del ranking, ya no se lo podía evitar. Y fue así que les llegó la oferta desde Japón. La misma consistía en una bolsa de 5 mil dólares, más pasajes y estadía para tres. Por suerte Nicolino logró vender los derechos de radio y televisión –en diferido, pues aun no teníamos satélite– en otros 1.500 dólares que le pagó la bodega sanjuanina Peñaflor. Esto permitió que junto a Nicolino, su maestro Don Paco Bermúdez y Tito Lectoure pudiera viajar tambien y como «sparring»  el boxeador Juan Aguilar.

El temible round 9 de la pelea Locche-Fujii, donde el argentino terminó de fulminar al japonés. Al comenzar el 10° asalto, el campeón vigente no saldría a pelear.

Los más sesudos comentaristas de la época le daban pocas chances a Nicolino. Se partía de la premisa que su boxeo sólo podría ser desarrollado en la Argentina y con mayor tolerancia en el Luna Park. «Que eso que hace, donde lo intente en otro país, lo descalificaran por payaso…», se decía.

Fujii era temible, excesivamente agresivo, parco, hosco, nunca se le advirtió una sonrisa, de físico exuberante. Con formación en las artes marciales, cuyos luchadores desprenden un grito hostil y guerrero tras cada acción. Un «samurai» intrépido, determinado y listo para la batalla estaba dándonos señales de su peligrosidad.

A todo esto, hasta una hora antes de la pelea, Locche aprovechó para hacer una siesta bien cuyana sobre la camilla. Se acostó para relajarse y se quedó profundamente dormido. Dicen los entendidos que “nunca antes y nunca después se vio a un boxeador bajo tal placidez una hora antes de subir a un ring para pelear”.

Paúl «Takeshi» Fujii no sale a pelear el décimo asalto. Nicolino se convertiría en campeón del mundo

Aquello fue una lección de boxeo. Una joya de la historia. Un incunable. Nicolino sabía que debía asumir el ataque como fórmula de persuasión para los tres jurados. Y lo hizo. Pero aun así nunca dejó de esquivar los golpes del japonés tanto en ataque como en contragolpe. Pasaban los ganchos y los swings. Se perdían en el espacio los cross y los jabs de Fujii. Es que Locche se le plantaba a pelear hasta obligar al campeón a ser él quien buscara un espacio por donde salir y desde donde recomenzar.

 

En las tiendas virtuales, todavía se puede comprar la clásica remera azul de “Peñaflor Locche”

https://www.elcampeonha.com/MLA-935076399-remera-locche-penaflor-azul-el-campeon-_JM

De a poco, round a round, el castigo recibido iba congestionando los pómulos del campeón mundial hasta convertirlos en una deformada máscara. Y sus ojos, cual hendidura de alcancías, se iban cerrando aún más hasta anular la visión periférica de su lateral izquierdo. En el 9º round, la paliza fue de tal magnitud que resultaba ocioso anticipar el final, recordó Cherquis Bialo. Cuando la campana llamó a continuar con en el 10° asalto, el campeón del mundo se quedó sentado abdicando su corona en favor de Locche. Ante éste hecho sin precedentes en un luchador japonés la gente se indignó y comenzó a arrojar los cojines de sus asientos y también sus paragüas,

Nicolino Locche había llevado a cabo la mayor «obra de arte» que el boxeo pudiera ofrecer a lo largo de su historia.