• 31/03/2024

Actualidad

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POR GUSTAVO RUCKSCHLOSS

Mi abuelita juntaba todos los billetes de baja denominación que le quedaban de los vueltos de la semana y los metía en una caja. Cuando se llenaba, disponía una tarde para ordenarlos sobre la mesa y se ponía a contarlos. Los ordenaba por valor y ponía todos los iguales en fajitos a los que les sujetaba con un elastiquín. Así con todos. Cuando tenía el arqueo de caja hecho, lo anotaba en un papelito que metía debajo del elastiquín, Luego, los envolvía en una bolsa cualquiera de compras y lo metía en un taper, que llevaba hasta el almacén de la esquina y cambiaba por alguna mercadería que le hiciera falta.

Siempre que la veíamos en esa tarea, le decíamos que era una forma de fácil de llevar plata de un lado a otro.   

Nadie iba a sospechar que una abuelita llevaría dinero en un taper lo más campante.

Pensando en aquello, hoy sería exactamente al revés, porque un kilo de lomo cuesta más que el oro.   

Hoy es más probable que un motochorro robe un taper que una billetera.

Hoy, los privilegiados son los carniceros, casi más que los bancos.