- 10/02/2024
Singular


POR GUSTAVO RUCKSCHLOSS
Luis, el frutero de la esquina, tiene, como muchos, su lugar de venta junto o debajo de un árbol, un jacarandá que alegra con sus flores lilas algún rato del año.
Deja sus fierros allí de un día para otro, y los cajones vacíos, alguna otra cosa más, en un baldío, que tiene un portoncito.
Nada más.
Cuelga su balanza y comienza a acomodar de manera sencilla y sin muchas vueltas, la mercadería.
La exhibe en algunos cajones y en alguna bolsa, de acuerdo a que sean grandes o chicas las verduras o frutas.
Después de hacer las cuentas en un papel, mete en la bolsa lo vendido y cobra. Nada complicado, aparte de la charla diaria con cuanta vecina pasa por allí. Le conoce la vida y la muerte a cualquiera que viva a unas cuadras a la redonda.
Así las cosas, se me ocurrió preguntarle por qué no usaba una simple y elemental calculadora para sus cuentas. Me contestó que no quería usarlas para tener que usar sus neuronas. Que se obligaba a usarlas en otra cosa sea el tema diario de la política o los aumentos de los precios. Si quiero, me puedo comprar la que quiera, pero ni en la feria, para comprar, la necesito y llevo años sin equivocarme.
Me llamó la atención y le tuve que creer porque siempre fue así. Hoy es alguien que no sé si decir desactualizado, pero sí original y hasta sabio porque hoy todo se hace para facilitar el NO esfuerzo, aunque sea mental.
Y ahí está su originalidad.
Es un rara avis porque es sencillo, trabaja, tiene buen trato y obliga a sus neuronas a moverse.
Tengo que averiguar si es argentino.