• 10/02/2024

Los esclavos negros en San Juan

Los esclavos negros en San Juan

Ya no caminan nuestras calles. Pero hasta bien entrado el siglo XIX constituían una presencia corriente en nuestra ciudad, desempeñando distintas actividades. Centenares de negros fueron traídos como esclavos durante toda la época colonial. Trabajaron en casas de familias, fincas y conventos. Desempeñaron en algunos casos las labores más pesadas. Acá tuvieron hijos, fueron convocados como soldados y de a poco, tuvieron cada vez una menor presencia.

Esta es la historia de la esclavitud negra en nuestra provincia.

Un trabajo preparado por Juan Carlos Bataller

Un alto porcentaje de la población sanjuanina era negra.

El primer censo se hizo en 1812. Es decir, un año antes de las declaraciones de la Asamblea del Año XIII. Digamos que hasta 1813 sólo Dinamarca, Gran Bretaña, Estados Unidos, Suiza y Argentina, habían dispuesto la abolición de la trata de negros.

Pero en 1812 aun existían los esclavos y aquel censo reveló que entre negros y mulatos, en Cuyo residían 8.606 negros.

De ellos, 2.577 vivían en San Juan.

Y acá surgiría la primera pregunta; ¿eran muchos o pocos?

Veamos: En total vivían en San Juan 12.862 personas. Casi la mitad de ellos,

5.746, eran indios. Y 4.440 eran americanos, es decir “blancos americanos”, criollos o aun mestizos, a los que se diferenciaba de españoles nativos –que

eran sólo 65- y extranjeros, que sumaban 31.

Pero si estas cifras ya de por si indicaban una presencia importante de negros, veamos lo que pasaba en la ciudad. Ocurre que de aquellos 12.862 habitantes, sólo 3.591 vivían en la ciudad. Y en la ciudad casi no habitaban indios –eran sólo 500- por lo que la mitad de la población de nuestra ciudad (1.409 individuos) eran negros.

¿Se imagina a los sanjuaninos de aquellos años, como Francisco Narciso de Laprida, Fray Justo Santa María de Oro o un jovenzuelo llamado Salvador María del Carril, caminando por la calle de Las Carretas (actual calle Mendoza), la calle del Cabildo (General Acha) o por la Plaza Mayor en una ciudad donde de cada dos personas una era negra?

Pero el censo de 1812 no fue el primero.

Ya en 1776 Carlos III había ordenado un censo general que en Cuyo recién se concretaría al año siguiente. En 1777 San Juan tenía 7.690 habitantes de los cuales 2.115 eran negros, 3.313 mestizos, 1.635 blancos y 1.527 “naturales” o indios.

¿Cómo llegaron esos negros?
Digamos que el ingreso de africanos al puerto de Buenos Aires comenzó poco después de 1580, a causa de las necesidades de mano de obra y la casi inexistencia de indios.

Los negros eran simplemente una mercancía, que venían en barcos procedentes de la costa occidental africana, especialmente de Senegal, Gambia, Sierra Leona, Ghana, Guinea y Angola.

Literalmente “cazados”, eran traídos en las bodegas de los barcos, hacinados, hambrientos y víctimas de enfermedades.

Una buena parte de los viajeros morían durante la travesía que solía durar dos meses.

Los que enfermaban gravemente eran directamente arrojados al mar. Los más fuertes eran los que sobrevivían pero llegaban en estado lamentable, con el cuerpo lacerado por heridas, víctimas de sífilis y pestes.

Una vez en el puerto de Buenos Aires eran marcados con un hierro caliente en la espalda (a veces también en la frente) y se los limpiaba en el río para que lucieran un aspecto aceptable, antes de sacarlos a remate.

En el período que abarca desde el 1700 hasta principios del 1800, entraron legal e ilegalmente esclavos africanos al puerto de Buenos Aires traídos por la Compañía de Guinea -después se sumaría la inglesa South Sea Company.

Según se explica en el libro “Desde San Juan hacia la historia de la región siglo XVI –XIX “ del Instituto de Historia Héctor Domingo Arias, “en Cuyo los negros fueron introducidos por dos vías principales: desde Panamá, pasando por Cartagena de Indias, hasta llegar a Chile y desde allí a Cuyo fue una de ellas. La otra se activó después de la segunda fundación de Buenos Aires (1.580). Desde allí entraban de contrabando, pasaban a Tucumán y Cuyo, a su vez paso obligado del tráfico de negros hacia el Potosí y Chile, quedando varios de ellos en las provincias cuyanas”.

Una investigadora sanjuanina, la doctora Celia López, brindó a través de un libro en el que documenta la presencia jesuita en San Juan, el más detallado informe sobre el fenómeno de la esclavitud negra en nuestra provincia. Qué trabajos hacían, cuanto valían, cómo vivían y cómo se reproducían, los castigos, los que se fugaban. Un mundo que existió en estas tierras y del que pocas veces se habló.

Para el momento de la expulsión en 1767, los jesuitas poseían en San Juan 104 esclavos distribuidos en las diferentes propiedades que la compañía tenía.

La historiadora Celia López es autora de un muy documentado libro editado por la Fundación Universidad Nacional de San Juan que lleva por título: “Con la cruz y con el dinero: los jesuitas del San Juan colonial”.

En esa obra dedica un capítulo al tema de la esclavitud al que titula “Padres, patrones y amos”.

Es mucha la información recolectada por la doctora López. Y dada la cantidad de esclavos que poseían los jesuitas, el trabajo brinda elementos que posibilitan comprender muchos aspectos de la esclavitud en San Juan en el siglo XVIII. Veamos:

» La chacra o hacienda de Puyuta concentraba la mayor parte de mano de obra esclava. El resto se distribuía entre la casa y la iglesia ubicada frente a la Plaza Mayor (la actual catedral), la estancia de Guanacache y la Viña de San Xavier.

» Los esclavos de Puyuta eran los elaboradores del aguardiente quese vendía en Buenos Aires y era la principal fuente de ingresos.

» El trabajo era dirigido por un mayordomo o capataz y un jesuita que solía estar en la chacra en forma permanente supervisando los trabajos.

» Entre los años 1752 y 1762 hubo un aumento en la venta de aguardiente en Buenos Aires y se incrementó en 21 el número de esclavos, lo que se explica por la razón de que a mayor producción hacía falta más mano de obra.

» Los jesuitas, según la documentación, cubrían de manera suficiente las necesidades básicas de alimentos, estimenta y vivienda. A esto se sumaba la asistencia en caso de enfermedad y las recompensas por trabajos especiales o por su buena conducta.

» La base de la alimentación de los esclavos de los jesuitas fue la carne, el maíz, papas, legumbres y algo de aves y pescado. La mayoría de estos alimentos eran producidos en la chacra de Puyuta. La uva fue seguramente importante en la dieta por su alto valor nutritivo.

» El reparto de yerba mate y tabaco a los esclavos como forma de agasajo o regalo fue práctica común, sobre todo en época de vendimia o días de fiesta.

» Como una especie de gracia o regalo, los jesuitas colocaron a esclavas jóvenes como criadas en casas de familias tradicionales de la sociedad sanjuanina. “Dos esclavas llamadas María están en la casa de don Francisco Maradona una y la otra en casa de don Ilario Maurín para que aprendan la doctrina y no los resabios de nuestras esclavas”, dice una anotación.

» Existía la división de viviendas para esclavos solteros, por sexo y aparte la de los esclavos casados.

Al conjunto de las habitaciones donde vivían se las denominaba “ranchería”.

» La asistencia de los esclavos enfermos era parte de los deberes de la Compañía y los jesuitas de San Juan pagaron médicos para curar enfermos así como también alguna mujer que les cuidaba.

La enfermedad de las viruelas, llamada en la época “peste”, afectó la salud de los esclavos en cuatro diferentes años: 1739, 1744, 1756 y 1761.

La peste de 1744 fue particularmente grave provocando la muerte de tres esclavos.

» En la residencia jesuita de San Juan se puso especial empeño en la enseñanza de oficios a los esclavos, generalmente pagando a maestros para que los entrenaran. Así existían zapateros, albañil, barbero, botijero, amasandera, hilandera, cocinero.

» En 1754 la compañía compró un esclavo por cuatrocientos pesosporque sabía fabricar odres para almacenar el aguardiente y servía como podador.

» Se puso especial empeño en detectar aquellos esclavos con habilidades

para cantar y tocar instrumentos musicales porque la música fue un elemento muy importante a la hora de atraer feligreses. En 1758 enviaron tres niños esclavos a aprender música a Mendoza y dos años después vinieron un arpista y dos violinistas preparados para ejercer su oficio. Lo curioso es que la Compañía cobraba por las actuaciones de sus músicos pero no hay constancia de que le pagaran a los esclavos.

Por cartas de libertad otorgadas por sus amos y a veces concedidas como pago por servicios prestados.

> En los testamentos suele encontrarse con frecuencia disposiciones

acordando la libertad a esclavos.

> Libertad otorgada por padre blanco a su hijo mulato.

> Algunos amos se desprendían de sus esclavos ancianos o enfermos, otorgándoles la libertad.

> Compra de la libertad por parte del esclavo.

> Negros o negras libres podían comprar a sus hijos esclavos. Los pleitos debido a problemas relacionados con ese aspecto son numerosos en los últimos años del siglo XVIII.

> En algunas ocasiones se otorgaba la libertad colectiva, por sorteo, y en conmemoración de alguna festividad (celebración de los aniversarios del 25 de mayo de 1810, por ejemplo).

> Libertad otorgada por la participación en hechos de armas (actuación de los regimientos de pardos y morenos durante la invasión de los ingleses).

> Numerosas disposiciones obligaban, con posterioridad a 1810, a la entrega, con destino a las filas del ejército, de parte de la población esclava. El gobierno compraba a los negros destinándolos a las filas con la condición de otorgarles la libertad luego de cinco años de servicio.

En otros casos no se estipula fecha alguna.

> Eran considerados libres los negros apresados por las naves corsarias argentinas.

También los esclavos son destinados durante cierto tiempo a las filas del ejército. El gobierno abonaba parte del precio en que lo valúa, al capitán de la nave de guerra. Por resolución del 18 de noviembre de 1816, se destinaban al servicio de las armas y durante cinco años, a los esclavos apresados por las naves corsarias. > También se otorgaba la libertad y se destinaban al ejército a los esclavos apresados durante la Guerra contra el Imperio del Brasil.

con Buenos Aires y Córdoba favoreció la entrada de negros ya que una de las formas comunes para su compra fue el sistema

de encargos a los agentes fletadores que traficaban con los productos cuyanos.

El hecho de que en San Juan la esclavitud fuera un fenómeno más urbano que rural está indicando que los negros no venían a trabajar la tierra o las minas sino a servir en las casas de familia o en los conventos.

Los esclavos no se compraban sólo para servir en tareas del hogar, sino que muchas veces producían objetos (velas, jabones, escobas) que luego se comercializaban. Según testimonios orales, era común ver a mujeres de raza negra vendiendo pan, tortas fritas o dulces por orden de sus patrones.

Los esclavos negros sanjuaninos también fueron soldados.

Se estima que el general San Martín reclutó a dos tercios de los negros de Cuyo, para ser incorporados al Ejército de Los Andes.

Según investigadoras del Instituto de Historia Regional y Argentina Héctor Domingo Arias, la orden de San Martín mereció protestas por parte de los propietarios de los esclavos pero finalmente fue cumplida. Fue así como Mendoza aportó 270 negros, valuados en 62.875 pesos y San Juan 230,

valuados en 72.600. San Luis argumentó “escasez de negros y que la mayoría eran artesanos” y sólo entregó 42 esclavos.

Y agregan las historiadoras: “Así y a pesar de la antipatía manifiesta hacia el decreto de reclutamiento, la orden se cumplió y los esclavos conformaron el Regimiento número 8, al mando del general Soler”.

El ejército de los Andes se formó con tropas de los ejércitos del norte y del litoral, con la base para la caballería de los cuatro escuadrones del regimiento de Granaderos a Caballo (creado por San Martín), pero el mayor aporte lo hizo la misma Cuyo, con un gran número de voluntarios, incluidos los negros esclavos y los libertos, que hasta entonces poco eran tenidos en cuenta.

Llegó así a reunir San Martín un ejército de aproximadamente 5.500 hombres (entre hombres de tropa y milicias), 10.600 mulas (fundamentales para el cruce de los Andes, ya que por estar adaptadas a la altura, podían cargar con todo lo necesario), 1.600 caballos (de los cuales llegaron a Chile aproximadamente 800, pérdida esta que ya había calculado San Martín) y 700 cabezas de ganado, además de la artillería y provisiones, las del batallón N° 8, que dirigía Matías Sarmiento.

Las bandas más famosas del ejército de San Martín fueron las del batallón N° 8, que dirigía Matías Sarmiento, y la del batallón N° 11, que había obsequiado a San Martín el señor Rafael Vargas, acaudalado hacendado mendocino. En 1810 el señor Vargas había enviado a Buenos Aires a 16 de sus esclavos negros para que se les enseñara la música de instrumentos de viento, encargando a su apoderado que hiciera traer de Europa instrumentos, música y uniformes. Después de cuatro años regresaron los negros a Mendoza formando una banda completa de muy regular capacidad. Se

supone que estos esclavos fueron alumnos de Víctor de la Prada, que en 1810 dirigía una academia de música instrumental en Buenos Aires (véase el Correo de Comercio del 24 de marzo de 1810).

El General Jerónimo Espejo, en su libro El paso de los Andes, expresa:

«Cuando en 1816 San Martín realize señor Vargas le obsequió la banda completa con su vestuario, instrumental y repertorio».

El músico chileno José Zapiola, en su libro de memorias “Recuerdo de Treinta Años”, aporta interesantes detalles sobre las bandas del ejército patriota:

«En 1817 entró en Santiago el ejército que, a las órdenes de San Martín, había triunfado en Chacabuco.

Este ejército trajo dos bandas regularmente organizadas, sobresaliendo la del Batallón N° 8, compuestas en su totalidad de negros africanos y de criollos argentinos, uniformados a la turca. Cuando, días después de la batalla de Chacabuco, se publicó el bando que proclamaba a don Bernardo O’Higgins Director Supremo de Chile, el pueblo, al oír aquella música, creía estar en la gloria, según decía.

Estas bandas eran superiores a la única que tenían los realistas en el batallón Chiloé, que era detestable.

Uno de estos conjuntos marchó al Sur con el Batallón N° 11; la otra, la del Batallón N° 8, quedó en Santiago.

Mi afición a la música me hacía asistir a todas las horas en que esta banda funcionaba.

Los oficiales me miraban como si perteneciera al batallón.
Contraje amistad con el músico mayor, Matías Sarmiento, que tocaba el requinto y enseñaba a la banda, instrumento por instrumento, haciendo oír a cada uno su parte por separado, y siendo él el único que sabía algo de música; pues todos la ignoraban y aprendían de oído lo que él les repetía.

El flautín de la banda me había enseñado a conocer los signos y algo de la escala de la flauta. En cuanto a los valores, los ignoraba completamente, y nada pude aprender en esa parte. Sarmiento, antes de enseñar a los demás, tenía que estudiar el primero y el segundo clarinete; los otros instrumentos acompañaban como podían; y como leía la música con mucho trabajo, yo, que me ponía a su lado cuando estudiaba, y le seguía con la vista en el infinito número de veces que tenía que repetir cada frase, aprovechaba para mí el prolijo estudio que él hacía. En 1820 era tambor mayor del Batallón N° 8, el sargento Moyano, cuya fisonomía estaba marcada por un horroroso chirlo que le atravesaba todo un lado de la cara.

De (“Todo es Historia”; edición “Las Bandas Militares: el coraje a través del ritmo” por Vicente Gesnaldo, 1971).

Hubo esclavos que se fugaron de la residencia, hecho común en la época colonial.

En el libro de gastos de la residencia aparecen registros de dinero pagado a gente para buscar a los fugitivos o por poner grilletes a algún esclavo fugado.

Entre 1737 y 1763 se fugaron al menos ocho esclavos. Dos llegaron hasta Mendoza, uno escapó por la cordillera cuando era trasladado a Chile y otro huyó cuando lo traían desde Buenos Aires. Cinco de los ocho fueron recapturados.

> El castigo impuesto tanto a las fugas como a otros delitos como robar, consistía en encarcelar con grilletes a los esclavos.

La presencia de cepos y grilletes en los inventarios así lo prueba.

Generalmente se los tenía ocho días engrillados.

> En San Juan se pagaba entre 1 y 12 pesos por la recaptura de un esclavo. Una cifra mucho menor a lo que se pagaba en Perú, que iba de los 35 a los 120 pesos.
Los buscadores de esclavos fugados eran verdaderos especialistas en el tema.

> La propiedad de Puyuta estaba en el bajo que se encuentra entre Marquesado y los cerros de Zonda. La pulpería, donde se vendía lo que allí se producía, estaba donde hoy está la esquina Colorada y era atendida por dos esclavas negras.

> ¿Qué fue de los esclavos cuando expulsaron a los jesuitas?

Digamos que los 104 que la Compañía tenía en 1767 se hicieron

115 en 1772, cuando fueron sacados a remate. Ciento trece fueron vendidos en subasta pública en junio de ese año. Después de una puja entre varios vecinos, fueron adquiridos por José de Ibazeta por la cantidad de 15.100 pesos.

El comprador sólo pagó tres mil pesos. A su vez, dos esclavas negras se sacaron a remate por separado y Juan de Díos Furque las adquirió por 360 pesos.

Criar y comprar eran los métodos usados por los dueños de esclavos en la época colonial.

En este sentido, el historiador Magnus Morner, haciendo un balance general sobre el tema, menciona cuatro categorías de dueños en cuanto a sus actitudes respecto a la vida sexual de los esclavos.

> El primer grupo es el de los propietarios que trataban de prohibir

la promiscuidad a favor de uniones más estables, como la forma de matrimonios.

> El segundo era el de los que mantenían separados a los hombres de las mujeres haciendo más difíciles las relaciones sexuales entre ellos.

> En tercer lugar estaban los que eran completamente indiferentes al problema y tenían la esperanza de que la promiscuidad aumentaría el número de esclavos.

> Por último estaban los que alentaban la reproducción, proporcionando mejores viviendas y cuidado de la salud.

En el caso de los jesuitas se prefería comprar esclavos varones en edad de trabajar.

No obstante, se trataba de conservar una relación entre varones y mujeres, favoreciendo los matrimonios. Es así como en 1767 había 53 mujeres y 51 hombres entre los esclavos. De ellos, sólo 6 mujeres y 4 hombres tenían más de 45 años. Había 40 niños menores de 10 años.

Mario Pérez
Primero fue una idea. Luego varios comentarios del tono:
“¿Te parece que un artista de la importancia de Mario Pérez aceptará ilustrar la nota?”. Ante la consulta, la respuesta fue un contundente sí. Un orgullo para La Pericana y un ejemplo de
humildad de un gran artísta.
Mario falleció el 22 de octubre de 2018


La declinación de la raza negra respondió a una suma de factores entre los que es posible destacar como los más importantes los siguientes:
La terminación de la introducción masiva de negros esclavos.

> La alta tasa de mortalidad, por razones de hygiene y alimentación.
> La incidencia de las guerras de la Independencia, civiles y contra Brasil y Paraguay que diezmó la población varonil. El progresivo aumento de la inmigración blanca europea.

> La tendencia a blanquear a los hijos que manifestaron las mujeres de color al aceptar formar pareja estable o no, con hombres blancos. De esta manera lograban la equiparación social de los hijos permitiendo su acceso a sectores que estaban vedados a las personas de origen africano o indio, por ser provenientes de la esclavatura o las castas.

> A lo anterior hay que agregar el agravamiento de la situación laboral, alimentaria, sanitaria y social del negro, mulato o pardo que quedaba en condición de libre, acompañando de manera paralela a la situación de la población aborigen, también en disminución y de relegación social, en una sociedad regida por el blanco. > El esclavo libre perdía la protección de la casa patronal y quedaba liberado a las inseguridades de la sociedad liberal, que si bien le daba una libertad, no la compensaba con protección sanitaria, educacional ni le proporcionaba trabajo con una remuneración que le permitiera solventar las necesidades mínimas del vivir cotidiano.