• 03/12/2022

Historias de las que poco habla la historia

Mal que les pese a los admiradores de próceres inmaculados, subidos a una estatua y ejemplos de vida en todos los campos, los próceres argentinos fueron hombres de carne y hueso que amaron, odiaron, tuvieron hijos y supieron de excesos. Nada de eso les impidió servir a la patria y ser protagonistas de una inmensa obra. En esta primera nota, la vida amorosa de Manuel Belgrano.

Las amantes secretas y los hijos de Belgrano

Hubo una etapa en la vida argentina en que el rumor se instaló. Varios historiadores coincidieron sobre la vida personal de Manuel Belgrano.

Hasta algunos llegaron a manifestar abiertamente la condición homosexual del creador de la Bandera.

En realidad era todo lo contrario.

Lo cierto es que todo fue una versión que dejó correr el entonces coronel Manuel Dorrego. Tal vez, por envidia o por despecho. La “habladuría” se basaba en que el entonces general del ejército del Norte tenía finos modales y que su voz aflautada se contraponía a los estereotipos de “virilidad”.

Belgrano fue un hombre galante a quien gustaban apasionadamente las mujeres.

Manuel Belgrano nació en 1770. Cabe destacar que su apellido era Peri, originario de la región de Liguria, en Italia. Su padre Domenico llegó a España y se lo cambió por Belgrano. En 1786, el joven Manuel partió hacia España enviado por su padre para instruirse en las artes del comercio. Sin embargo, se decidió a estudiar derecho. En la Universidad de Salamanca se graduó de abogado en 1793.

Aparte de ser un hombre que concurría habitualmente a las tertulias cortesanas, el exitoso abogado visitaba junto a sus amigos, burdeles y posadas. Fue por esos tiempos que contrajo sífilis, una enfermedad que años después lo llevaría a la tumba.

El flamante letrado era un hombre de rasgos finos y delicados; ojos azules y de cabello rubio ensortijado. Aparte de su particular belleza, era un hombre de brillante inteligencia, hablaba varios idiomas; francés, italiano e inglés.

Estas cualidades hicieron que muchas mujeres de la corte española se enamoraran de él y tuviera una importante cantidad de romances, que la mayoría de sus biógrafos han obviado.

Aparte de ser un hombre que concurría habitualmente a las tertulias cortesanas, el exitoso abogado visitaba junto a sus amigos, burdeles y posadas. Fue por esos tiempos que contrajo sífilis, una enfermedad que años después lo llevaría a la tumba. 

A pesar de ello Belgrano se dedicó al estudio con pasión, especializándose en economía.  Y para con los años, abrazaría los nuevos ideales de libertad que se gestaba en el vecino país de Francia.

María Josefa Ezcurra

Llegado a Buenos Aires, a fines del siglo XIX, Belgrano estuvo relacionado con la alta sociedad porteña. En 1802, conoció a María Josefa Ezcurra, hermana de doña Encarnación, cuñada de Juan Manuel de Rosas y que había contraído matrimonio con su primo Juan Ezcurra.

Ambos se conocieron después de una tertulia y a pesar de que Belgrano sabía que María Josefa estaba casada, inmediatamente se enamoraron.

María Josefa Ezcurra, abandonada por su marido, siguió a Belgrano en sus batallas creyendo que podía vivir con él, en libertad, el viejo amor que los unía. Permanecieron juntos en la Campaña del Norte hasta que, embarazada, regresó para tener a su hijo, el que por convenciones sociales, no fue un Belgrano, sino un Rosas, cuando Juan Manuel y Encarnación Ezcurra lo hicieron pasar por hijo propio

Otro de sus amores fue Dolores Helguera, una bella tucumana de 15 años.

Belgrano contaba con 46 cuando fue invitado a un baile por los festejos de la declaración de la Independencia, allí se conocieron y se enamoraron inmediatamente. A lo largo de dos años no dejaron de verse y la pareja fue el comentario social de la época. De esta relación nació, el 4 de mayo de 1819, Manuela Mónica del Corazón, la que fue bautizada en Tucumán tres días después.

Manuela Mónica del Corazón. El parecido con su padre es sorprendente

¿Por qué Belgrano no se casó con Dolores cuando ella quedó encinta, para evitarle el baldón social que en esa época caía sobre la madre soltera? ¿No pudo hacerlo por su enfermedad, o porque se consideraba demasiado viejo? ¿O directamente no quiso asumir el compromiso? Es terreno para muchas conjeturas. 
Lo cierto es que más tarde Dolores se casó con un pariente, Manuel Rivas. Es tradición que sus padres la obligaron a hacerlo. Tuvieron hijos, no se sabe cuántos, pero fueron más de uno. Vivían en el interior de Catamarca. Rivas la abandonó años después: se fue a Bolivia y no se supo más de su persona.

Pedro Belgrano y Rosas

Días antes de fallecer, en 1820, Belgrano encomendó a don Juan Manuel de Rosas que cuando fuera mayor, le dijeran a Pedro que era su hijo. Tiempo después, don Juan Manuel cumplió con ese mandato. Fue desde entonces que el joven empezó a firmar Pedro Belgrano y trabó relación con su hermanastra tucumana, Manuela Mónica.

La carta de un hombre enamorado

El 3 de diciembre de 1817, el general Manuel Belgrano le escribía al entonces gobernador de Salta, Martín Miguel de Güemes: “Mi corazón es franco y no puede ocultar sus sentimientos: amo además la sinceridad y no podría vivir en medio de la trapacería que sería precisa para conservar un engaño; sólo a las pobres mujeres he mentido diciéndoles que las quiero, no habiendo entregado a ninguna, jamás, mi corazón”.

Dolores Helguera

Amor en Tucumán

Dolores Helguera era una bella tucumana de 15 años. Belgrano contaba con 46 cuando fue invitado a un baile por los festejos de la declaración de la Independencia, allí se conocieron y se enamoraron inmediatamente. A lo largo de dos años no dejaron de verse y la pareja fue el comentario social de la época. De esta relación nació, el 4 de mayo de 1819, Manuela Mónica del Corazón, la que fue bautizada en Tucumán tres días después. Belgrano recién conoció a su hija en septiembre, cuando pidió licencia militar por la avanzada hidropesía que le generaba tremendos dolores en las piernas.

Pero Manuel y Dolores nunca legalizaron el matrimonio: Victoriano Helguero, padre de la joven, de una familia de la aristocracia tucumana, la había casado con un tal Rivas, que terminó abandonándola.