Hora de pacificar espíritus

Es hora de pacificar los espíritus, de bajar los decibeles de las controversias, de hacer prevalecer la tolerancia, de hacerle «sacar músculos» a la paciencia; de ello no se puede tener duda razonable alguna.

Es hora de ser más amigos que nunca de los amigos, de honrar las mesas familiares, de practicar una sana convivencia con los vecinos, de ser corteses con nuestros semejantes.

Es hora de ser refractarios a los mensajes fundamentalistas, a las invitaciones de mirar al otro como enemigo, a la tentación de ser parte de la anarquía; es hora de eso y de mucho más.

Es, también hora de ser razonables, muy razonables, de aprender a respetar al que piensa y siente distinto, de asumir que el diferente es eso, ni mejor ni peor que nosotros.

Es hora de asumir que hay demasiados con capacidad para «prender la mecha» y, desgraciadamente, no se vislumbran quienes tengan los atributos y capacidades del «matafuego».

Es hora de que valoremos que vivimos en una provincia en la cual las dirigencias, en especial la política, es pacífica, respetuosa, institucionalista. Todo ello, sin perjuicio de sus profundas y lógicas diferencias y controversias.

Es hora de que se entienda que no se puede seguir «tirando de la cuerda», de que entendamos que, en la anarquía, en la desesperanza social, «en la perinola siempre sale todos pierden».

Eso creo como ciudadano.