• 02/12/2023

John Gotti, el capo mafia de Nueva York que posaba en las fotos como si fuera una celebridad

John Gotti, el capo mafia de Nueva York que posaba en las fotos como si fuera una celebridad

EL “PADRINO” QUE SE CREÍA INTOCABLE

John Gotti fue el último mafioso en convertirse en una figura pública, en una celebridad. Provocaba una enorme fascinación. Su figura prolija, el encanto de su sonrisa, el desparpajo con el que esquivaba a la justicia. Llegó a manejar la mafia de Nueva York en la segunda mitad de los años 80. Muchos dicen que desde Al Capone no había habido otro gángster que generara tanto interés.

Netflix tiene en su cartelera Cómo se convirtieron en capos de la mafia, un documental que explora el ascenso y caída de los líderes del hampa más notorios de la historia, desde Al Capone hasta Pablo Escobar.

Uno de los capítulos está centrado en la historia de John Gotti, conocido como ‘El Don de Teflón’ y líder de la familia Gambino en Nueva York. Gotti, famoso por su prominencia y visibilidad en el mundo del crimen, marcó una corta era en la mafia estadounidense.

El caso es que Gotti fue un mafioso distinto. A diferencia de los hampones que respetaron a rajatabla la Ley de la Omerta, Gotti era bocón y jactancioso, algo que la mafia no perdona.

Hasta en las fotos de prontuario, John Gotti posaba elegante y cuidadosamente peinado. Acá cuando fue arrestado en 1968

La historia de un mafioso célebre

Había empezado desde muy joven. Como si tuviera una propensión genética para el delito. John Gotti era capaz de hacer cualquier cosa por trepar.

Ingresó en la Familia Gambino, la más importante de las cinco familias de la mafia de Nueva York. Era el soldado más audaz y más sanguinario. Estuvo preso por dos homicidios. Aguantó los años de reclusión y no delató a nadie. Eso hizo que lo ascendieran muy rápidamente. A partir de ese momento fue imparable. Su ambición era única. Subió cada escalón hasta que quedó muy cerca de Paul Castellano, el Don de los Gambino desde 1975. A esa altura, John Gotti ya no seguía órdenes de nadie. Y estaba dispuesto a eliminar a quien se le pusiera delante.

Carlo Gambino

Cuentan que no sólo la cárcel lo había endurecido. Una mañana Frank, su hijo mayor de 12 años, salió a andar en bicicleta. Un auto dobló por la avenida y atropelló al chico. Fue llevado al hospital de urgencia pero murió por las graves heridas. El hombre que lo atropelló semanas después fue hasta la casa de la familia Gotti para consolar a los padres y para mostrar su arrepentimiento. La esposa de Gotti lo recibió dándole batazos de béisbol en la cabeza. El hombre salió corriendo. No llegaría lejos. Dos meses después del accidente, un día no concurrió a su trabajo. Desapareció y nunca volvió a ser visto. Su cuerpo no se encontró.

El cuerpo sin vida de Paul Castellano

John Gotti llegó a la cima de la Familia Gambino en 1985, tras el asesinato en la vía pública del anterior don, Paul Castellano. Un crimen que todos sabían lo ordenó Gotti.

El cuerpo del jefe criminal de la mafia Paul Castellano yace en una camilla afuera del Sparks Steak House en Nueva York después de que él y su guardaespaldas fueran asesinados a tiros el 1 de diciembre de 2019. 16 de diciembre de 1985. El mafioso John Gotti reclamó el primer puesto en la familia Gambino tras el tiroteo entre mafiosos. (AP Photo/Mario Suriani).

John Gotti llegó a la cima de la Familia Gambino en 1985, tras el asesinato en la vía pública del anterior don, Paul Castellano. Apenas aparecieron las imágenes en los diarios sensacionalistas del mafioso acribillado en la vereda junto a su hombre de confianza, nadie tuvo la menor duda de quién había ordenado las ejecuciones. John Gotti se convirtió, al mismo tiempo, en el sospechoso principal y en el sucesor de Castellano.

Después de una reunión de los capitanes de la familia, se decidió que los Gambino quedaran bajo el mando de Gotti. Tenía demasiada ambición y demasiado poder de fuego como para no ser elegido.

 

Gotti saliendo de Tribunales en Nueva York. El tercero es su hijo John Jr.

Gotti manejaba todos los típicos negocios de la mafia. Extorsión, apuestas, bares, prestamos usurarios, protección, sindicatos, prostitución y la última gran inversión de los hampones: negocios en la construcción; habían construido un emporio en ese ramo, tanto que cada uno de ellos tenían como “actividad oficial”, como tapadera, alguna empresa del rubro (la de Gotti era de plomería, por ejemplo).

Pero John Gotti había incursionado en otro tipo de negocios, en uno que estaba terminantemente prohibido por la vieja guardia: la droga. Los hombres de Gotti traficaban cocaína y heroína y eso le había dado un enorme poder económico, un desbalance con sus rivales internos. El mafioso creía que era demasiado dinero como para dejarle pasar por viejos pruritos. La oposición de Castellano a la venta de drogas fue la propia sentencia de muerte.

 

El FBI, agencias federales e investigadores de la ciudad pusieron su ojo en Gotti. Parecía una presa fácil por sus movimientos ampulosos y poca discreción. Pero Gotti era resbaladizo, inexpugnable. En 1986 pareció que por fin su suerte cambiaría. Los fiscales de Nueva York en un movimiento de pinzas enjuiciaron, al mismo tiempo, a altos miembros de las distintas familias mafiosas. Los juicios se llevaron adelante sin mayores problemas y con nutridas pruebas (muchas de ellas comprometían a varios de los acusados a la vez) los diferentes capos recibieron penas de 100 años de prisión. Pero Gotti, no. Él, una vez más, zafó. Mientras a los otros les tocaba pasar el resto de su vida en la cárcel, Gotti salía en la tapa de la revista Time con su foto intervenida por Andy Warhol.

Gotti salía en la tapa de la revista Time con su foto intervenida por Andy Warhol.

Gotti a menudo sonreía y saludaba a las cámaras de televisión en sus juicios lo que le hizo ganarse el favor de parte del público en general.

El criminal se había convertido en un consumo pop. Cada semana alguna revista hablaba de él. Las celebridades no tenían problema en aparecer en alguna foto compartiendo cenas o salidas. Mickey Rourke, cantantes célebres y protagonistas de sitcoms concurrieron a audiencias de los juicios en los que Gotti era acusado, con pases de ingreso que le correspondían al mafioso. En las escuchas del caso aparecían Sinatra, Julio Iglesias y James Caan.

A veces daba la impresión de que Gotti hubiera moldeado su imagen pública mirando películas de gángsters más que imitando a sus antecesores. Más que a los Gambino, Anastasia o Castellano, él imitaba a Marlon Brando o Al Pacino.

El peinado cuidado, la sonrisa ladeada, despreocupada, la ropa a medida, el sobretodo elegante, los zapatos brillantes.

 

Los medios lo llamaron The Dapper Don, el Capo apuesto, elegante. A él le encantaba. Todo el tiempo parecía estar actuando. Sabía dónde estaban las cámaras aunque estuviera en la calle o en una sala de audiencias. O cuando le sacaban la foto para el prontuario cuando era detenido: siempre aparecía sonriente, pero no era una sonrisa de alegría, la suya estaba llena de sarcasmo y seguridad.

Esa primera vez en que fue llevado a juicio como Padrino quedó libre. Según la serie de Netflix, la segunda ocasión fue por un viejo entredicho callejero. Una discusión de tránsito que terminó con lesiones graves para la víctima que nunca supo que se estaba peleando con un líder mafioso. Sus perseguidores creyeron que en esa causa no tendría defensa. Pero los testigos comenzaron a desaparecer y la víctima sufrió un súbito pero comprensible ataque de amnesia cuando le tocó subir al estrado. Gotti quedó exonerado en el momento pero a las pocas semanas otra vez debió rendir cuentas ante la justicia. Esta vez la investigación era más contundente. Habían grabado varias conversaciones telefónicas en las que él organizaba delitos de todo tipo y tenían declaraciones de viejos soldados suyos que habían aceptado colaborar para que sus penas fueron más benignas. En la sala a Gotti se lo veía exultante pese a que la acusación era muy grave y las pruebas frondosas.

 

John Gotti, es escoltado por un hombre no identificado entre la multitud afuera del tribunal, el 9 de febrero de 1990, durante una pausa para almorzar en su juicio por agresión. Más tarde, un jurado absolvió a Gotti de todos los cargos por disparar contra un líder sindical.

Una vez más fue declarado inocente. Los jurados adujeron que las grabaciones no se escuchaban con claridad y que la reputación de los mafiosos que se habían dado vuelta afectaba su credibilidad.

Su fama no dejaba de crecer. Se convirtió, en esos años de fines de los ochenta, en el mafioso más célebre desde Al Capone. Los medios le pusieron un nuevo apodo: “El Padrino de Teflón” porque nunca quedaba pegado.

 

Desde hace mucho tiempo es una norma en la Mafia que un jefe sólo puede ser asesinado con la aprobación de la mayoría de los miembros de la Comisión. De hecho, el asesinato de Castellano planeado por Gotti habría sido el primer golpe no sancionado contra un jefe desde que Frank Costello estuvo a punto de ser asesinado en 1957.

Hubo una causa más. Lo acusaban del asesinato del jefe del sindicato de carpinteros. Alguien había levantado un lujoso restaurante en pleno Manhattan sin recurrir al sindicato de carpinteros. Cuando sus dirigentes gremiales se enteraron, esperaron a la noche de la inauguración, y con palos y mazas destruyeron todo el local. Quedó convertido en una pila de escombros; el castigo por esquivarlos. Lo que no sabían los sindicalistas era que el local pertenecía a un hombre de Gotti. Como represalia, el jefe del sindicato apareció muerto pocos días después. Otra vez, todos sabían quién era el que había ordenado el asesinato pero no tenían pruebas. Hasta que uno de los investigadores, rebuscando en las escuchas, encontró a Gotti diciendo que debían “Acabar con el sindicalista”. Otro juicio. A diferencia de los anteriores, este no era federal sino local. Eso permitió que fuera televisado. Un gran show que Gotti disfrutó aunque a la hora de la sentencia, esta vez, se lo veía más preocupado. El resultado fue el mismo de siempre. Inocente. La leyenda se agigantaba.

Gotti y su abogado Bruce Cutler

A esta altura de los hechos el FBI tenía en su poder varios datos vitales. Sabía que las reuniones con su círculo íntimo no las tenía en un club que frecuentaba sino unos pisos más arriba, en el departamento de una anciana, madre de uno de sus soldados preso. Por una salida secreta, Gotti y los otros jefes llegaban al departamento y allí, supuestamente sin testigos, discutían sus asuntos, repartían negocios ilícitos y ordenaban ejecuciones varias. El FBI hacía meses que había logrado colocar micrófonos en ese living anticuado. Y uno de las muchas cosas de las que se enteraron fue que el Padrino se mantenía tan sereno durante los juicios orales porque tenía comprados a varios de los integrantes del jurado. Pero el FBI se guardó la información para que el mérito de la condena de Gotti no se lo llevara otra agencia estatal. Además de sus ilícitos, a Gotti lo mantenía libre la guerra de egos y celos entre sus perseguidores.

 

Gotti fue encarcelado en la Penitenciaría de Estados Unidos en Marion, Illinois. Pasó la mayor parte de su condena en confinamiento solitario efectivo, permitiéndosele salir de su celda sólo una hora al día.

En 1990 lo detuvieron otra vez. Fue junto a Sammy El Toro Gravano, el segundo en la jerarquía de la Familia Gambino y a Frank Locascio, el consiglieri. Era la cúpula de la Familia Gambino, los tres hombres más poderosos de la mafia de Nueva York. De nuevo el FBI. Esta vez tenían en su poder las escuchas del departamento de la anciana. La primera derrota de Gotti fue que el juez apartó a sus dos abogados principales: los profesionales estaban implicados en las escuchas.

Salvatore «Sammy El Toro» Gravano, el mafioso que lo delató.

El día de su detención final, las cámaras toman como sale esposado del club privado que oficiaba de oficina. Junto a él, el Toro Gravano y Locascio. Gotti sonríe, está distendido.

Después ocurrió lo impensado. La metamorfosis más espectacular de la historia judicial de Estados Unidos y también de la mafia. El Toro se convirtió en una rata. Contra todos los pronósticos, Sammy Gravano aceptó colaborar con la justicia. Confesó cada uno de los delitos en los que estuvieron involucrados. Entre ellos 18 asesinatos. Después, la violación de cada artículo del código penal, como si no hubieran dejado delito sin cometer. Cada confesión de Gravano iba acompañada por una grabación en la que con nitidez se escuchaba la voz de Gotti ordenando la comisión del delito. Si en algún momento optaba por la elipsis, Gravano se convertía en el exégeta perfecto. Nunca en la historia de la mafia alguien de un rango tan alto en la organización había declarado en contra de uno de los suyos. La Omertá se quebró definitivamente. La condena fue contundente: reclusión perpetua.

 

Foto de John Gotti después de ser golpeado por un compañero de prisión en julio de 1996.

En 1996, un compañero de prisión afroamericano llamado Walter Johnson le dio un puñetazo a Gotti en la sala de recreo de la prisión, dejándole magullado y sangrando, porque le había faltado al respeto con un insulto racial. Gotti, deseoso de venganza, ofreció a los jefes de la Hermandad Aria  entre 40.000 y 400.000 dólares para que mataran a Johnson. Johnson fue trasladado a la Prisión de máxima seguridad en Florence, Colorado.

Gotti fue enviado a una cárcel de máxima seguridad. Desde allí siguió manejando a la Familia Gambino. Lo hizo a través de sus hijos. Pero dos de ellos también fueron detenidos. Uno, contra la opinión del padre, se declaró culpable y arregló una pena menor: 6 años de prisión. Su esposa dejó de visitarlo enojada por haber arrastrado a sus hijos a la prisión (mientras estuvieran libres no le molestaba tanto que se dedicaran a delinquir). Más de la mitad de los altos mandos de la Familia Gambino fueron condenados en esos años.

La última foto de John Gotti, de 60 años, tomada por la Agencia Federal de Prisiones el 17 de octubre de 2001, ocho meses antes de su muerte.

En 1998 John Gotti debió ser intervenido quirúrgicamente. Le extirparon un tumor maligno de la garganta. Los tratamientos y las operaciones no dieron resultado. John Gotti murió en un hospital del servicio penitenciario de Estados Unidos el 10 de junio de 2002. Tenía 61 años.

Sus años de esplendor habían pasado hacía más de una década. Sin embargo, tuvo un funeral fastuoso. Decenas de limusinas, una caravana muy extensa, parada del cortejo en la puerta de sus clubes privados, muchos reportero gráficos y curiosos.

Hubo ausencias notables: no concurrió ninguna celebridad. Tampoco se vio a ninguno de los miembros de las otras cuatro familias del crimen organizado de Nueva York. Todavía no lo perdonaban.

El mafioso cinematográfico

Desde su condena, Gotti ha sido retratado en seis películas para televisión, tres series documentales, tres películas teatrales y ha sido tema en la música:

Getting Gotti – Película para televisión de la CBS de 1994, interpretada por Anthony John Denison
Gotti – Película para televisión de HBO de 1996, interpretada por Armand Assante

Testigo de la mafia – Miniserie de la NBC de 1998, interpretada por Tom Sizemore

Gotti es mencionado en la canción «Everybody Get Up», de la boy band británica Five, lanzada en 1998.

Gotti es el tema principal de la canción «King of New York», del grupo de rap-rock neoyorquino Fun Lovin’ Criminals, publicada en 1996.

The Big Heist – Película canadiense-estadounidense de 2001 que se emitió en A&E, interpretada por Steven Randazzo.

Boss of bosses Película para televisión de la TNT adaptada del libro del mismo nombre, interpretada por Sonny Marinelli.

Sinatra Club – película teatral de 2010, interpretada por Danny Nucci

El aspirante – película de 2015, interpretada por Joseph Siravo

Gotti – película teatral de 2018, interpretada por John Travolta

Un episodio de 1999 de la serie documental The FBI Files narró la historia de la investigación y condena de Gotti.

Victoria Gotti: La hija de mi padre es una película para televisión de 2019 basada en el libro de Victoria Gotti. John Gotti es interpretado por Maurice Bernard.

Fuentes: Wikipedia, Netflix, Infobae, Times