• 26/08/2023

El muro invisible

El muro invisible

Escribe Juan Carlos Bataller

El pueblo se llama Nogales, de Sonora, México.

Dicen que tiene 300 mil habitantes, aunque nadie lo sabe con exactitud.

De día, en sus calles, muchas de ellas aún polvorientas, transitan centenares de mendigos, miles de chicos juegan al fútbol con una pelota de harapos, adolescentes toman cerveza sentados en el piso de mugrientas veredas, una prostituta ofrece sus  servicios en alguna esquina aunque es mediodía y cada tanto en medio de un tránsito caótico y rumoroso, pasan impresionantes camionetas 4×4 que, según afirman, son propiedad de vendedores de drogas que distribuyen su mercadería en las cercanías de escuelas, billares y plazas.

El otro pueblo se llama Nogales también, pero de Arizona, Estados Unidos. Su población es de sólo 21 mil habitantes. Las calles son silenciosas y limpias, el tránsito muy ordenado y en sus cuidadas plazas y parques algunos niños se distraen en los juegos.

Mientras las noches de la Sonora americana son silenciosas, las de la mexicana se pueblan de ruidos, sirenas, tiros y vicios.

Pero las diferencias entre ambos Nogales no terminan allí. Robert Kaplan, un periodista y escritor norteamericano, lo explica muy bien: “En el Nogales Mexicano uno tiene la sensación que las polvorientas oficinas de correos acaban de ser desalojadas debido a la falta de muebles y el desorden generalizado. En los Nogales de Arizona, hay impresos prolijamente apilados, un reloj de pared que funciona a la perfección, gente que guarda cola en silencio y un policía encorvado que, a diferencia de sus arrogantes y lascivos colegas de México, revisa unos documentos en un rincón”.

Ambas Sonora comparte el desierto del Altar, el sitio más caluroso del planeta.

En el Plaza Hotel de Nogales, Sonora una habitación cuesta 50 dólares. Lo mismo que en el hotel Americana de Nogales, Arizona. A pesar que el hotel mexicano se inauguró hace dos años, muchas puertas no cierran bien, las paredes comienzan a cubrirse de manchas, los equipos de aire acondicionado son ruidosos y algunos no funcionan, los televisores son un desastre.

Distinto es el caso de hotel norteamericano. A pesar de su cuarto siglo de existencia, todo funciona perfectamente, incluida la piscina, el bar y el restaurante.

En las calles los panoramas son totalmente distintos. Además del silencio o el bullicio, son diferentes los logotipos de los comercios (de un lado fabricado con polímeros caros, luminosos, del otro con plástico barato), los jardines, los carteles de señalamiento (casi todos destruidos en el lado mexicano), la ropa de la gente, el estado de los vehículos…

Pero lo que más llama la atención son los edificios de Migración y Aduanas. Del lado Mexicano hay decenas de funcionarios que toman té o café mientras charlan con sus cortes de parásitos, el aire acondicionado pocas veces funciona, se superponen decenas de voces. Uno pasa la frontera y se encuentra con una sala silenciosa, con aire acondicionado, muy limpia donde sólo se advierte la presencia de dos funcionarias, una de Migraciones y otra de Aduanas, una máquina de rayos x que controla los equipajes y policías que no se ven en el lugar y que sólo aparecen en escena si se presenta algún problema”.

Sonora, Mexico.
Sonora, California.

Vamos a agregar otros detalles para que se entienda la situación.

Si uno los mira desde el aire, observa que ambos Nogales co‑forman una misma mancha en medio del desierto. Sólo los separa una gran muralla levantada con chapas. Tan cercano un pueblo del otro como estaban los dos Berlín separados por el muro. La frontera es ese pequeño edificio con sus puertas de cristal que es la Aduana norteamericana y que, pasaporte mediante, permite acceder en pocos minutos a un mundo nuevo e infinitamente mejor.

¿Cuál es la diferencia entonces?

¿Hay una cuestión étnica? ¿Son mejores los caucásicos que los latinos?

Fíjese en este dato:

—El 99 por ciento de los habitantes de los Nogales mexicanos, son mexicanos.

—El 96 por ciento de los habitantes de los Nogales de Arizona, también son mexicanos que emigraron.

Quienes más se oponen a que algún día desaparezca la frontera son los mexicanos de los Nogales norteamericano.

‑Nos invadirían con sus drogas, sus crímenes, el uso indiscriminado de los subsidios estatales, la vagancia…‑, argumentan.

Estamos en la Argentina. Y este corazón argentino cansado de guerras, ve lo que ocurre en Nogales y se pregunta: De un lado hay 21 mil. Del otro 300 mil.

En la Argentina a veces me parece ver un muro invisible. ¿Cuál será el futuro? ¿Cuántos estaremos de cada lado?

Publicado originalmente en el libro de Juan Carlos Bataller La cena de los jueves, editado en 2010