Momentos

El ambiente acompaña. Es el lugar donde te sentís cómodo, donde uno ve las cosas en su lugar aunque no lo estén; nuestro cerebro sabe que están allí y las acepta. 

Es donde la luz es la que hace falta, nada más. Tal vez alguna ventana que nos muestra el jardín, el naranjo o el gallinero que nos trae a la realidad con sus cacareos y movimientos.     

O tal vez, la vista desde un departamento en lo alto que nos deja ver a otros de la manzana. 

No hablo del comedor, con muebles y almohadones. Sino de ese rinconcito que algunos tenemos la dicha de contar. 

Es donde leemos, escribimos y, a veces, soñamos. Preferentemente con alguna música de fondo que, por repetida que sea, se nos hace carne, como el resto de los componentes de ese micromundo que, precisamente por reconocido, nos sienta tan bien luego de los trajines diarios.   

Es como ponerse aquel calzado viejo de entre casa luego de una jornada de usar los zapatos pitucos y ajustados. No sabemos si lo que hay allí está a la moda o no, si es viejo o nuevo, pero tampoco nos importa.  Sabemos que, como la zapatilla vieja, nos da placer disfrutar de aquello

Puede ser, simplemente, aquella silla de totora que nos espera bajo la higuera para acompañarnos a tomar ese mate tan esperado a la oración, como decían los viejos criollos. 

No tiene por qué tener forma de envase donde «contenernos».  Cada cual tiene su rinconcito donde refugiarse de aquel barullo diario.   

No es solo descansar el cuerpo, es alegrar el ánimo y dejar pasar el tiempo sin motivo alguno. Meditar, soñar o volar. Lo que se presente.             

Bienvenidos esos momentos que nos recargan y nos hacen bien. Donde sean…pero que sean.