• 04/03/2023

De tanto preocuparnos en vivir nos hemos olvidado de morir

De tanto preocuparnos en vivir nos hemos olvidado de morir

Por Juan Carlos Bataller

De pronto, uno lee testimonios y se pregunta: ¿quién quiere vivir eternamente?

Parece que mucha gente. No importa a qué costo ni con qué calidad de vida.

Surgen negocios de una magnitud asombrosa.

Dentro de poco estará prohibido envejecer y para colmo morirse será un fracaso personal y profesional.

Algunos amigos ya entraron en esa onda y me envían maills optimistas: “envejecer está en la mente”, “los 70 de ahora son los 60 de antes”, dicen.

Los médicos, por su parte, dicen que considerar a alguien como un anciano es discriminarle por lo tanto se los empuja a tratar igual a un hombre de 40 años que a un anciano de 90.

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Me contaba un amigo profesional: “Resulta inaudito ver las listas de medicación de personas tan extremadamente deterioradas que ni saben para que son sus 20 pastillas ni las pueden tragar; resulta trágico ver a ancianos sometidos a procedimientos agresivos (endoscopias, implantación de marcapasos….) cuando están tan dementes que no pueden firmar su propio consentimiento;  resulta dramático saber de personas muy mayores que permanecen atados a las camas para evitar que se arranquen las sondas naso-gástricas que les alimentan artificialmente; resulta desgarrador clavar vías y hacer radiografías a pacientes que clínicamente están dando sus últimas bocanadas; resulta inhumano inyectar antibióticos o trasfundir sangre a alguien que dejó de reconocer a su familia o saber su nombre hace una década”.

Pareciera que ni siquiera los que viven hablando de ir al cielo aceptan la muerte.

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Es así. De tanto preocuparnos en vivir, nos hemos olvidado de morir.

Pareciera que ni siquiera los que viven hablando de ir al cielo aceptan la muerte.

Dentro de poco estará prohibido envejecer y para colmo morirse será un fracaso personal y profesional.

La gente quiere ser siempre joven y bella. Aun a costa de dolorosas cirugías estéticas y tratando de prolongar algunos meses la existencia aunque sea tomando 20 medicamentos por día y postrados en una cama.

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Y bien. Acá estamos. Algunos aferrándose a la vida aunque ya no sea una vida digna.

La cuestión –mis amigos- no es si viviremos hasta los 90 o 100 años. El límite de la vida es llamativo pero secundario. La cuestión importante es cómo viviremos los años ganados a la muerte, si posponemos las limitaciones funcionales y la discapacidad. No hay respuesta clara de los científicos a esta cuestión.

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La cuestión importante es cómo viviremos los años ganados a la muerte, si posponemos las

Una viejita española escribió hace un tiempo en un diario madrileño:

-Yo de mayor quiero ser anciana, sí señor, yo quiero ser vieja. Y si me demencio quiero acabar cuando antes la tragedia de no ser yo. No quiero médicos majaderos que alarguen mi vida solo porque la ciencia se lo permite.

La misión de un médico incluye también asegurar el bienestar de los pacientes terminales y nadie hay mas terminal que un anciano escarado, dependiente y sin memoria de haber existido. Nadie.

El mal de nuestros tiempos tiene nombre alemán: Alzheimer.

Y mientras la ciencia discute, las prepagas se preocupan, los religiosos desgranan sus ideas y los laboratorios aumentan sus exorbitantes ganancias, es inútil preguntarle al verdadero protagonista de este drama cual es su deseo. Ya no puede responder.

Ya está bien de esta medicina agresiva, inhumana, descabellada y absurda. Ya está bien de jugar a ser dios.

Ya está bien.