• 19/08/2023

Cuando San Juan se quedó sin médicos

Cuando San Juan se quedó sin médicos

Por Juan Carlos Battaller

En 1927 se desencadenó en San Juan una verdadera “guerra” entre el gobierno, ejercido por Aldo Cantoni, y los médicos.

Los médicos nunca se habían llevado muy bien con los hermanos Cantoni que, decían, utilizaban su profesión para hacer política y por eso atendían gratis y regalaban los medicamentos.

Y éstos –los tres eran médicos- tampoco perdían oportunidad de despotricar contra sus colegas, a los que consideraban “comerciantes de la salud”.

La sanción del presupuesto provincial trajo aquel año una novedad: a los médicos se les fijaba una patente de 5 mil pesos anuales. Para tener un punto de comparación digamos que ese año se pagó por la uva 15 centavos por kilo y la consulta médica se pagaba alrededor de 5 pesos.

La ley preveía una excepción: los médicos que aceptaran trabajar dos horas diarias en forma gratuita en la Administración Sanitaria, no pagarían la patente. No obstante, en la práctica, esas dos horas significaba atender 25 pacientes en el consultorio y 5 en el domicilio por lo que quienes se acogían a la cláusula de excepción, no tenían tiempo de atender pacientes particulares.

Los que lo hacían eran detenidos y debían pagar una multa que podía ser de varias veces el valor de la patente.

La ley que establecía la patente tuvo un efecto similar al de una declaración de guerra.

En ese momento estaban matriculados 56 médicos en San Juan, entre ellos Federico, Aldo y Elio Cantoni.

Es lícito preguntarse qué podía significar para el presupuesto provincial el aporte de estos pocos profesionales.

En realidad, el caso no tenía un basamento económico.

Respondía más al duro enfrentamiento que los profesionales de la salud y los Cantoni sostenían desde tiempo atrás.

En 1923 los médicos habían formado un sindicato cuyas finalidades eran “fomentar la solidaridad entre los socios, velar por la ética profesional, ofrecer una institución técnica a la provincia y ayudar a las sociedades de socorros mutuos con una decidida cooperación”.

Federico no dudó en calificar al sindicato como “una sociedad comandita para explotar a sus clientes” pues establecía que las sociedades de socorros mutuos debían considerar como únicos médicos a los del sindicato y pagarles $1,20 por mes por cada socio. Además, fijó en 200 pesos el sueldo mínimo de los profesionales de la salud pública y disponía que los profesionales debieran tener participación en las ganancias en farmacias y laboratorios.

La ley que establecía la patente tuvo un efecto similar al de una declaración de guerra. En ese momento estaban matriculados 56 médicos en San Juan, entre ellos Federico, Aldo y Elio Cantoni.

El caso es que en 1927 el sindicato ya había desaparecido no sin antes tener fuertes encontronazos con los hermanos Cantoni a los que descalificó. Son muchos los que piensan que el episodio no fue olvidado por estos y de ahí la fuerte patente que les impuso al volver al gobierno.

El caso llegó hasta la Suprema Corte y fue motivo de debate en el Senado de la Nación.

-En San Juan no se puede ejercer la más filantrópica de las profesiones, la medicina, porque una patente monstruosa lo impide –, argumentó el senador Mora y Araujo.

-El médico no es un mercachifle, es una persona algo superior a los demás, una persona que hace un sacerdocio de la medicina. El médico no debe saber a quién cura, así sea su amigo o su enemigo político, así tenga o no tenga dinero. Tiene la obligación de curarlo, porque para eso hizo un juramento-, respondía Cantoni.

De los 56 médicos que había en San Juan, 19 cerraron sus consultorios y se fueron de la provincia, 16 los cerraron pero se quedaron, tres pagaron la patente y 12 –todos bloquistas- se acogieron a la cláusula que les obligaba a trabajar gratis en el Hospital Rawson.

Cantoni consideraba que en San Juan los médicos eran antipatriotas e inhumanos y que sólo buscaban ganar dinero con la profesión.

-Son enemigos de los pobres. Son capaces de romper la receta después de hecha si el enfermo no tiene plata para pagarle. Son capaces de dejar morir a un enfermo sin atenderlos si no le pueden sacar dinero. Y son los que hacen negocios con los boticarios compartiendo las ganancias de los remedios-, tronaba Cantoni.

El caso, como dijimos, llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, llevado por la Asociación Médica. Y la Corte falló en contra del impuesto, al considerarlo inconstitucional.

No obstante, mucho tiempo pasó entre la sanción de la patente y la anulación. Mientras tanto, de los 56 médicos que había en San Juan, 19 cerraron sus consultorios y se fueron de la provincia, 16 los cerraron pero se quedaron, tres pagaron la patente y 12 –todos bloquistas- se acogieron a la cláusula que les obligaba a trabajar gratis en el Hospital Rawson.

En esta fotografía de 1925 aparece doña Ursulina Aimó Both de Cantoni, acompañada por sus hijos: Aldo Cantoni, Federico José María y Elio Cantoni. Los tres eran médicos. (Foto proporcionada por la familia del doctor Leopoldo Bravo).