• 19/08/2023

El calvario de la “Venus Hotentote”

El calvario de la “Venus Hotentote”

LA HISTORIA DE UNA JOVEN AFRICANA ESCLAVIZADA, VIOLADA Y EXHIBIDA COMO FENÓMENO DE CIRCO EN LONDRES Y PARÍS

Corría el año 1810 cuando Sarah Baartman fue embarcada rumbo a Londres.

Sara Baartman -su nombre original nunca se supo- nació en 1789 en un pueblo de pastores de vacas de la tribu joi-joi. Sus padres murieron cuando era una niña y se casó apenas adolescente con uno de los hombres que tocaba los tambores en las ceremonias de la tribu.

Tuvo un hijo que murió al nacer y poco después un grupo de colonialistas holandeses atacó el asentamiento donde vivían, mató a su marido y se la llevó a Ciudad del Cabo para venderla como esclava. Recién había cumplido 16 años.

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La vendieron a un traficante llamado Pieter Willem Cezar, que la bautizó como Saartjie, diminutivo de Sara en holandés. Y allí conoció a William Dunlop, amigo de la familia, un médico y empresario inglés que al verla vio que podía explotar su cuerpo y hacerle ganar mucho dinero.

El 29 de octubre de 1810, cuando tenía 21 años, la engañaron para que firmara un contrato en que aceptaba convertirse en la sirvienta de los Dunlop y ser exhibida como espectáculo. A cambio le prometieron que le darían un porcentaje de todo lo que ganaran con ella y que después de cinco años la devolverían la libertad. En realidad se estaban cubriendo, porque por entonces había mucha presión en Inglaterra para abolir la esclavitud.

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Al llegar a Londres, fue expuesta dentro de una jaula, prácticamente desnuda, en Piccadilly Circus, como si fuera un animal. De la una de la tarde hasta las cinco la gente podía pagar dos chelines para verla y, por un poco más, los hombres podían tocarle las nalgas e incluso acostarse con ella.

La llamaron la Venus Hotentote, un nombre despectivo que utilizaban los holandeses para nombrar a las tribus africanas.

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Un grupo de colonialistas holandeses atacó el asentamiento donde vivían, mató a su marido y se la llevó a Ciudad del Cabo para venderla como esclava. Recién había cumplido 16 años.

En el escenario, Sarah aparecía vestida con pieles, con dos cáscaras de huevo tapándole los pezones y fumando en pipa. Ante el público, la mujer debía mostrar y mover el trasero ante la fascinación del público. La entrada se pagaba a dos chelines, un precio considerablemente alto en aquella época. En algunas ocasiones, hubo espectadores que subieron al escenario y llegaron a pinchar el trasera de Sarah pues estaban convencidos de que había truco. Los aristócratas, que no acudían a los tugurios en que ‘actuaba’ Sarah, pagaban por tener exhiciones privadas en sus mansiones.

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“De la noche a la mañana, Londres estaba imbuida por la Sara-manía. Consiguió capturar la imaginación de los ingleses. La gente le cantaba canciones, los poetas dedicaban poesías, los ilustradores hacían caricaturas, era mofa para unos y obsesión para otros. Su imagen estaba reproducida en todas partes”, relata Rachel Holmes en el libro La Venus Hotentote: La vida y la muerte de Sarah Baartman.

La exhibición que tuvo lugar en Saint James, el corazón de la capital inglesa, se llamó «La Venus Hotentote«, haciendo referencia a la tribu a la que pertenecía y a la diosa romana emparentada con el amor, la belleza y la fertilidad.

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«La Venus Hotentote ha llegado… de los bancos del Río Gamtoos, en los límites de Kaffraria, en el interior de Sudáfrica, el más correcto y perfecto especimen de esa raza de personas«, señalaban las promociones de la época  haciendo mención a la exposición de Baartman.

Quien la compró en Paris no dudó en explotarla aún más -si eso era posible- para acrecentar sus ganancias: la obligó a bailar con los clientes, permitió que la manosearan y, finalmente, la prostituyó igual que lo había hecho en Londres.

La indumentaria con que la mujer era mostrada al público acentuaba sus curvas de una manera exagerada, tal como el Photoshop hizo con Kim Kardashian en las fotos de la revista Paper Mag.

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Baartman era mostrada como la antítesis de la mujer europea, según explica el diario inglés DailyMail.

Con el tiempo, las ironías de la vida le dieron otro significado a la vida de Baartman. A los años de su estadía en Londres se convirtió en un ícono de la lucha antiesclavitud en el Reino Unido.

El espectáculo despertó las iras del movimiento abolicionista, que llegó a denunciarlo ante la justicia. La propia Sarah hubo de comparecer ante el juez, al que explicó que se exhibía de forma voluntaria y que recibía la mitad de la recaudación. El juez le ofreció la posibilidad de ser trasladada a su país, pero ella la rechazó.

La indumentaria con que la mujer era mostrada al público acentuaba sus curvas de una manera exagerada, tal como el Photoshop hizo con Kim Kardashian en las fotos de la revista Paper Mag en 2014.

Pese a salir airoso en tribunales, William Dunlop prefirió salir del ojo de la tormenta, es decir de Londres, e inició una gira para exhibir a la Venus hotentote por toda Gran Bretaña. Y no solo la mostraba en teatros y plazas, sino que también la prostituía diariamente.

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Cuando Dunlop la llevó de regreso a Londres, en 1814, la curiosidad por la Venus africana había pasado, por lo que Dunlop decidió llevar su espectáculo a París, donde pronto la vendió a otro “empresario”, un hombre de apellido Reaux cuyo nombre de pila no pasó a la historia.

Para potenciar el atractivo del espectáculo, el francés no tuvo mejor idea que meter a Sara en una jaula -igual que en Londres- pero acompañada por una cría de rinoceronte. En el número que representaban, un domador daba órdenes de levantarse y sentarse, y la mujer y el animal obedecían al mismo tiempo.

Reaux no demoró en explotarla aún más -si eso era posible- para acrecentar sus ganancias: la obligó a bailar con los clientes, permitió que la manosearan y, finalmente, la prostituyó igual que lo había hecho Dunlop.

Cuando Cuvier tomó posesión de la mujer, la sometió a mediciones y exploraciones que hasta entonces Sara no había conocido: estaban fascinados por lo que consideraban las “peculiaridades” de su cuerpo.

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Como único pago, Sara recibía la comida suficiente para subsistir, mucho tabaco -Reaux también la mostraba fumando en público, como otra rareza- y bebidas baratas que no demoraron en convertirla en alcohólica.

La propia Sarah hubo de comparecer ante el juez, al que explicó que se exhibía de forma voluntaria y que recibía la mitad de la recaudación. El juez le ofreció trasladarla a su país, pero ella lo rechazó.

El espectáculo montado por Reaux terminó abruptamente en 1815, cuando llamó la atención del cirujano de Napoléon, el naturalista Georges Cuvier, que utilizó su influencia para “confiscar” a Sara y poder estudiarla con un grupo “científico” formado por anatomistas, fisiólogos e -increíblemente- zoólogos. Los “científicos” -incluido el prestigioso cirujano de Napoleón- la llegaron a definir como el eslabón perdido entre el orangután y el hombre, mientras sus explotadores la presentaban como la “Venus Hotentote”.

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El Museo del Hombre en París fue la casa de los restos de Sarah Baartman antes de que fuese repatriada por Nelson Mandela.

Sara Baartman murió un impreciso día de 1816, a los 26 años, como consecuencia de “una enfermedad inflamatoria y eruptiva”, según Cuvier, cuando en realidad sufría los devastadores efectos de su alcoholismo, padecía una sífilis avanzada y terminó abatida por una neumonía.

Sara Baartman murió a los 26 años por los devastadores efectos de su alcoholismo; padecía una sífilis avanzada y terminó abatida por una neumonía.

La muerte no significó que sus restos pudieran descansar. Cuvier mandó a hacer un modelo de yeso de Sara y le practicó una verdadera “autopsia” en la que le extrajo el cerebro y sus órganos genitales, a los que guardó en frascos.

El esqueleto de la Venus Hotentote, junto con los frascos, pasaron a formar parte de la colección del Museo del Hombre de Paris, donde quedaron expuestos de manera permanente hasta 1974 y luego en exhibiciones esporádicas durante los siguientes veinte años.

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Autoridades sudafricanas y francesas frente al cuerpo embalsamado de Sarah Baartman, antes de ser enviada a su lugar natal.

En 1994 Nelson Mandela intercedió por su cuerpo, que fue devuelto a Sudáfrica recién en 2002 cuando el entonces presidente francés Jacques Chirac firmó el decreto para la devolución de los restos mortales, que fueron recibidos por el propio jefe de Estado, Thabo M’beki.

El entonces presidente del país que fue colobia británica y que sufrió el apartheid durante años, también habló sobre este símbolo nacional: «La historia de Sarah Baartman es la historia de todos los africanos de nuestro país en todos sus escalones«.

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En el valle del río Gamtoos, en las afueras de la ciudad de Hankey, Sudáfrica, hay una tumba cubierta de guijarros, algunos de los cuales tienen pegada la imagen del rostro de una mujer negra. El lugar está rodeado de vallas metálicas para evitar actos de vandalismo y en el exterior se puede leer una placa de bronce, emplazada sobre una piedra, que lo señala como un sitio de importancia espiritual, cultural, social e histórica porque allí descansan los restos de Sarah Baartman.

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La tumba de Sarah Baartman

“Descanso final”, dice la placa y la fórmula del texto se debe a razones de peso, porque Sara Baartman llegó allí el 9 de agosto de 2002, después de 192 de años de exilio europeo, durante los cuales -primero viva y después muerta- fue vendida como esclava, luego violada sin descanso como fenómeno de circo, bestia enjaulada de zoológico, carne de prostitución, objeto de supuestos “estudios científicos” y, finalmente, tratada como pieza de museo.

Sus restos, tal como hubiera querido ella y como promovió Mandela descansan en un pequeño lugar al costado del Río Gamtoos, donde la pesadilla de su familia y la suya propia comenzó.

Escena del film francés “La Venus negra” (Venus Noire) del año 2010, que muestra la vida de Sarah Baartman.
(Se la puede ver en la plataforma MUBI)