• 05/11/2022

Una alemana que fue referente de la cultura sanjuanina durante 40 años

Una alemana que fue referente de la cultura sanjuanina durante 40 años

Por Juan Carlos Bataller

Úrsula Bremer de Ossa fue una referente de la actividad cultural y educativa de la provincia durante cuarenta años. A través del Instituto Goethe, logró que más de 100 sanjuaninos fueran becados a Alemania, impulsó el teatro y organizó proyecciones del cine alemán.
Ursula planificó, organizó y llevó a cabo incontables actividades culturales y científicas. Invitó a San Juan a profesores universitarios, investigadores, científicos, músicos, artistas plásticos, creadores de teatro, danza y cine de vanguardia, junto a otros muchos expertos alemanes; trajo anualmente 4 a 6 grandes exposiciones alemanas, transformando al Instituto Goethe de San Juan en una de las columnas principales y de importancia públicamente reconocida, de la vida cultural sanjuanina.

Muy directa a la hora de decir las cosas y con un muy buen sentido del humor,

Para que las nuevas generaciones la conozcan rescatemos algunas de las notas que publicamos en El Nuevo Diario.

—¿Cuándo y cómo llegó al país?—Viajé desde Alemania muy joven, en agosto de 1962, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania. En Mendoza había un pequeño pero muy bien llevado instituto, una sociedad local que nació con iniciativas particulares y como no tenían a ningún alemán verdadero para enseñar alemán, pidieron una persona que supiera enseñarlo.

Úrsula Bremer en una foto cuando era muy pequeña junto a su padre Kurt Bremer, quien era doctor en Ciencias Naturales, y su madre la médica Hildegard Ruesch de Bremer.

—Y le tocó a usted…—Acababa de recibirme en Hamburgo como licenciada en Ciencias Económicas, dentro de lo cual había estudiado el idioma español y quería irme de Alemania. Viví los últimos años de la guerra y la terrible posguerra y la destrucción total del país y el único deseo mío era irme de ese continente.

—¿Qué conocía de Argentina en ese momento?—Una vez sí había hecho un trabajo escrito y un viaje en tren desde Buenos Aires hasta Chile, de ahí yo tocaba obviamente mirando en el mapa Mendoza, así que me sonaba el nombre, en realidad yo quería ir a México, pero me postulé y me tomaron inmediatamente, me dieron el pasaporte oficial y un contrato a través del ministerio de Relaciones Exteriores y me mandaron a Argentina.

—Dejó el título de licenciada en Ciencias Económicas y enseñar idioma…—En el colegio aprendí 9 años de inglés, siete de Latín, 3 de francés, después hice un traductorado de castellano, había tenido varias becas en España y hablaba un castizo perfecto. Hablar en castizo hizo que durante dos años, en Mendoza, todos se rieran cuando decía cogía la tiza, el cuaderno, la lapicera, la birome y eso hacía que los alumnos se rieran, eran todos adultos, pero nadie nunca me dijo nada.

A Úrsula le decían Uschi y esta imagen es cuando tenía 17 años, frente a su casa paterna.

—Al poco tiempo, viene a San Juan…—Siendo directora del Instituto Goethe de Mendoza en función oficial, en 1966 se me incorporó un mini instituto que había en San Juan y que en ese entonces era particular. En el ‘68, por razones personales, me radiqué en San Juan con la idea de quedarme definitivamente.

—Muchas decisiones importantes tuvo que tomar desde muy joven.—Era una aventura, porque el salario si bien lo pagaba Relaciones Exteriores desde Alemania, era mínimo. Me vine en barco en clase única y empecé en Mendoza en un hotelito, arrendando una habitación porque ni siquiera se alquilaban departamentos.

—Incluso, seguramente tenía noticias en forma muy esporádica.—No se podía hablar por teléfono, se escribían cartas, no había diarios que llegaran a Mendoza

—Pasó más tiempo en Argentina que en Alemania pero ha conservado toda la estructura del alemán…—Mi patria física, mi casa y la familia Ossa es San Juan y mis raíces éticas, culturales, intelectuales, están en centro Europa. No digo Alemania porque allá ya no se considera casi una nacionalidad sino se ve la Unión Europea con pensamientos comunes.

—¿Por qué se vino a San Juan?—Porque había conocido a Vidal Ossa Reygadas, mi posterior marido. Me ofrecieron otro empleo en un país sudamericano, pero ahí sí me decidí por Vidal, por el sol y el clima cuyano y por el ambiente en Alemania, justamente del año ‘68 que fue tan revuelto y de un libertinaje interpersonal tan grande que no condecía con mi cultura.

Úrsula Bremer junto a su esposo Vidal Ossa en la plaza San Marco en Venecia en 1978.

—¿Vidal era sanjuanino?—Vidal era chileno y administraba una finca en Barreal que era de su padre.

—En San Juan había que comenzar de nuevo a formar un instituto.—Aquí había un mini instituto particular, fundado en 1963. El Instituto Goethe me nombra directora de este instituto, y empiezo a meterme de pleno acá, alquilar más ambientes, agrandar el instituto y eso fue muy duro. Había poco personal y tenía que hacer todo el material de enseñanza, contestar la correspondencia y empezar con los primeros actos culturales.

—¿Quiénes se interesaban por aprender alemán, los hijos de inmigrantes?—Fueron los menos porque eran niños que venían forzados y yo mismo les dije a los padres que no fuercen a sus niños, que los manden a aprender inglés. Eran muchos estudiantes de colegios, porque se implementó un plan nacional en las escuelas técnicas para incorporar el alemán técnico. Y también se interesaron estudiantes universitarios de carreras como Ingeniería.

—Bueno, de Ingeniería fueron muchos becados a Alemania.—Pronto empezaron los ingenieros a tener lazos con universidades de Alemania y el primero fue el ingeniero Jorge Fernando Rivera, después le siguió el ingeniero Garcés y varios más. Así se fueron multiplicando, comenzamos a hacer más actos culturales como el cine alemán de la posguerra y con Oscar Kumel obras de teatro de autores alemanes y eso atraía el interés de la gente.

—¿Qué otras cuestiones pudo realizar?—Con las dos universidades pudimos realizar numerosas jornadas que en algunos casos tuvieron gran repercusión como la que hicimos junto a la Universidad Católica a fines de la década del ’70 en la que abordamos el tema del aborto. También trajimos profesores de Córdoba para que explicaran como era el juicio penal oral que después comenzó a aplicarse en San Juan.

—¿Por qué dejó de existir el Instituto Goethe en San Juan?—Tras la caída del comunismo, con la nueva orientación geopolítica, Alemania orientó parte de los recursos a los países del este así es que mi cargo que tenía hasta 1994 en San Juan se fue a Kazajstán.

—¿Cuál era el interés de Alemania al otorgar becas?—La finalidad era el acercamiento científico y cultural, entre el país huésped, en mi caso Argentina, y Alemania.

Una graciosa foto de Úrsula en una exhibición de armaduras en Austria. Está tocando justo en el lugar en el que según la costumbre, trae suerte para quien lo realiza

—¿También querían mostrar una Alemania diferente a la de Hitler?—Ese era el interés fundamental de mostrar a través del nuevo cine alemán, a través de los autores de teatro, cuyas obras se presentaron acá, a través de sus profesores. Los alemanes hemos recibido, por las fuerzas que han ganado la guerra, una reeducación hacia la democracia, y esa es la Alemania que quisimos demostrar a través del intercambio.

—¿Ya se acostumbró a cuestiones como la falta de puntualidad?—Digamos que eso sucede más en el interior, porque en Buenos Aires, la puntualidad existe. Si en el Teatro Colón algo empieza a las 21, el telón se levanta a las 21. Aún hoy tengo dificultades o tienen amigos sanjuaninos dificultad conmigo. Estos hábitos de puntualidad, de franqueza y de sinceridad están en mí por educación y debo a veces esmerarme de no ser tan alemana y decir la verdad así como yo la siento, porque veo aquí otra mentalidad.

—¿Qué la sigue seduciendo de San Juan?—Tengo aquí mi gran familia Ossa, tengo mi círculo de amigas, tengo mi casa, he vivido ya 40 años así que de alguna manera he adoptado sin darme cuenta un poco la mentalidad latinoamericana, de preguntar tres veces si algo es así. Después de tantos años aquí creo que en la Alemania de hoy no me podría acostumbrar, además la vida es muy cara en Alemania.

En agosto de 1995, Úrsula fue distinguida con la Cruz al Mérito con Banda de
la Orden al Mérito de la República Federal de Alemania en reconocimiento
de su labor durante 32 años al servicio del intercambio entre Alemania y
Argentina.



Mi amiga Úrsula y el muro

Era el mes de agosto de 1989 y el país se conmocionaba con una inflación que superaba el 2.300 por ciento en lo que iba del año y con un dólar por el que se pagaba 40 veces más que en diciembre de 1988, sólo 8 meses antes.

y quienes con la mayor ilusión habíamos logrado que El Nuevo Diario se transformara en un auténtico diario, vivíamos un momento de inmensa tristeza. Las presiones del gobierno de entonces, que nos congeló publicitaria e informativamente, además de enviarnos permanentes inspecciones y amenazas, había logrado su objetivo: El Nuevo Diario, asfixiado económicamente, debió suspender sus ediciones diarias.

Y allí estábamos, en el inmenso edificio de la calle 9 de Julio, que un año antes era un espacio de gran movimiento donde decenas de periodistas charlaban en nuestro propio buffet, donde exhibíamos orgullosos nuestra galería de arte y la actividad era ininterrumpida durante las 24 horas del día.
Ahora todo era silencio y oscuridad. Hasta las ganas de seguir nos las habían quitado. La derrota no tiene amigos. Menos si enfrente existen enemigos poderosos.

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De pronto, unos golpes en el vidrio de ingreso nos sobresaltaron.
En la oscuridad divisé la imagen de una mujer. Me acerqué. Era Úrsula Bremer de Ossa, la directora del Instituto Goethe, una persona a la que San Juan debe un gran homenaje. A sus gestiones se debe en gran medida la excelencia del Instituto de Energía Eléctrica de la Universidad Nacional, la formación postuniversitaria de muchos profesionales sanjuaninos y la posibilidad de contactos internacionales que aún hoy existen y son útiles.

Juan Carlos, lo único que está a mi alcance es invitarlo en nombre de la República Federal Alemana para que viaje a nuestro país a participar de los festejos por los 40 años de nuestra república. Aproveche, viaje, hable con gente, recargue sus pilas y vuelva para seguir con más fuerzas con su tarea periodística.

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Tal vez por las películas norteamericanas o por la forma como un alemán habla el español, siempre tuve una imagen de dureza, frialdad y tecnicismo exacerbado de los descendientes teutones. Aquella noche, cambié mi opinión. Porque Úrsula entró a la redacción y simplemente dijo:
-Estoy indignada con esta ciudad que ha permanecido en silencio mientras se destruía la posibilidad de tener dos diarios. Ninguna ciudad puede ser progresista si no tiene medios de difusión alternativos. Y acá todos los sectores políticos – por conveniencia o temor- se han quedado callados.

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Intenté agradecerle a Úrsula como se agradece un pésame cuando alguien ha tenido una pérdida.
Pero ella me interrumpió:
-Juan Carlos, lo único que está a mi alcance es invitarlo en nombre de la República Federal Alemana para que viaje a nuestro país a participar de los festejos por los 40 años de nuestra república. Aproveche, viaje, hable con gente, recargue sus pilas y vuelva para seguir con más fuerzas con su tarea periodística.

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Aquel viaje a Alemania fue, tal como suponía Úrsula, muy importante para mi futuro. Aunque había vivido varios años en Europa, me tocó vivir una experiencia trascendental: los últimos días del muro de Berlín.
Pude ver en el sitio a los dos Berlín, separados por las grandes potencias y comparar los dos sistemas imperantes en el mundo, además de dialogar con políticos de todos los sectores y transitar por ese increíble túnel por el que el metro nos llevaba de un sector al otro, en medio de la oscuridad, las estaciones clausuradas, las extremas medidas de seguridad.

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Han pasado más de 30 años de la caída del muro de Berlín. No tengo dudas, ese muro fue una de las mayores estupideces que el hombre construyó, propia de enanos invadidos por ideologías.
En nombre de esas ideologías murió gente, se dividió el mundo, se disgregaron familias.
Imagine usted por un momento que en nombre de sus ideas o sus intereses políticos, alguien decidiera construir sobre la calle Mendoza un muro que dividiera a San Juan en dos. Y que con alambres de púas, fosos y concreto se impidiera que los sanjuaninos del oeste pudieran visitar a los vecinos, amigos o parientes del este.

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Eso fue el muro. Una inmensa cortina construida en una sola noche, la del 12 al 13 de agosto de 1961.
Así, durante los años que estuvo en pie hubo 5 mil fugas, 192 personas murieron por disparos al intentar cruzar y otras 200 resultaron heridas.
Como siempre sucede, la realidad se impuso. Y en la noche del jueves 9 al viernes 10 de noviembre de 1989, 28 años después de su construcción, el inmenso muro de 120 kilómetros de largo y 3,60 metros de altura, comenzó a destruirse.

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La gente bailaba y se reencontraba con parientes que en algunos casos nunca había visto o subía a alguna de las 300 torres de vigilancia, ahora desalojadas de guardias, reflectores y metralletas.
Han pasado ya 25 años. Durante un tiempo todos festejaron. Luego vendría la tarea de reunificación que iba mucho más allá de lo físico. Ya no eran iguales los alemanes de un lado y otro del muro.
A diferencia con el centenar de películas que hizo Hollywood y que inexorablemente terminaban con el triunfo de la parejita y la cara de estúpido que les quedaba a los guardianes del Berlín oriental, el trabajo de unificación está lejos de terminar.
Y, lo que es triste, aún subsisten otros muros que dividen a seres humanos en la frontera de Estados Unidos y México, en Marruecos, en Cisjordania, en España…

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Ríos de tinta han corrido sobre este tema.
Son comunes las historias de prósperos empresarios que exhiben trozos del muro en sus relucientes oficinas y que hace 30 años eran jerarcas o voceros del régimen que cayó por su propio peso. También hay historias de gente que nunca se adaptó a vivir en la Alemania de hoy.
Pero al menos ese muro, símbolo mayor de la idiotez humana, ya no está. Y puedo decir que fui testigo de sus últimos días.

Hoy, 30 años después, digo que para mí la caída del muro estará siempre ligada a la generosidad, lucidez y sentido de la responsabilidad ciudadana de una gran mujer, mi amiga Úrsula.

Juan Carlos Bataller Plana junto a su madre, Silvia Plana, Úrsula, Juan
Carlos Bataller y el sacerdote José Juan García el día que fuera homenajeada en la Facultad de Filosofía

Distinciones para Úrsula

El viernes 30 de mayo de 2008 a las 20 en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía, Ursula Bremer de Ossa tuvo su gran homenaje a su contribución para fomentar la vida cultural, científica, de intercambio académico y profesional con diversas personalidades e instituciones de San Juan y la República Federal de Alemania.

Fue nombrada como Ciudadana Ilustre de la Provincia de San Juan, Vecina Ilustre de la Ciudad de San Juan y profesora distinguida de la Facultad de Filosofía de la UNSJ (Universidad Nacional de San Juan).

Ursula falleció en mayo de 2017, a los 81 años. Sus restos fueron sepultados en el Cementerio Alemán de Albardón.