- 26/11/2022
La tumultuosa vida de la gran estrella de Hollywood de los ‘70
STEVE MCQUEEN, IMAGEN DE LA MASCULINIDAD DE LA EPOCA, ADORADO POR SUS SEGUIDORES Y GOLPEADOR DE SUS PAREJAS
Su padre, un aviador acrobático, lo abandonó a los pocos meses de nacer. Su madre era una adolescente que había incursionado en la prostitución y con problemas de alcoholismo, a la que el bebé (y el tener que criarlo en soledad) terminó de desequilibrar. No pudo con la nueva situación. Dejó a su hijo con un tío adinerado y se marchó.
“Me fui de casa a los 15 años pero en realidad nunca había tenido un hogar, una familia. No tuve educación. Vengo de un mundo crudo, casi salvaje”. Así se presentaba. Así recordaba sus orígenes. Lo salvaje, la rabia, una fuerza interna incontrolable aparecía en sus movimientos. Ese halo no lo abandonaría jamás.
Desde muy chico entendió que debía ganarse la vida. Trabajó en barcos, circos, como obrero. También delinquió. Varias veces fue detenido y hasta pasó varias temporadas en un instituto para menores en California al que volvió en algunas oportunidades luego de su consagración para brindar charlas.
Después de tres años como Marine, desembarcó en Nueva York. Otra vez trabajos múltiples y mal pagos mientras estudiaba, entre otros, con Stella Adler.
Tuvo algunas apariciones insignificantes en Broadway mientras trataba de hacerse camino. Conoció a Neile Adams, una actriz a la que le iba mejor que a él –no era demasiado difícil- y se casaron. Tuvieron dos hijos. El matrimonio se estiró hasta 1972 pero Neile en muy pocos momentos fue feliz. Hizo todo lo posible para que él tuviera sus posibilidades y para perdonar sus infidelidades, desapariciones prolongadas y hasta sus golpes.
Unos años después viajaron a Hollywood. En 1959 consiguió su primer protagónico en televisión, en la serie “Wanted: Dead or Alive”. Ya había dejado de llamarse Terrence Stephen McQueen. Ya era Steve McQueen. Tenía casi treinta años y su vida iba a cambiar para siempre.
A partir de ahí la consagración. Fue jugador de poker, soldado, cowboy, policía, recluso. Papeles de gente que vivía en la cornisa, como él mismo. Posiblemente haya sido el primer actor de acción proveniente del Método. Sus personajes muchas veces compartían con él las tormentas interiores, un pasado tenebroso y un presente incómodo, siempre al borde del abismo.
Su carrera siempre fue entrar y salir de estos personajes y películas. Buscar sobresalir, superar en fama y dinero a sus colegas, pero también demostrar que era capaz de otras cosas. Por el Ibsen del final o Thomas Crown, ese improbable ladrón de guante blanco. Tuvo muchos éxitos: Cinncinnatti Kid, Los Siete Magníficos, El Gran Escape, Bullit, Papillon, Infierno en la Torre, La Fuga.
En 1974, luego de una serie de éxitos, y de forjar una figura fuera de la pantalla, se convirtió en el actor mejor pago de Hollywood. Era el más buscado y deseado. Era también la imagen de la masculinidad. Lo llamaban El Rey del Cool, difícil encontrar a alguien con más onda. El hombre al que todos los heterosexuales deseaban copiar y el resto de la humanidad, conquistar. Las poleras, la mirada teledirigida, la pose recia, los autos, los relojes, el cigarrillo haciendo equilibrio entre los labios y las mujeres más hermosas a su lado, casi como objetos decorativos, como propiedad, dando la impresión que lo que correspondía eran las relaciones asimétricas, donde el poder sólo residía en el hombre.
Su belleza física era impactante. El físico trabajado y armónico, la mirada azul, los rasgos simétricos, la reciedumbre implacable. Se movía con seguridad, nadie imaginaba a Steve McQueen pidiendo permiso.
McQueen, violento
Sus conquistas fueron múltiples; y la mayoría de las veces simultáneas. Se le adjudicaron romances con cada una de las actrices con las que les tocó actuar. Su primera esposa fue Neile Adams, alguien vital en su carrera. La que confió en él, lo mantuvo cuando no conseguía trabajo como actor. Los testigos y ella mismo han narrado situaciones de maltrato y de violencia doméstica. Ataques de ira del actor que terminaban en gritos y golpes. Él, sin importarle sus propias y constantes aventuras extramatrimoniales, la celaba sin descanso. En el final de la relación la interrogó sobre si había sido infiel; ella lo negó, pero ante la insistencia admitió que lo había sido una vez con Maximilian Shell. McQueen obtuvo la confesión apoyando un arma en la sien de su esposa. Luego le dio una paliza salvaje.
Su primera esposa fue Neile Adams, alguien vital en su carrera. Él la celaba sin descanso. En el final de la relación la interrogó sobre si había sido infiel. Ella admitió que lo había sido una vez con Maximilian Shell. McQueen obtuvo la confesión apoyando un arma en la sien de su esposa. Luego le dio una paliza salvaje.
Su vida con Ali MacGraw
Ali McGraw fue su último gran amor. Trabajaron en La Fuga y desde ese momento fueron pareja. La relación, como todas las del actor, fue tormentosa. Él no quiso que ella trabajara más, hubo violencia y maltrato.
En el rodaje de La Fuga conoció a Ali Mac Graw. Ella era la actriz del momento. Venía de impactar con Love Story. Su belleza también era abrumadora. Era la esposa de uno de los hombres más poderosos de Hollywood, Robert Evans. Pero McQueen era irresistible. Se convirtieron en la pareja top del mundo del espectáculo. Difícil pensar otra pareja igual. Pero eso era solo para las revistas. En la intimidad los problemas surgieron rápido. McQueen como si no hubiese conocido a Ali actuando, como si ella no fuera antes del encuentro una de las actrices más buscadas del momento, le exigió que dejara de actuar. Era una mujer y debía permanecer en su casa. No estar expuesta a las tentaciones. Naturalmente, las mismas reglas no corrían para él que continuaba con su raid seductor.
“No hubo ni un sólo día en nuestra relación que él no estuviera bajo el efecto de las drogas”, contó Mac Graw muchos años después. Sin embargo, la atracción permanecía y esa conjugación entre
dureza y desamparo en McQueen la seguía imantando.
“No hubo ni un sólo día en nuestra relación que él no estuviera bajo el efecto de las drogas”, contó Mac Graw muchos años después. Sin embargo, la atracción permanecía y la esa conjugación entre dureza y desamparo en McQueen la seguía imantando. Hubo maltratos, amenazas y golpes. Después de varios años, ella decidió aceptar una oferta de trabajo. Él intentó disuadirla; como no resultó, luego quiso pagarle la misma cifra que ganaría por la película. Como ella seguía determinada a actuar, él la golpeó.
Cada pareja de McQueen relató, años después, alguna situación de violencia. Era una conducta que se repetía.
En 1969, una conquista ocasional e inesperada lo salvó de estar en la casa de Sharon Tate el día en que fue asesinada por el Clan Manson. Ese hecho profundizó su paranoia y a partir de ese momento siempre llevó un arma encima.
Después de La Fuga, vino Infierno en la Torre. Otro suceso. Su salario seguía creciendo. Sin embargo, en ese punto detuvo su carrera. Se involucró todavía más en su pasión por la velocidad comprando y probando diferentes autos y motos de competición y viajando por Estados Unidos. Su gran pasión fue la velocidad. Al principio de su carrera como actor, ganaba más dinero en las carreras de motos que en las tablas. Quería realizar él las escenas de riesgo en las películas.
Estaba capacitado, tenía la habilidad, pero era un riesgo enorme que ninguna aseguradora iba a permitir. Así, quien lo reemplazaba en las escenas (profusas) con motos o las épicas persecuciones en “Bullit” y “La Fuga” era Bud Ekins, un doble de riesgo profesional. La escena en “El Gran Escape” todavía es considerada como una de las más peligrosas y difíciles alguna vez filmadas.
En 1978 le descubrieron un tumor en el pulmón. Los tratamientos convencionales disponibles en ese tiempo poco pudieron hacer. Para principios de 1980 las metástasis habían invadido su cuerpo. Hasta que alguien le habló de un nuevo método, de algo oculto y revolucionario que ponía en práctica un doctor en Ciudad Juárez, en México. Hacia allí fue McQueen con su desesperación y sus millones. El doctor William Kelley utilizaba métodos tan poco tradicionales que a su conjunto ni siquiera se lo podía llamar tratamiento médico. Tampoco era oncólogo, ni siquiera era medico recibido. Había sido odontólogo, pero unos años antes le habían revocado la licencia por mala praxis. En esas manos puso su final Steve McQueen. El 7 de noviembre de 1980, poco después de cumplir los 50 años, Steve McQueen moría de un ataque cardíaco luego de una intervención quirúrgica en México.
En 1978 le descubrieron un tumor en el pulmón. Para principios de 1980 las metástasis habían
invadido su cuerpo. Alguien le habló de un doctor en Ciudad Juárez, en México. Hacia allí fue McQueen con su desesperación y sus millones. El doctor William Kelley ni siquiera era médico.
Sus fans alrededor del mundo lloraron su pérdida. Moría en el pináculo de su carrera cuando enloquecía a las más diversas audiencias. Con los años, el velo se fue corriendo y quienes lo conocieron fueron revelando detalles de su vida y completaron la historia. El actor icónico, sabemos ahora, estaba poblado de fantasmas.