• 12/11/2022

La Economía llega a la salud

La Economía llega a la salud

Por Marcelo Delgado. Economista

Resulta muy difícil ponerle un precio o un límite material al cuidado de la Salud y en particular cuando la factura la paga una Obra Social, el Estado, o una compañía de seguros.
En general, la atención sanitaria es cubierta por la Seguridad Social, es decir las obras sociales sindicales, las provinciales, especiales (universitarias, de las fuerzas armadas entre otras) y el PAMI, para jubilados. En otro escalón, está la medicina prepaga, y últimamente compañías de seguros y las Aseguradas de Riesgo de Trabajo, para las enfermedades y accidentes laborales. Cuando una persona no tiene cobertura, entonces puede acudir a los efectores públicos, como hospitales, centros de salud ambulatorios, y recibe también, los beneficios de programas provinciales (como Mis Primeros Mil Días), o nacionales. (remediar + redes por ejemplo).

De este modo, una buena parte del costo, lo asume un tercer pagador. Sin embargo, las protecciones financieras muchas veces son parciales, o acotadas. Por ejemplo, los medicamentos ambulatorios, tienen una cobertura genérica del 40%, los crónicos del 70% y solo algunos casos especiales, como insulinas, del 100%. Muchas obras sociales no cubren determinados descartables. También debe afrontar muchas veces el afiliado con su bolsillo, el costo de bonos, copagos, y en muchos casos más, cobros indebidos como el famoso “Plus”.

Este sistema, salvo algunos cambios cosméticos, lleva en la argentina unos cincuenta años, desde que el Dr Manrique, bautizó el nomenclador nacional de prestaciones médicas. Sin embargo, la tecnología, los medicamentos, las especialidades médicas, los sistemas de atención, los instrumentos de diagnóstico, se han multiplicado en las últimas cinco décadas. También se ha modificado sustancialmente el concepto de salud y se han otorgado coberturas, a situaciones y condiciones, que antes eran consideradas estéticas, o simplemente no se trataban, como la infertilidad, los tratamientos anticonceptivos, cambio de sexo, salud mental, prestaciones de transporte y escolares para personas con discapacidad; entre muchas otras.
El gasto total, creció desde el 7% del PBI, a fines del siglo pasado, hasta el 10%, unos 60.000 millones de dólares anuales, y sin embargo, no solo no alcanza, sino que el sistema cada vez resulta más inaccesible, y los conflictos de intereses, afectan a los usuarios, con cortes de servicios, cobros indebidos, y un deterioro creciente en la calidad del servicio.

En los comienzos del sistema, cerca del 80% del Gasto total en Salud, estaba destinado a Honorarios y Sueldos, siendo uno de los sectores, con mayor generación de empleo. Pero la irrupción de las tecnologías, el incremento sostenido de los costos de medicamentos, y nuevas alternativas terapéuticas, invirtieron la ecuación, y entonces los pilares del sistema, hoy reciben aproximadamente el 30%, de los recursos, mientras la industria se lleva el 70%.

El resultado, es un “Sistema quebrado”, inviable y con pronóstico reservado. SI buscamos soluciones, con las mismas herramientas de los años 70, vamos a terminar de colapsar los pocos elementos que hoy lo sostienen. Hay que configurar un nuevo modelo sanitario, un sistema diferente de financiamiento, sobre las bases de igualdad en el acceso, equidad en el financiamiento, y eficiencia en su administración.