- 08/07/2023
Discreto


POR GUSTAVO RUCKSCHLOSS
Preguntaba un vecino a otro cómo había pasado el fin de semana largo. Le contestó que no había ido a ningún restó de moda, ni a ningún campeonato panamericano de algún deporte. Tampoco a concierto ni exposición de arte alguna. Ni fue a ninguna bicicleteada dominguera o a comer asado a la casa de algún cuñado.
Supongo que no se perdió el picadito de los veteranos del barrio, siguió preguntando. No, no, las coyunturas no me dejan lucirme; ahora no paso de espectador. Solo veo a los grandes por televisión, sentadito en mi casa, sin pasar frio. Buscando bien el horario para no encontrarme con el puterío de la farándula, cada día más bizarra, ni con el de la política. Procurando evadir a los sabios comentaristas y analistas de los deportes, la política o la economía.
Todos saben las soluciones mágicas que los otros no aplican. Sus opiniones son infalibles. Pero le voy a decir algo, lo que más valoré fue el lindo silencio por las mañanas. Disfruté como pocas veces esa falta de ruido, de cualquier sonido.
Silencio total, que hacía mucho que oía. Sin negocios ni bocinas. Supongo que así debió ser este pueblo en otros tiempos. Como en el campo más lejano y solitario.
El silencio debe ser lo que más abunda en el mundo y, sin embargo aquí escasea. Pensé que el silencio era mezquino, pero vi que no es así. Está disponible en todos lados, gratis y abundante, discreto y sin hacer ruido.
Somos nosotros quienes lo consumimos sin reparo y hasta nos olvidamos que existe. Lo maltratamos y rompemos.
Pensando en todo eso, caminé despacio para disfrutarlo bien, casi, casi, como un regalo inesperado.