- 18/05/2025
Postal


POR GUSTAVO RUCKSCHLOSS
En una esquina más o menos céntrica, variedad de personas frente al semáforo esperábamos, o no, el consentimiento verde para movernos. Es digno de un buen estudio sociológico lo que ocurre cada varios minutos frente a esos dictadores tricolor. Es una coreografía que cambia según sea la salida o entrada del comercio o los colegios. En especial, en los horarios límites, de entrada por ejemplo, sirven para que todos los atrasados se tiren sin mirar ni pensar a cruzar, como sea, para llegar a tiempo. Hacen malabares entre personas y vehículos y, más de una vez, deben recular por haber calculado mal y venírsele encima algún colectivo que, justo aceleró para lograr pasar en el último suspiro del semáforo. Diferente es a la salida de las escuelas donde no hay apuros y esperan juntarse varios para cruzar en malón, sin importar cualquier pobre humano que venga en sentido contrario. Ahora, los empleados se apuran para llegar a sus casas. Es un apuro diferente al mañanero, en el que debían marcar Tarjeta. Ahora es más moderado porque hambre no es tan cruel como los patrones o el jefe. De noche ningún peatón respeta semáforo alguno, total, no hay policías ni monitores ; lo único que se tienen que cuidar de los vehículos, en especial, de los colectivos que, en lugar de circular tranquilos, parece que siempre van atrasados o les pica el asiento. Son los mismo que durante el día se juntan unos detrás de otro, al lado del otro y, menos mal que no se puede uno arriba del otro. Sí, porque son como una patota de dinosaurios disputando una presa.. Tienen límites que impiden una guerra abierta entre ellos : los horarios y los semáforos. Los usuarios no son su mayor preocupación ; ellos cobran el sueldo igual con el colectivo lleno o vacío. El que tiene que esforzarse como gladiador es el pobre usuario que necesita de ellos. Volviendo a la esquina, como se ve, con los ciclos horarios del día, se ven diferentes actitudes y comportamientos tanto arriba de la vereda como abajo en la calle. Es así que ni los semáforos pueden poner un mínimo de orden y cuando fallan o se interrumpen, pasa lo que pasa. Es más o menos como una batalla campal donde el más grandote o ruidoso se impone. Como siempre.