• 09/06/2024

Patoruzú. Un personaje con dos historias: de niño y de grande

Patoruzú. Un personaje con dos historias: de niño y de grande

Es sin duda uno de los personajes de historietas más famoso de la Argentina. Tanto que tiene una versión niño y otra adulto. Y hasta un padrino –Isidoro Cañones – que lo acompaña tanto en una como en otra versión.

Estamos hablando de Paturuzú- Paturuzito, el famosísimo personaje de Dante Quinterno. Descendiente de faraones, es el último de los Tehuelches Gigantes.

Llegó a Buenos Aires el 19 de octubre de 1928. Su arribo había sido anunciado en las páginas de Crítica de la siguiente manera: “Don Gil Contento adoptará al indio Curugua-Curiguagüigua”, “Mañana debuta el indio Curugua-Curiguagüigua”. Pero al recibirlo en la estación de ferrocarril, don Gil Contento, el protagonista de la tira, exclamó: “¡Al fin llegaste Patoruzú! ¡Te bautizo con ese nombre porque el tuyo me descoyunta las mandíbulas!”. Dicen que Dante Quinterno, su creador, se convenció a último momento de rebautizarlo y se inspiró en el nombre de una golosina de la época llamada “pasta de orozuz”, semejante a los polémicos caramelos “Media Hora”.

Patoruzú nació como personaje secundario de “Las aventuras de Don Gil Contento”, un porteño fanfarrón y chanta que recibía al indio a modo de herencia de un tío acaudalado. La tira se canceló a los dos días y Patoruzú reaparecería recién en septiembre de 1930, en las viñetas de “Julián de Monte Pío”, en el diario La Razón.

El primer Patoruzú era más bien bruto y taciturno pero creció hasta encabezar la historieta, a partir de 1931. Pocos años después, la leyenda del cacique sería reelaborada por última vez en las páginas de El Mundo a través de la figura del “porteño vivo” por excelencia: su padrino, Isidoro Cañones, un playboy alérgico al trabajo, aficionado al whisky, las minas y los autos deportivos, a quien el indio conoce como animador de un circo.

La vida de Paturuzú tiene grandes contradicciones. Por ejemplo, en la versión diminutiva, Patoruzito e Isidorito ya son compañeros de aventuras desde niños. ¿Cómo es eso? Simplemente la magia de la historieta.

La dupla protagonizó cuatro décadas de andanzas originales y llegó a vender 300.000 ejemplares semanales de su propia revista. Y ya llevan otras cuatro décadas más de reimpresiones, apenas actualizadas con el reemplazo de los nombres propios de la farándula y de algunas expresiones de antaño por otros más vigentes. Todo indica que los niños del futuro continuarán descubriendo el curioso argot del cacique Patoruzú, que amalgama expresiones de todo el territorio argentino.

Dante Quinterno, con su personaje

Dante Raúl Quinterno, el autor de estos personajes, era hijo de Martín Quinterno y de Laura Raffo. Su abuelo paterno Pedro Quinterno procedía del Piamonte, Italia.

En 1924 comenzó a enviar sus dibujos a varios diarios porteños y en 1925 publicó su primera tira, Panitruco, en El Suplemento. Más adelante llegaron Andanzas y desventuras de Manolo Quaranta (1926); Don Fermín (después llamada Don Fierro, 1926), y Un porteño optimista (luego Las aventuras de Don Gil Contento, 1927), para diferentes diarios.

Desde 1936, la revista Patoruzú se transformó en una publicación independiente, que en sus mejores momentos llegaría a vender 300 000 ejemplares semanales. Ese mismo año, el autor fundó la Editorial Dante Quinterno S.A. donde comienzan exitosas publicaciones: Patoruzú (desde 1936), Patoruzito (desde 1945), en el que colaboraron Eduardo Ferro, José Luis Salinas y Alberto Breccia entre otras figuras; Andanzas de Patoruzú (desde 1956), Correrías de Patoruzito (desde 1958), Pepín Cascarón (desde 1960), Locuras de Isidoro (desde 1968), Patoruzito Escolar (desde 1971) y los recordados «Libros de Oro de Patoruzú» (anuales).

Con Walt Disney entablarían una amistad que continuaría a través de los años.

Quinterno fundó también a través de su Editorial la revista «Dinámica Rural» una de las publicaciones más importantes y exitosas de la industria Agrícola-Ganadera para el mercado Argentino.

Durante la década de 1930 Quinterno viajó a los Estados Unidos para estudiar producción de dibujos animados (con los hermanos Max y Dave Fleischer, creadores de Betty Boop y Popeye). Allí tomó contacto también con Walt Disney en sus estudios, donde entablarían una amistad que continuaría a través de los años. Cuando regresa a la Argentina, Quinterno inició también su carrera como animador, y el 20 de noviembre de 1942 estrenó en el cine el extraordinario cortometraje de 15 minutos de duración, Upa en apuros, que fue el primer dibujo animado realizado en colores en Argentina y la región, recibiendo también numerosos reconocimientos de la asociación de cronistas cinematográficos de la Argentina y otras entidades. El proyecto nació como un largometraje, pero la falta de material virgen color ocasionada por la Segunda Guerra Mundial limitó el metraje final. Entre 1941 y 1948 se publicó en forma ininterrumpida la tira del personaje Patoruzú en versión inglés en el diario «PM» de New York (USA), y en 1946 también salió la publicación de la revista titulada; «The adventures of Patoruzú».

A partir de los años 90 se distanció del mundo de la historieta, dedicado a otras actividades empresariales, pero continuando en forma ininterrumpida con la publicación de sus historietas y personajes a través de su Editorial y licenciataria; Editorial Universo S.A. y Los Tehuelches S.A. Dante Quinterno se casó en 1938 con Rosa Schiaffino, con quien tuvo tres hijos: Dante, Walter y Mónica.

Úpa en apuros corto animado de 1942

Falleció en Buenos Aires el 14 de mayo de 2003, y fue sepultado en el Cementerio de La Recoleta.

Hoy siguen publicándose reediciones de historietas pasadas, con pequeñas adaptaciones de moneda o personajes famosos, aunque en la vestimenta y la forma de los coches se nota que la acción transcurre en la década de 1970. Si bien el personaje no goza de la popularidad de antaño, el cacique sigue siendo uno de los máximos protagonistas de las historietas argentinas.

Los rasgos caricaturescos hacen que el origen tehuelche de Patoruzú se exprese sobre todo en su indumentaria; viste invariablemente un poncho de color amarillo, pantalones arremangados en la botamanga, ojotas y una vincha con una pluma recogiendo la recia cabellera negra, larga hasta los hombros. De su cinto penden un par de boleadoras, que emplea con destreza. El distintivo familiar son los superdesarrollados pulgares de los pies y una enorme nariz, fuente de constantes bromas; convencido de su fealdad, Patoruzú se ve fácilmente desarmado ante los personajes femeninos.

Es poseedor de una fuerza y agilidad sobrenaturales, explicadas contradictoria e independientemente como herencia familiar, el resultado de una privilegiada alimentación infantil o, de acuerdo al propio Patoruzú, efecto de un saludable régimen de baños termales. Patoruzú resuelve con frecuencia sus problemas acudiendo a la pura fuerza física (es capaz de correr cargando un automóvil, frenar un camión en marcha con el pie, detener una avioneta a punto de estrellarse, frenar latigazos con su pecho, romper cuchillos con la palma de su mano e incluso frenar disparos, sin recibir daño alguno). Es capaz también de correr a enormes velocidades —se lo ha visto patear un centro y cabecearlo él mismo en un partido de fútbol— y cuenta con un prodigioso sentido de la orientación, y un olfato de agudeza animal. Gracias a ello, se arroja impulsiva y descuidadamente en el peligro, y sale airoso la mayoría de las veces.

Definitoria desde sus inicios es la ingenuidad de Patoruzú, criado en la Patagonia al abrigo de las sofisticadas tentaciones de la gran ciudad; riquísimo, pone su fortuna al servicio de quien la necesite —sin que esto produzca jamás mella alguna en su importe— y es por lo tanto blanco de toda clase de estafadores y tramposo que intentan abusar de ello. Tan sobrenatural como su fuerza es su integridad; aunque tarde en percibir los engaños, una vez descubiertos persigue a los culpables con una intensidad avasallante, y coopera con frecuencia con la policía.

Aunque las historias iniciales diesen otra versión, en la definitiva Patoruzú posee estancias de incalculable extensión en la Patagonia; divide su tiempo entre ellas y su vivienda porteña, a la que se ve atado por su sentido de la responsabilidad hacia su padrino Isidoro. La singular circunstancia de que un tehuelche —una etnia virtualmente exterminada por la Campaña del Desierto emprendida a fines del siglo XIX por el general Julio Argentino Roca, que los privó de sus tierras— sea a la vez un rico estanciero carece de explicación en la historia. Quinterno, reticente a las entrevistas, sólo explicó en 1931 que: «Después de haber estudiado la psicología de los indios [sic] que sobreviven en el país (…) me interesó especialmente el más bonachón e ingenuo. Pero es la auténtica personificación del valor, simboliza cuanto de excelso puede contener el alma humana, y en él se conjugan todas las virtudes inalcanzables para el común de los mortales. Es el hombre perfecto dentro de la imperfección humana».

El argot de Patoruzú es uno de sus rasgos más distintivamente campesinos, y se aparta marcadamente del estándar rioplatense. No es, sin embargo, particularmente realista; toma sus términos indistintamente del norte, el oeste y el sur del país, y en algunos casos hasta del lunfardo traído a Buenos Aires por los inmigrantes. Entre los más conocidos de sus términos se encuentran:

¡Ahijuna!: Interjección que apocopa ¡Ah, hijo de una…! sobreentendiéndose el insulto a la madre.

Amalaya: del quechua “quiera Dios” o “así sea”. En el peculiar dialecto de Patoruzú, se usa para denotar sorpresa.

Canejo: en lunfardo, deformación eufemística de “carajo”.

Chei: del mapudungun che, “gente”, el mismo origen que el lunfardo «che».

Conchabo: arcaísmo del español americano, “acordar, especialmente en secreto”. En Argentina tiene a veces el uso de concertar un trabajo.

Fiero: feo. Metaplasmo que une la fealdad con la fiereza de la bestia salvaje.

Gurí, gurisa: del guaraní, “niño” o “joven”.

¡Huija!: interjección de origen desconocido, empleada para arrear el ganado. Patoruzú la usa como exclamación de alegría.

Jue’ pucha: Apócope de “hijo de pucha”’, mostrando la misma tendencia antihiática ya mencionada.

Mandinga: uno de los pocos vocablos de origen africano constatado en el lunfardo, los malé o mandinga eran una tribu sudanesa apreciada por los tratantes de esclavos por su fiereza y fuerza física. Con mezclados admiración y desprecio, el lunfardo usa su nombre para mentar al diablo.

Patacones: arcaísmo por dinero; era el nombre de la moneda de plata de una onza en la época colonial.

Po: apócope de “pues”, usado como muletilla, una práctica frecuente en el español patagónico y chileno.

Sotreta: “bribón” o “rufián”, por extensión de su sentido original de caballo inútil o de mala intención.

Tata: “Padre”, del quechua.

Un 11 de octubre de 1945 apareció en su propio semanario, “Patoruzito”, personaje creado por Dante Quinterno. Surgió como un personaje para un público más infantil que el ya popular “Patoruzu”. Patoruzito representa la infancia y adolescencia de Patoruzú. 
En consecuencia tiene todas las virtudes del mismo en su condición de héroe. 
Maneja con particular destreza sus boleadoras y el arco y la flecha, armas que usa para combatir, para defenderse de sus enemigos, o bien para salvar a alguien de un peligro. 
Es físicamente incansable y tiene para desplazarse una agilidad de leyenda. En su ámbito patagónico cumple muchas de sus hazañas con la ayuda de su valiente caballo “Pamperito”, y la compañía de su inseparable amigo “Isidorito” (quien representa la infancia y adolescencia de Isidoro Cañones). 

En diciembre de 1927 aparece la tira llamada “Don Gil el contento”, creación de Dante Quinterno en el diario “Critica”, cuenta las locuras de un “vivillo porteño, playboy de Chantecler con aires de millonario industrial y comercial. En 1928 en el diario “La Razón” aparece con el nombre de “Julián de Montepío” que a su vez este pasa con el tiempo (en 1935) a ser “Isidoro Cañones”. Isidoro Cañones es el autentico playboy porteño e internacional que vive en la mansión de su millonario tío el coronel Urbano Cañones, de quien espera algún día heredar su inmensa fortuna. Tiene prestancia y señorío natural y ese innato don de ubicación del tipo que le gusta “estar en todas”…menos en el trabajo. Es el materialista que siempre tiene a mano mil formulas distintas de recoger los frutos del esfuerzo ajeno. Es el niño mimado de la alta sociedad, y el centro de animación y comentario de cuanto lugar frecuente siempre de la mano de su compañera de locuras “Cachorra”. Junto a Isidoro conviven dos personajes: su ángel y su demonio, que son representaciones de su conciencia y su picardía. Son personajes recurrentes que alternan el control sobre el ambicioso playboy, generando situaciones inesperadas. 

Hay una infinidad de personajes que forman parte del mundo de Patoruzú y Patoruzito; 

• UPA: Es el hermano menor de Patoruzú/Patoruzito, quien usa para defenderse su enorme panza. Con una extraña y graciosa voz, torpeza al moverse y una mentalidad por siempre de niño, se convierte este personaje en uno de los mas queribles. 

• PATORA: Es la poco atractiva hermana de Patoruzú, quien se caracteriza por ser muy enamoradiza y estar la mayor parte de su tiempo dedicándolo a la búsqueda de su gran amor. 

PAMPERO / PAMPERITO: De origen salvaje y criollo, Patoruzú lo domó sin riendas, frenos ni estribos a lo largo de dos días con sus noches. Pero jamás perdió su bravura. A partir de allí, el caballo mantuvo con el indio una irresistible corriente de simpatía, comprensión y amistad. 

ÑANCUL: Es el capataz de la estancia de Patoruzú. Personaje que se vincula muy sutilmente con la Chacha desde lo sentimental, pero nunca se ve más allá que una cómica relación en el trato mutuo, como si fueran casi un matrimonio sin serlo. 

CHIQUIZUEL y CHUPAMIEL: el indio Chiquizuel es un brujo enemigo de Patoruzú/Patoruzito y Chupamiel es su nieto, un chico que jamás se separa de su tarro de miel, ya que este dulce es una de sus debilidades. El indio Chiquizuel es un brujo venido a menos, tramposo y ladino que intenta por todos los medios que su nieto Chupamiel -quien se pasa el día chupándose el dedo-, usurpe las tierras heredadas por Patoruzú/Patoruzito, pero éste último siempre lo vence. 

MANDINGA: Es el Diablo, enemigo número uno de Patoruzú. Aquí es donde se enfrentan ambos como símbolo del eterno enfrentamiento entre el bien y el mal. Como en un último round de una pelea de ring, Patoruzú dará hasta su último soplo de vida y sudor para que prevalezca el bien sobre el mal.