• 12/11/2022

Tendencia

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Por Gustavo Ruckschloss

Pasaba frente a un local de venta de ropa y vi puesta una vieja máquina de coser, como adorno. Fue suficiente para ver cuánto han cambiado la sociedad y sus costumbres. Lo que antes era imprescindible herramienta de cualquier hogar que se preciara, hoy es un adorno comercial de un tiempo que parece remoto.

Y no lo es tanto, porque no hablamos de un siglo, sino de apenas décadas. Pero sí, es una muestra de la velocidad con la que han ocurrido los cambios de hábitos. Las máquinas de coser en la familia eran la muestra de un estilo de encarar las cosas de la vida.

Había que procurar hacer todo lo que los conocimientos y las posibilidades permitieran. Había que ahorrar para lo cual debíamos aprender a coser para vestir a la familia y, si se podía, más. De igual manera, se inculcaba a los varones a aprender oficios y valerse por sí mismo  en la mayor cantidad de tareas posibles. Se valoraba mucho aprender y hacer, lo que fuera.

Por eso los padres estimulaban a sus hijos valorando lo que hubieran conseguido hacer, con sus manos y con su ingenio. Había que aprender y estudiar. El progreso se concebía aprendiendo y haciendo. De más está decir que lo que sea, era con responsabilidad porque, para salir a la dura calle, se debía saber y aplicar aquellas normas de moral y buena conducta aprendidas en el hogar. En especial, los buenos modales. Nos decían que todo eso serviría para abrirnos puertas y progresar.
En ningún momento usé la palabra comprar. Se compraba lo imprescindible y lo que no se pudiera hacer por mano propia.

Hoy, es prácticamente al revés: está mal visto algo casero y se aspira a comprar todo. Desde la ropa ya hecha hasta el pan y la comida. Todo está conformado de manera que  haya que comprar y nada propicia el hacer, o valerse por sí mismo.     

Cada publicidad nos induce a depender más de lo ya hecho. A no tener «la necesidad de hacerlo por vos mismo». El hacer algo, es presentado como indeseable y nada ni nadie lo estimula.  Somos, entonces, mucho menos autosustentables que antes. Somos cautivos de lo ya hecho y cada instante más. Cada instante somos menos libres y más dependientes de lo nos ofrecen ya hecho…por otros.