• 25/05/2023

La historia de dos hermanos españoles que tienen dos hijos en común y luchan para que les permitan casarse

La historia de dos hermanos españoles que tienen dos hijos en común y luchan para que les permitan casarse

Mi madre estaba casada y quedó embarazada de mí. Pero cuando yo tenía unos pocos meses mi padre nos abandonó y creó otra familia”, cuenta la española Ana Parra, de 34 años.
Nada era secreto para Ana. “Yo sabía que mi padre se había juntado con otra mujer y había tenido un hijo. Siempre supe que tenía un hermano”.

En abril de 2006, Facebook le abrió la puerta que necesitaba. Ana tenía 20 años cuando en las redes encontró a su padre y a ese hijo que había tenido: se llamaba Daniel Parra, tenía 17 años. Como tenían el mismo apellido, tuvo miedo de asustarlo y lo agregó desde el perfil de otra persona.
“Yo quería ver quién era, cómo era su vida, dónde vivía. Y pasé varios días mirándolo”, sigue ella.

Se conocieron en 2006
Un día Daniel escribió que había aprobado un examen para obtener el carnet de conducir. “Y yo me decidí a hablarle. Le puse ‘felicidades’, nada más. Daniel sólo le respondió “gracias” y Ana no logró contenerse: “¿Sabes quién soy?”, le preguntó. Él le dijo “no lo sé, pero lo imagino”, que mejor ella se lo dijera. Ana le devolvió tres palabras: “Soy tu hermana”.
Pusieron fecha para encontrarse y conocerse y ahí se dieron cuenta de que siempre habían estado cerca, demasiado: los dos vivían en Santa Eulalia de Ronsana, un pueblo de Cataluña de 7.000 habitantes.
Dos días después de haber empezado a hablar “nos vimos, nos abrazamos y nos echamos a reír, era una situación rara”, recuerda él.
Quedaron para comer y ninguno de los dos sintió incomodidad. “Así que fuimos entablando una relación, quizás un poco forzada por intentar conocernos”, sigue ella. Ana, que en ese entonces estaba en pareja, se mudó con ese novio muy cerca de donde vivía Daniel, su hermano.
“Y poco a poco nos fuimos acercando más”.

“Compartimos la libreta de familia. Yo estoy reconocido ahí como padre de mis hijos y ella como la madre. O sea, todo es legal excepto que no podemos ser pareja legalmente.”

Al poco tiempo Ana se separó y se fue a vivir sola y en su nueva vida se abrió un espacio enorme. Empezó a compartir entonces más tiempo con Daniel, conoció a sus amigos, empezaron a salir de fiesta, a ir juntos a cenas, a conciertos.
Se fueron a vivir juntos aunque muchos ya veían que la relación “de hermanos” tenía algo que no parecía “de hermanos”.. “Hasta que un día nos fuimos de fiesta y estábamos bailando, tomando algo y tal y Dani me dio un beso”.

“Al día siguiente sí nos empezamos a comer un poco la cabeza: ¿qué hemos hecho?”, recuerda él.
“Es que por más que no tuviéramos sentimientos de hermanos la sociedad te impulsa a creer que está mal. Pero somos hermanos porque lo dice un papel, el sentimiento no es ese, si hubiese estado ese sentimiento de hermanos no hubiese pasado entre nosotros nada de esto”.
Ana entendió que acababan de “romper un tabú”. “Yo pensé ‘madre mía, ¿ahora qué? Vivíamos juntos. Pero todo lo incómodo que yo pensaba que iba a ser, no sucedió”.
Lo que hicieron, entonces, fue esforzarse para ponerle un freno: “Seguimos un poco la rutina de intentar que no sucediera nada entre nosotros, pero cada vez sucedía más a menudo”. Los dos eran solteros, todos notaban que habían dejado de tener relaciones con otras personas.

Dos días después de haber empezado a hablar “nos vimos, nos abrazamos y nos echamos a reír, era
una situación rara”, recuerda él.

La primera separación no duró ni un día. “Lo hablamos por la mañana y por la noche estábamos en el sofá y dijimos ‘bueno, cada uno a su cama y al final volvimos a dormir juntos”. Siguieron pegados pero ocultándose durante tres o cuatro meses más.
“Pero no era la manera en que yo quería vivir. No quería estar toda la vida ocultándome”, dice Ana. “Pensaba ‘es que me voy a arrastrar así y me voy a ver con 40 años que he perdido toda mi vida ocultándome’. Y entonces ahí fue cuando le dije ‘mira: hasta aquí. Yo quiero tener una vida familiar, quiero tener proyectos de futuro, quiero salir a la calle de la mano de mi pareja, ir a cenar sin miedo”.

Ana conoció a su padre, al que nunca en su vida había visto: “Mi padre decía que quería conocerme y a Dani lo presionaba para que nos presentaran”, contó ella en una entrevista con El Español. “Yo ya no necesitaba un padre, aún así lo conocí por darle una oportunidad y por quitarle a Dani un peso de encima”.
Llegaron las entrevistas de medios de todo el mundo, las propuestas de hacer la película desde Estados Unidos e Inglaterra, las ofertas para entrar a Gran Hermano. Ana y Daniel dieron algunas notas pero sus planes eran otros.
Fue por ahí que Ana quedó embarazada por primera vez.

Los hijos

Antes de decidir dejar de tomar anticonceptivos, habían ido a ver a varias ginecólogas reconocidas. Querían saber si por su lazo sanguíneo un bebé de ellos podría tener algún problema genético y les dijeron que “el riesgo de que nacieran con algún tipo de enfermedad recesiva (las que todos genéticamente portamos pero que necesitan de otra mitad para que se pueda transmitir) es de un 4% mayor que una pareja que no comparte genes”.
Ana quedó embarazada el primer mes de búsqueda: eran gemelas.
“Lo que pasó es que perdí a una, yo ya estaba casi de tres meses. Y ahí nos acojonamos en plan ‘madre mía, ¿qué está pasando?’. Contactamos con una genetista que me habían recomendado y nos transmitió calma: es verdad que había un pequeño porcentaje mayor de que los niños vinieran enfermos, pero era mínimo”.

Hoy sus hijos tienen
5 y 3 años y van a un
colegio Montessori, donde acogen a todo tipo de familias. Entre tanto, el deseo de casarse quedó hilvanado por
ahí, aunque trunco.

Luego vino el segundo embarazo, el varón. Hoy sus hijos tienen 5 y 3 años y van a un colegio Montessori, donde acogen a todo tipo de familias. Entre tanto, el deseo de casarse quedó hilvanado por ahí, aunque trunco.
¿Pueden? No, porque el Código Civil de España prohíbe el matrimonio entre parientes directos.
Daniel señala lo que le parece absurdo: “Compartimos la libreta de familia. Yo estoy reconocido ahí como padre de mis hijos y ella como la madre. O sea, todo es legal excepto que no podemos ser pareja legalmente. Eso es algo que todavía no entendemos”.
Ana y Daniel llevan años viendo qué pasa afuera cada vez que cuentan su historia. Los religiosos que dicen ‘van a arder en el infierno’, los morbosos que alguna vez les han escrito para pedirles fotos eróticas y videos porno.

Pero a ellos más que las películas y todo el cotillón les interesa poder acceder al derecho a ser una pareja legal.
“No estamos promoviendo el incesto y nada de esas cosas que nos han dicho. No queremos hacer una reivindicación de eso, no es lo que hemos querido hacer nunca. Esta es solo nuestra vida”.

Las consecuencias genéticas de tener hijos con un pariente

Tras el caso de los hermanos españoles que quieren casarse, especialistas sanjuaninos hablaron sobre el tema, explicaron el aspecto científico y lo que puede ocurrir en el futuro.

DANIEL FERNÁNDEZ, LICENCIADO EN GENÉTICA

“Existen muchas posibilidades de estudiar y de planificar un embarazo”

“En el caso particular de los humanos, ese cálculo es en realidad un cálculo más empírico que estadístico realmente porque lo que sucede con la consanguinidad y con, en este caso, una relación consanguínea es que tiende a aumentar la probabilidad de que aparezcan enfermedades que se llaman recesivas Estas enfermedades recesivas son por variantes o por mutaciones, más generalmente por mutaciones que pueden ser patogénicas y que quizás una persona puede tener. Pero al estar relacionándose con parientes es más probable que algún pariente también tenga la misma o una variante similar y que se junten al tener descendencia entre ellos.
Existen muchas posibilidades de estudiar y de planificar un embarazo, ver si ellos son portadores de alguna variante patogénica y ya así, teniendo esa información genética, disminuyendo muchísimo el riesgo, ahí sí, afrontar una reproducción. Digamos que el Estado español no ha autorizado el casamiento, que es más con lo legal que con lo genético.

Recibimos la mitad del genoma de nuestro papá, la otra mitad del genoma de nuestra mamá. Entonces tenemos duplicado la información genética, la tenemos por dos. Si hay una variante, una mutación negativa que se llama homocarga genética, está en el genoma heredado de la mamá y también en el genoma heredado del papá entonces ahí se manifiesta esa enfermedad y eso es lo que se aumenta la probabilidad cuando se están dando cruces con sanguíneos.

Hay poblaciones muy estudiadas como algunas comunidades judías que son endogámicas que se reproducen solamente entre ellos y ahí hay muchas patologías donde la frecuencia de las variantes patogénicas estas que generan enfermedad están muy aumentadas respecto de otras poblaciones que tienen este cruzamiento aleatorio”.

ALDO “PIRATA” OLIVARES, VETERINARIO

“La cruza de animales con parentesco cercano también puede acarrear defectos genéticos”

“En genética o reproducción animal se usa mucho esto que se llama inbreeding, o sea cruzar parientes, padre con hija, madre con hijos, con el objetivo de mejorar una raza. Un toro es perfecto, tiene su musculatura perfecta, da muy buena producción de carne, una hija que tenga las mismas características cruzarlos entre sí se supone que va a salir un individuo con las mismas características reafirmadas. Se cambia el toro recién después de dos o tres generaciones porque se estima que hasta ahí puede no haber ningún tipo de problema.

Hay que tener en cuenta que lo que nosotros decimos que es una virtud se transmite y lo que vemos o no vemos como defectos también se transmite. Podemos no verlo en un perro de dos años y que a los cinco sí tenga este problema y ya lo cruzamos y lo hicimos padre. Muchas veces pasamos por alto el problema que después se manifiestan.
Por ejemplo, en el dogo argentino, que es un perro maravilloso una raza espectacular y tiene en su vejez la mayoría de los ejemplares tienen problemas de cáncer de piel y eso porque alguna vez en un momento seleccionaron animales y cruzaron animales que tenían esa predisposición y hoy lo tenemos como algo seleccionado negativamente”