• 28/01/2023

Los simplificadores

Los simplificadores

Por Juan Carlos Bataller

De pronto se adueñaron del mundo, ellos, los simplificadores.

Pareciera que cuanto más compleja se nos hace la vida, más grande es la tentación de enfrentar esa complejidad con soluciones de simplificación primitivas que ofrecen algún principio único como panacea.

Cualquiera sea el tema en discusión, siempre aparecen ellos, los fundamentalistas, los simplificadores.

—Hay que matarlos a todos—, dicen refiriéndose a los delincuentes.

Y ahí termina el tema. No hay necesidad de análisis, de estudio, de experiencias, de resultados concretos en los países donde se aplicó la pena de muerte.

—Hay que reducir la edad de inimputabilidad—, sostienen hablando de la delincuencia juvenil.

Y es en vano preguntar si existen lugares donde recluir a los menores que delinquen, programas de readaptación, policías, jueces y defensores especializados en el tema.

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Los simplificadores son siempre peligrosos. Viven una realidad que sólo está en sus cabezas. Si seguimos así, simplificando todo, escuchando la altisonante voz de fundamentalistas, nada positivo construiremos.

Los simplificadores están en todas partes. Es una inmoralidad que el Estado reparta profilácticos—, se los escucha decir.

—¿Querés que reparta DIU?

—Menos, eso es abortivo.

—¿Entonces es preferible que se sigan haciendo miles de abortos?

—Tampoco, eso es pecado.

—Y que la gente no se cuide del SIDA, de la hepatitis, el virus del papiloma genital humano…

—Yo estoy hablando de los profilácticos.

—¿Cuál es la solución, entonces? ¿Qué la gente no tenga sexo?

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Algo parecido ocurre con los feriados largos.

El objetivo es que haya movimiento turístico, una actividad que genera mucho trabajo y distribuye dinero.

Pero eso no evita que aparezcan gremialistas diciendo que nadie debe trabajar, que los feriados son sagrados, que están hechos para descansar.

Un absurdo total. Pero hay gente que se prende al discurso con lo que los feriados dejan de ser turísticos y de generar trabajo para transformarse en un buen argumento para holgazanear.

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¿Cuándo comenzó esta simplificación de todos los problemas?

Mi abuela solía decirme cuando aprobaba una materia:

—Nene, tenés que ir a la Difunta Correa porque yo hice una promesa para que te fuera bien.

El general Uriburu, seguramente, creyó que demolía el sistema electoral cuando derrocó al presidente Yrigoyen.

La Revolución Libertadora pensó que hacía desaparecer el peronismo en 1.955. Y lo mismo, seguramente, sostuvieron quienes lo proscribieron electoralmente.

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Los simplificadores son siempre peligrosos. Viven una realidad que sólo está en sus cabezas.

Un ejemplo puede ser el terrorismo, que es en sí una terrible simplificación.

Tan terrible que se reduce a algo sumamente simple como imponer la verdad por medio del terror.

Y lo más grave es que generalmente sólo obtiene otra respuesta simplista: la del terrorismo de Estado

Otro ejemplo lo tenemos con las expresiones antimineras.

La defensa de la ecología es un tema complejo que impone la modificación de pautas culturales, hábitos, costumbres.

Todos debemos ser ardientes defensores de la ecología.

Reducir toda la militancia ecologista a las explotaciones mineras es una simplificación que tal vez posibilite una existencia política para algunos pero que raya con lo absurdo.

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Si seguimos así, simplificando todo, escuchando la altisonante voz de fundamentalistas, nada positivo construiremos.

La discusión sobre la verdad seguirá perdiendo su sentido.

Y será muy difícil recuperar la verdad.