• 25/02/2023

¿Eramos niños felices?

¿Eramos niños felices?

Por Juan Carlos Bataller

Con la vida pasa como con las edades.

Si hoy me miro con diez años, encuentro un chico con todo para ser feliz.

No tenía auto ni cuenta en el banco ni casa que mantener ni usaba corbata.

No pensaba en la muerte ni en las enfermedades pues esas eran cosas que les pasaban a los viejos.

Tenía abuelos y padres y tíos que lo protegían y la leche siempre tibia en el desayuno y una madre siempre en casa para atenderlo y una inmensa imaginación como para transformar la vereda en un estadio de fútbol, la pelota hecha con media en un balón profesional o un cajón con cuatro rulemanes en un auto de carrera.

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Sí, seguramente era feliz, aunque no supiera de los griegos ni de los romanos, no le interesara el nombre del presidente de la Nación ni se preguntara sobre el sentido de la vida.

Sí, ese chico, yo, debe haber sido feliz.

Cómo no serlo si aunque nada tuviera, todo era suyo.

Pero no nos apuremos. No estemos tan seguros de que era absolutamente feliz.

La vida es inteligente y sólo guarda los recuerdos buenos.

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Pero, claro, si lo pienso, no fui tan feliz como lo recuerdo.

Los inviernos eran infinitamente más fríos y los veranos más calientes.

El San Juan de finales de los años 50 era aun un inmenso baldío salpicado por casas. Dos pantaloncitos cortos, algunos pares de media y unas zapatillas (championes) junto a dos o tres remeritas eran la única vestimenta.

¡Dale, escribilo nomás! Aceptá que eras feliz. O creías serlo… que para el caso es lo mismo.

Y entonces… ¿por qué quería crecer? 

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Pienso que aquel niño, yo, tenía una ventaja: Estaba estrenando la vida.

Pero soy consciente que si a un niño de hoy le propusiéramos esa vida, se pondría a llorar.

¿Quién aceptaría cambiar los juegos electrónicos, la televisión de alta definición, el teléfono celular y las vacaciones en la playa, por una pelota de trapo?

¿Alguien, en su sano juicio, creería que es mejor lucir los sabañones en las orejas que tener calefacción o aire acondicionado?

Ni hablar de que un chico de nuestros días aceptaría vestirse con aquella ropa ridícula que fue la nuestra.

Conclusión: no es posible extrapolar épocas. Fuimos felices porque éramos niños y teníamos afectos y juegos y risas y no conocíamos lo que hoy ofrece el mundo. Cada uno vive su tiempo.