• 05/11/2022

De la nariz

De la nariz

Por Gustavo Ruckschloss

Siempre que comienza la primavera y brotan muchos y ricos perfumes de las flores, me hacen pensar en cuán poca piola le pasamos a los perfumes naturales y de los cuales sabemos poco y nada.

A un adolescente actual le pasan desapercibidos y, si nota alguno, generalmente no sabe de dónde proviene. Como todo en la vida, oler y distinguir necesita de sensibilidad y entrenamiento.

Si solamente conocemos perfumes de tienda, desodorantes, o perfumadores de ambiente, de los cosméticos, remedios o, tal vez alguna comida, el panorama es limitado. Los tufos, olores, perfumes o aromas, forman parte de la vida. Ricos y feos, sutiles o fuertes, persistentes o no.
Suaves como un murmullo, recios como un insulto, amables como un beso o ásperos como un rencor.
Deberíamos conocer y distinguir muchos para educar nuestro olfato para saber qué están cocinando en un negocio de comidas o en casa de la suegra. Aprender cuál café es el más rico y con mejor aroma o cuál es el pescado que venden. 

No dejarnos confundir con los sahumerios tan de moda y sí paladear el exquisito perfume de un azahar. Saber diferenciar el olor de un recio toscano del de un suave rubio. Saber que los corrales son de tal o cual animal por sus tufos  diferenciar los que salen de las ahora barberías de los de una peluquería de damas.
Entrar en un vivero y aprender preguntando. Y, cuanto más aprendamos, más valoraremos los perfumes y más conoceremos de la vida de verdad.

Si la vida no tuviera los perfumes y olores, le faltaría un condimento imprescindible, por eso,  como entiendo que internet no tiene perfumes, a veces, nos parece fría y dura.