- 07/07/2024
Limpiar abajo, reír arriba


POR GUSTAVO RUCKSCHLOSS
Cuando se mueve un mueble después de mucho tiempo, aparecen mugres, algunas dejando marcas que dirán lo que había, o que hablan de algún tiempo y de cosas vividas. Buenas y de las otras.
La limpieza limpia el hoy, ese que queda de ahora en más. Con un simple trapo de piso se borra un tiempo, trozos de vida. Cosas, personas y, tal vez, ni nos enteramos.
Como siempre, el piso, el suelo, la tierra, soportan el diario vivir. No preguntan ni protestan; saben que lo suyo es soportar. Soportan pesos y tamaños, empujones y cambios. Soportan una alacena o un ataúd igual que una caja fuerte o una cuna. No discriminan ni se quejan, salvo que sea de madera y proteste con un crujido.
Según sean las cosas, ocultan o no lo que sucede abajo. No es lo mismo en un quirófano que mover un armario en un convento. Tampoco es igual empujar el cajón de los juguetes de los niños que una cama en un geriátrico. Unos dejarán ver historias; otros acumularán papelitos de golosinas.
Pocos serán los que no muestren algo que ver, algo que nos haga imaginar de dónde vinieron o por qué los trajeron. Según sea nuestro poder de deducción o nuestra imaginación, usaremos agua y jabón…o nostalgia para lavar la cara a este testigo del tiempo.
En general, lo que nos carga la existencia, va para abajo, «nos bajonea» y, a veces se escabulle debajo de la mesita de luz o del armario de la costura. En cambio, por suerte, las alegrías no dejan huellas en el suelo del tiempo. Será porque vuelan por el aire y se respiran en el momento. Menos mal; qué bien hechas están.
Por eso, a limpiar a fondo cualquier dudosa mancha del pasado, de allí abajo y a disfrutar del aire fresco aquí arriba.
Que, si se enturbia, las risas lo limpian.