• 19/05/2024

A tiros y pedradas fue celebrado en San Juan el 25 de mayo de 1910

A tiros y pedradas fue celebrado en San Juan el 25 de mayo de 1910

Los preparativos para festejar en San Juan el primer centenario de la patria estuvieron llenos de buenas intenciones. Sin embargo, como magistralmente lo cuenta aquí Rogelio Díaz Costa, la fiesta terminó en escándalo. Fue la noche en la que se quiso inaugurar el alumbrado de nuestra plaza principal.

Una nota de Rogelio Diaz Costa

El centenario de la Revolución de Mayo fue celebrado en todo
el país con grandes festejos. Sólo San Juan lo conmemoró a obscuras con tiros y
pedradas. Debe ser por la costumbre que tenemos de ser originales en nuestras
manifestaciones de júbilo.
Una fiesta tan importante no podía hacerse sin tener que prestar algunos pesos.
A la empresa de Ugarte, Fernández y Sabatié le costó 20 pesos la pérdida.
El caso fue que como los aprontes eran mayúsculos, ellos resolvieron adherir
con un alumbrado extraordinario. Se tomaron todas las medidas del caso y se
procuró que no faltase agua para las turbinas de Zonda.
El gobierno entusiasmado quiso colaborar en este buen propósito ordenando a la
Dirección de Obras Públicas que no hiciera faltar el agua. Hasta aquí no había
sino buenas intenciones. Pero llegó la noche del 24 de mayo de 1910 y se
encendieron las luces “a giorno”.

Pero algo debió andar mal, porque la Dirección de Obras Públicas en un rapto de
entusiasmo largó toda el agua por el canal de la usina. Como el agua no había
sido convidada, se vengó destruyendo en las primeras horas de la noche la toma
de Zonda y el canal. En su carrera también se encarnizó con la usina de
Concepción. Resultado: la ciudad quedó a obscuras; la población indignada no
encontró otro modo de desquitarse que emprendiéndola a tiros y pedradas con los
focos. Algunos se salvaron, pero nadie sabe cuántos.
Para colmo de males en Concepción el derrumbe afectó a diversas propiedades y
edificios. Total: un drama, como cualquier tercer acto de Echegaray.
Al día siguiente —se supone que era el día glorioso— la fiesta fue para la
empresa, que recibió la visita de los damnificados, que en tren de guerra
exigieron el pago de los daños, cosa que hoy no suele hacerse, como no suele
hacerse tampoco lo que hizo la empresa: pagarlos.

En 1907 fue tomada esta fotografía, en la usina de Zonda, instalada un año antes por una sociedad compuesta por Luis Ugarte, Tomás Bates y José Segovia. Cuando estos dos últimos se retiraron de la empresa, se incorporaron don Pancho Sabatié y don Rogelio Fernández. (Foto publicada en el libro “El San Juan que ud. no conoció” de Juan Carlos Bataller – proporcionada por Sofía Segovia de Zavalla)



De ahí en adelante la guerra fue constante. Hoy se acostumbra llamarla “guerra
fría”.
Don Rogelio Fernández cuenta que las municipalidades de Zonda, Rivadavia,
Desamparados, Concepción, Chimbas, Santa Lucía y 9 de Julio, cobraban a la
empresa fuertes sumas por agua que ésta no gastaba.
La municipalidad de Rivadavia, dio un día en notificarles que en un plazo
perentorio debían construir un puente sobre el estero de Zonda y una calle en
terrenos de la empresa. Así se hizo y el caprichito agregó 4.000 pesos a las
pérdidas sin contar el terreno de la calle.
Dice don Rogelio que le llamaba la atención el celo de las municipalidades de
Zonda y Rivadavia, que nunca pensaron en el puente y la calle cuando esos
terrenos eran del gobernador don Benjamín Bates.

La prensa local se dividió: Unos por la empresa, otras en contra. La apoyaban
el “San Juan”, dirigido por don Pedro Pascual Ramírez; “La Provincia” de don
Manuel P. Antequeda y “El Cuyo”. En el bando opuesto “El Porvenir” del padre
Chiruzi y el Debates.

Así las cosas, recrudeció la pedrea contra los focos, los carreros de Zonda
habían descubierto que tirando unos alambres, con unas piedras en sus extremos
Sobre las líneas de fuerza que eran de alambre desnudo, se producían
cortocircuitos con grandes chispazos. Su gozo era infinito.
Las finanzas de la empresa empezaron a flaquear. La municipalidad se atrasaba
en los pagos; las cuentas eran muchas; la ayuda bancaria escasa. Para peor
vinieron épocas en que el caudal del río disminuyó y se establecieron turnos
que obligaron a un servicio deficiente.
Don Enrique Fernández acudió en ayuda de la empresa y le facilitó 100.000 pesos
en condiciones más que liberales. Con todo un día se lanzó el grito de ¡La
empresa va a quebrar!
La maledicencia, tan arraigada en San Juan y la prensa hostil hizo lo demás.
Así llegó el año 1912 y el 26 de octubre, la provincia concedió a la empresa la
explotación, por 50 años, del canal general del Sur. De nada sirvió.
Ugarte, Fernández y Sabatié, discutieron el asunto y en vista de que los
sanjuaninos preferían volver a las velas resolvieron deshacerse de la empresa.

Una imagen del exterior de la usina de Zonda

¿El pago? No lo van a creer. La mayor parte fue en acciones que no se cotizaban
en ninguna parte. Fueron, por último vendidas con un quebranto del 50% de su
valor nominal.
El telón de epílogo cerró el escenario el 13 de febrero de 1913. Y hay quien no
cree en la influencia del 13. Ese día llegaron a la municipalidad de la ciudad
de San Juan don Francisco Sabatié y don Rogelio Fernández. Ugarte ni portó,
todos sus sueños se revolcaban de muerte. Poco después llegó don Aquiles
Galletti en representación de la sociedad compradora. Esperaron un momento,
después de algunos ceremoniosos saludos. Por último se presentaron al
intendente para comunicarle la transferencia de la usina eléctrica y las demás
instalaciones.